República de colores

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Poeta Helcías Martán Góngora en #5añosBibliotecaLiteraturaAfro, con @MinCultura

El escritor Alfredo Vanín invita a leer el tomo XI de la Biblioteca de Literatura Afrocolombiana, disponible en la Biblioteca virtual del Banco de la República.

Evangelios del hombre y del paisaje y Humano litoral*

Por Alfredo Vanín Romero, prologuista del volumen. “5 años de la Biblioteca de Literatura Afrocolombiana”, un programa conjunto del Ministerio de Cultura y la Fundación Color de Colombia. Entrega 11 de 12.

Los dos libros que se publican en la presente colección son diferentes en su concepción y en su materia, pero definen las dos grandes líneas poéticas que Martán utilizará para su obra posterior.

Evangelios del hombre y del paisaje es un libro escrito en prosa poética –que más parecen versos largos– donde los grandes referentes son bíblicos, grecolatinos, orientales, caballerescos, bucólicos, con el tapiz de fondo del paisaje litoral idealizado.

El amor atraviesa todo el libro: un amor de estirpe caballeresca y judeocristiana a la vez. Y, en ocasiones, el sujeto lírico mira el fondo inmediato del trópico, de donde parte la poiesis del libro, y entonces recobra los elementos que hacen de Martán un poeta en busca de la esencia terrígena y universal a un mismo tiempo.

El libro fue publicado cuando el poeta contaba con veinticuatro años, y no había sido reeditado hasta este momento. En Evangelios del hombre y del paisaje hay un lirismo maduro; es un texto que no surge por la pura invención, sino que refleja el sentimiento arraigado del paisaje litoral y sus circunstancias adversas.

HELCIAS MARTA GONGORA b

A la vez, muestra las contradicciones entre el canon estético europeo (solo lo caucásico podría ser bello) y su relación con el mundo negro. El Cantar de los cantares está allí presente, en la amada blanca, de senos ebúrneos, con su servidumbre de ébano:

«Ella, con linos albos hermoseada, guardada por doncellas de ébano que vigilan su armonioso silencio» (Evangelios del hombre y del paisaje, 4). Pero la mujer de ébano es «Costeñita morena y pecadora, como Cam, el padre de tu estirpe» (Evangelios del hombre y del paisaje, 18).

Sin embargo, en el poema «10» hay una hermosa referencia a la doncella de ébano: «Muchacha de ojos tan grandes como el mar y negros como las noches de luna desterradas./ Tú, la de los dientes blancos y de los labios dulces […] (Evangelios del hombre y del paisaje, 38).

Martán superará esta contradicción hasta situarse en el plano mismo de los personajes –sus coterráneos, esos iguales étnicos a los que miraba desde cierta distancia en sus inicios, o a los que tenía que idealizar en ese balbuceante Mar Negro para que cupieran en los cánones de la estética occidental–.

El mundo será abrazado después como un inmenso trópico de origen africano, mulato como él, que agradecía serlo.

La fijación por Europa se evidencia en el uso constante del término «doncella», de clara estirpe caballeresca hispánica. La suya será una evolución lingüística-poética que lo llevará a un uso más moderno de la acepción, a una entronización de las palabras que celebró después en Música de percusión: «Pido perdón a las palabras que condené al olvido/ por su ascendencia bárbara […]», y que habían permitido,
años antes, la aparición de Humano litoral.

Humano litoral fue publicado inicialmente por la Universidad del Cauca en 1954 y desde entonces ha sido reeditado en dos ocasiones. Es un libro de fondo y forma negrista, donde el protagonista es el habitante negro del Pacífico, su música, sufrimientos, sus goces y la historia dada por accidentes y metáforas marinas.

La protesta social por la esclavitud antigua y nueva recorre el libro, a la par que el elogio hacia un mundo florido que tiene ritmo para vivir, navegar y convertir el sufrimiento en música. Esta actitud, que ahora llamarían resiliencia, no es más que el «hacer de tripas corazón» del prosaico dicho popular.

El Pacífico significa la vestimenta interior que permitió la lucha por la libertad y el trabajo de hacer habitable un mundo difícil de aguas y de selvas y crear allí una nueva cultura con todos los simbolismos y los desafíos materiales que ello implicaba.

El título y la propuesta poética hacen eco a ese Litoral recóndito que perdura aún en el imaginario de los habitantes del Pacífico. El poema con el que inicia el libro abría con el verso «Lejano litoral cerca del alma», pero el poeta lo convirtió después con toda justicia en «Humano litoral, cerca del alma», como una manera de reivindicar el derecho de habitar un mundo ya no remoto y exótico, sino de carne y hueso, que hace parte de una patria que lo desconoce o lo trata acaso como hermano menor, cuando no inferior.

Un mundo productor de vida al que se le ha extraído casi todo y se le ha dejado la destrucción y la pobreza. Humano litoral contiene, entre otros poemas, el reconocido «Loa del currulao» que juzgo uno de los poemas más bellos escritos sobre una danza en América. En él, la sensualidad y el ritmo se funden bajo la alegoría del baile y el enamoramiento fallido, en medio de los rituales tambores donde la mujer deseada logra transfigurarse en poesía.

En otro poema, Martán le canta a sus abuelos franceses  en versos de corte rubendariano; el texto finaliza con un homenaje a Baudelaire, de quien se siente heredero. Luego su verbo se hace vibrante con esa rima sencillísima de «Negro»:

Negro amigo,
ven conmigo.
– Je… je…

En este libro también está presente el canto a la «Mujer negra», a quien el agua «hizo a imagen y semejanza suya […]/ Mujer, mayor que todas las islas[…]». El «Bunde para Manuel Cuenú» es un reconocimiento a los desconocidos cultores de la música. Y en «Berejú» hace evidente la protesta por la esclavización a ultranza y el desconocimiento hacia quienes ayudaron a construir el país que todos
habitamos –aunque de maneras distintas–.

La brujería de los filtros de amor, los conjuros negros e indígenas representan un homenaje risueño a la vida y a las creencias de hombres y mujeres en lucha y compenetración con la naturaleza y las fuerzas del mundo y del espíritu.

La Buenaventura de la vida portuaria, pecaminosa, puerto de escala de marineros extranjeros que se extravían en sus calles y cantinas es una de las ciudades norte de su poesía. Su natal río Guapi está fluyendo eternamente, al igual que el Saija, el Timbiquí, el Micay, el Patía, la rada de Tumaco, así no nombre todas las aldeas y algunas de sus aguas sean ficción literaria, fiel a su ley poética: «¡Nada vale la
palabra/ Cuando falta corazón!» (Humano litoral, 125).

*Apartes del prólogo.

El tomo XI de la Biblioteca de Literatura Afrocolombiana, Evangelios del hombre y del paisaje y Humano litoral de Helcías Martán Góngora (1920-1984) se puede descargar aquí.

Publicaciones de la serie

1. Poeta Pedro Blas Julio Romero en Biblioteca de Literatura Afrocolombiana: 5 años

2. ¡Que viva el compañero Truque! En los 5 años de la Biblioteca de Literatura Afrocolombiana

3. Estrellas intensas de Arnoldo Palacios. 5 años de la Biblioteca de Literatura Afrocolombiana

4. El grito humano de los tambores. Jorge Artel en #5añosBibliotecaLiteraturaAfro, con @mincultura

5. Alfredo Vanín, la universalidad del Pacífico, en #5añosBibliotecaLiteraturaAfro, con @mincultura

6. Hazel Robinson, de San Andrés, en #5añosBibliotecaLiteraturaAfro, con @mincultura

7. Candelario Obeso, en #5añosBibliotecaLiteraturaAfro, con @MinCultura

8. Rómulo Bustos en #5añosBibliotecaLiteraturaAfro, con @MinCultura

9. La bruja de las minas de Gregorio Sánchez en #5añosBibliotecaLiteraturaAfro, con @MinCultura

10.  Changó, el gran putas, de Manuel Zapata Olivella en #5añosBibliotecaLiteraturaAfro, con @MinCultura

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