República de colores

Publicado el colordecolombia

El Almirante Padilla y la nación hoy

Por Daniel Mera Villamizar* 

Si Colombia tiene alma santanderista, de apego a las libertades, el régimen legal y la separación de poderes, el Almirante José Padilla y la noche del 25 de septiembre de 1828 merecen otra interpretación: esa noche de luna llena se traicionó el espíritu de legalidad, con la decisión de matar a Simón Bolívar, y sólo un santanderista notable, el general Padilla, se mantuvo fiel a la legalidad. Sin embargo, una semana después, ese hombre sería fusilado callando su grito de «¡Viva la República!, ¡viva la libertad!».


 
«General Padilla: venimos a liberarlo y a pedirle que se ponga al frente de la revolución. Usted es el jefe, General.» Florentino González y otros conjurados declararon que «Padilla ignoraba enteramente el plan de la insurrección». Este respondió: «Yo no soy jefe de nada. Solamente soy un prisionero. No compliquéis más mi situación. No tengo miedo, pero no tomo parte en ninguna aventura».

Sin un verdadero líder militar como Padilla, los golpistas no pudieron apoderarse de los cuarteles, y con el escape de Bolívar por una ventana, el plan fracasó.
 
Entre los recuerdos que dan cimiento a nuestra nación, la noche septembrina  es uno de los más problemáticos. Constituye una especie de «pecado original»: haber acudido a la violencia ilegítima e ilegal (contra el Libertador y Padre de la Patria) cuando se formaba nuestro espíritu legalista.

La conciencia histórica colombiana ha enfrentado este pecado original con una «estrategia de evitación»: evitar justificar o condenar a los conjurados (una generación importante), evitar la asociación de Santander con la intención de asesinar a Bolívar y evitar los recuerdos del lapso dictatorial de Bolívar, entre los que sobresale el injusto fusilamiento de Padilla.
 
Pero a 230 años del natalicio del Almirante Padilla, un 19 de marzo, y a 180 de su fusilamiento, podemos mejorar nuestra conciencia sobre los hechos de 1828 y relacionarla con la nación que queremos ser en el siglo XXI. Es preciso compartir la conciencia de Bolívar sobre el factor racial en la muerte de Padilla: «Lo que más me atormenta todavía es el justo clamor con que se quejarán los de la clase de Piar  y de Padilla. Dirán con sobrada justicia que yo no he sido débil sino en favor de ese infame blanco (Santander)».

Sin embargo, un juicio equilibrado de Bolívar en esta cuestión debe recordar, por ejemplo, que se negó a derogar la ley de libertad de vientres de 1821, como se lo pedían los esclavistas.
 
Padilla, que profesaba amistad y sincera admiración a Bolívar, estaba preso en la capital por un proceso urdido en Cartagena, en el que había acusaciones de sublevación de negros y mulatos, dentro de la confrontación política entre los partidarios de la república y los de  la ‘monarquía’ de Bolívar.

Si el color de Padilla contó, debemos recordarlo, más ahora que el ideal de nación busca reconocer la legitimidad de la población afrodescendiente en la nacionalidad y podemos integrarnos apropiadamente en la corriente principal de la cultura colombiana.
 
Si traicionamos el alma santanderista desde el principio, y hemos repetido ese pecado de violencia hasta el presente, conviene recordar que el héroe naval de la Independencia, en el momento crucial de su vida, en las circunstancias más propicias para tomar las armas, decidió mantenerse fiel a la convicción de que las leyes nos darían la libertad, y nos legó un ejemplo que debe permanecer y retumbar en nuestra conciencia nacional.

Rescatar del olvido a este mártir fundacional de la fe en el derecho y la democracia, Padilla, nos inspirará y dará fuerzas para llegar a ser plenamente santanderistas, es decir, civilizados, después de tantos extravíos.
(Artículo dedicado a Juan Zapata Olivella y a Jacobo Pérez Escobar)

 * Miembro de la Junta Directiva de la Fundación Color de Colombia

[Artículo publicado en varios medios nacionales y regionales en el primer semestre de 2008]

Comentarios