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Vidas que dejan huella

 

Hace unos días intentaba recordar a toda la gente que he conocido en el trascurso de mi vida. La gente con la que compartí el jardín infantil, las compañeras de colegio, los profesores, quienes atendían en la cafetería o en la parte administrativa, los vecinos, los amigos de la familia, los familiares lejanos, amigos, entre muchas otras personas que a lo largo de la vida uno se puede cruzar.

Qué tal  que tuviéramos la oportunidad de hacer una fiesta e invitar a todas las personas con las que hemos tenido un vinculo en la vida, no importa cómo las cosas hayan terminado o porqué nos alejamos. Seguramente cada rostro seria un recuerdo no inmaculadamente perfecto, porque existirían detalles y cosas que habremos olvidado (eso hace el tiempo), habríamos tenido nuestros más o nuestros menos con esas personas, pero seguramente al volvernos a ver recordaríamos el legado que cada quien dejó en nuestra vida y nosotros en la de ellos. No importa el tiempo corto que hayamos compartido. Creo que con cada persona con la que nos cruzamos en el camino dejamos algo.

La semana anterior conversando con un amigo, compañero de trabajo, con quien nos conocíamos hace algunos años, llegamos a la conclusión que él había conocido a mi papá en 1992.  Luis Alberto Ordoñez (Tato) salió de la universidad y entró a trabajar al departamento de comunicaciones del Banco de Colombia. Mi papá,  Enrique Villate Bahamón, por ese entonces ocupaba un alto cargo en el Banco, y Tato lo entrevistó para hacerle una semblanza en la revista del banco y  compartió algunas actividades en eventos de trabajo las cuales mi papá participaba activamente. Primero, fue emocionante darnos cuenta el vínculo que nos unía con Tato sin saberlo, lo que confirma la teoría de los 6 grados de separación. Y segundo, me encantó escucharlo hablar de una manera tan bonita de mi papá y ver lo que se emocionó al recordarlo, y darme cuenta  de lo mucho que la gente del banco lo apreciaba por sus calidades humanas y profesionales y por cómo trataba a las personas. Y de lo mucho que les había dolido su muerte.

Hace un poco más de un año me había ocurrido algo similar. Estaba en Cartagena y conversando con una señora, ella se quedó mirándome detenidamente y me dijo que mi cara le recordaba a un Doctor Villate. Cuando ella vivía en Bogotá tenía un restaurante y el Doctor Villate iba a comprar los domingos 6 almuerzos, los de mi casa.  Alguna vez mientras esperaba que se los empacaran, se pusieron a conversar y ella le contó que quería ampliar su restaurante,  pero que ningún banco le prestaba. Pasaron algunas semanas y a mi papá le quedo sonando el tema y un día le envío a una persona del banco y la ayudó a que le hicieran un préstamo para su restaurante. Esta historia sucedió hace más de 30 años y aún ella recuerda con aprecio y cariño.

Estas coincidencias fue lo que me motivó a escribir esta columna. Alguna vez leí algo que decía “La vida no cuenta los pasos que has dado, sino las huellas que has dejado” y es muy cierto, considero que siempre dejamos una huella en todas las personas que conocemos, no importa si termina siendo esa persona una estación o un camino en nuestra vida, a la final siempre nos dejamos algo. Sé que la vida es compleja como lo somos los seres humanos y por eso mismo sé que es difícil dejar siempre un buen recuerdo, pero creo que es importante procurar dejarlo. El recuerdo que seremos.

“Cada persona que pasa por nuestra vida es única. Siempre deja un poco de sí y se lleva un poco de nosotros

Jorge Luis Borges

En Twitter: @AndreaVillate

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