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Las Mañanas

Desperté el viernes a las 5 y 30 de la mañana totalmente sorprendida que aquella noche hubiera dormido seguido. Hace bastante tiempo tengo problemas de insomnio  y me despierto constantemente,  cada hora, hora y media más o menos, así que inmediatamente abrí los ojos sentí el cambio en el cuerpo, totalmente descansada.  Me levanté, fui a la cocina, abrí la ventana, me fascina sentir la brisa fría de la mañana y escuchar el cantar de los pajaritos.  Tenía mucha sed, preparé un jugo de naranja,  vi el reloj y por la hora me di cuenta que no alcanzaba a desayunar, lo haría al regreso.   Tenía que salir a hacer una vuelta muy temprano, cosa que no es algo habitual en mi diario vivir.  Puse un play list de Luis Miguel y me entré a bañar.      A las 6:25 arranqué y todo comenzó a cambiar.

En la primera esquina un carro me cerró, iba bastante apurado… el que iba detrás de mí, por mi frenada en seco, me pito.  Mientras iba por el camino sentía un caos en la calle, en la gente, todo el mundo afanado, gente caminando a toda velocidad y apenas eran las 6:30 de la mañana.

Me di cuenta que no tenia efectivo, así que busqué un cajero en la ruta.   Llegué, estacioné, pero antes de bajarme noté  que un carro se estaba estacionando detrás de mí.  Por el espejo retrovisor me di cuenta que eran vecinos, esas caras conocidas, que uno  no sabe ni cómo se llaman, pero los ha visto con frecuencia por el sector…. me causó curiosidad la cara de los dos, el señor como apurando a la señora a que se bajara rápido y ella se bajó sin mirarlo ni nada.  Él arrancó a toda y ella siguió su camino… Pensé – ¿porqué no se habrán despedido bien? de pronto por el afán, concluí…  Entré al cajero y cuando volví a salir, había un carro adelante del mío y noté lo mismo: una pareja un poco más joven que la anterior, él apurándola para que se bajara, ella le mencionó que no olvidara que hoy era la clase de ballet, asumo que de la hija de ambos… ella se baja del carro, él sigue su camino y ella también bastante apurada… sin mirarse, sin un besito, sin un abrazo, sin nada…   Y pensé ¿Qué tal que fuera la última vez que se vieran y esa despedida tan fría fuera el último recuerdo?

Me subí al carro, arranqué. Seguía viendo el caos en las calles… en una de esas, una vans escolar se me atraviesa  de la manera más peligrosa… pensé que, si los papás de esos niños vieran como la señora que los lleva maneja así de mal, no le permitirían trasportar a sus hijos… y,  en ese momento ya me dio mal genio,  mi día estaba comenzando a cambiar de esa calma con la que amanecí, me estaba contagiando del caos, del afán y me sentía molesta.    Al detenerse la Vans al frente mío, veo a un niño por una de las ventanas, tendría como 5 años más o menos, se queda mirándome, me sonríe y con su manito me hace adiós.  Yo también le sonreí y obviamente me derretí con esa dulzura de sonrisa.

Por fin, después del trancón que hizo la señora de la Vans escolar, pude seguir. Un poco más adelante había un paradero con varios niños de un colegio, y el bus estaba llegando a recogerlos.   La mamá de uno de los niños que estaba ahí le acarició la mejilla, le dio la bendición y el niño, tal vez de unos 9 años, hace lo mismo y le da la bendición a su mamá. Me pareció hermoso.

Todas las mañanas para cada persona son diferentes. Diferentes preocupaciones, diferentes problemas, diferentes afanes…  Pero hay una cosa igual para todos y es que para cualquiera de nosotros puede ser la última mañana.    Tal vez deberíamos tener esa paz y esa sonrisa en la mañana como el niño que me sonrió desde la Vans.

Yo entiendo el afán por cumplir con la hora de llegada al trabajo, con la responsabilidad pero, siempre hay tiempo para despedirse bien, un abrazo, un beso, una caricia no va más de 5 segundos y el impacto tan positivo que deja en ambas personas (padres e hijos, esposos, hermanos, etc) es maravilloso.

No caemos en cuenta de la importancia de esos pequeños detalles, tal vez porque vemos el empleo o las cosas que hay que cumplir, como lo más importante y  va uno a  ver y no lo es.   Siendo honestos, el día que uno muera, la oficina enviara una corona de flores a la funeraria, los compañeros más cercanos irán a sus exequias y a los dos o tres días ya habrá otra persona sentada en su puesto de trabajo. Mientras que en su familia y sus verdaderos amigos, jamás, nadie, por ningún motivo podrá reemplazarlo.   Eso debería hacernos caer en cuenta cada día, cada mañana para tomarnos unos  minutos, manejar las cosas laborales y financieras con más calma y darle la importancia que se merece la gente que nos ama y a quienes amamos.

Hace un par de meses estaba esperando una cita médica y en la sala , una mamá estaba con su hijo, como de 7 años, en brazos esperando un examen que le harían al niño.   Le suena el celular a la señora, ella contesta y después de un saludo dice – Es que Daniel está enfermo y he perdido toda la mañana-  Yo pensaba: estar con su hijo no puede ser haber  “perdido la mañana”.  La vida es un equilibrio y el dinero y el trabajo son importantes, pero no podemos darle más prioridad y atención a eso.

Hace 8 años trabaja en la emisora Vibra, tenía programa a las 4am y debía salir de casa a las 3:35AM. En ese entonces vivía con mi mamá.  Cuando yo arrancaba en el carro, ella siempre desde la ventana me mandaba la bendición. Yo siempre le hacía adiós con la mano. Algunas  veces, por no decir todas, se me hacia tarde y no me tomaba los segundos para verla bien, por el afán.  Hasta que un día le diagnosticaron un cáncer metastásico y por las quimioterapias y los tratamientos nunca pudo volver a asomarse a la ventana para mandarme la bendición.  Lo que vemos como algo normal, de cada día… cambiará tarde o temprano.

Así suene a cliché, hay que tomarnos unos segundos para lo importante, para decir “te quiero” no asumir tontamente que la otra persona lo sabe. Hay que decirlo, demostrarlo con hechos, que si alguien de nuestra familia está enfermo, estar a su lado es lo más importante.  Que si la esposa o el esposo llegó a casa triste o aburrido, poder conversar o consentirlo…  que si el niño esta callado, no quiere hablar, “dejar así porque es la edad”… no. Hay que hablar hay que intentar, hay que darle el tiempo que se merece a  cada miembro de la familia. Muchas veces vivimos bajo el mismo techo, pero no sabemos qué pasa, qué duele, qué le está afectando a cada miembro de la familia. La vida da giros inesperados y estamos desperdiciando el tiempo con las cosas de afuera, con los afanes del día a día.

Esta semana fui a cenar con unos amigos y me sorprendió que en la mesa de al lado estaba el papá, la mamá y dos niños,  uno con un celular juegue y juegue y el otro, un poco más grande, viendo Netflix en un Ipad con los audífonos puestos. Consumidos en los aparatos… solo interrumpían para pedir otra bebida o pedir más salsa de tomate.  Y los padres en silencio, cada uno, con celular en mano.  ¿Dónde está la conversación?, ¿dónde la importancia del almuerzo en familia? El tiempo se está acabando y estamos dejando entrar tanta tecnología a nuestras vidas que la estamos reemplazando por momentos importantes, únicos e irrepetibles.

Hay un libro que me fascina y me lo he leído 4 veces, siempre le encuentro algo diferente, se llama “A orillas del rio piedra” de Paulo Coelho. En unas de sus páginas hablaba que todos los días la vida nos da, junto con el sol, un momento mágico. Todos los días tratamos de fingir que no percibimos ese momento, que hoy es igual que ayer y será igual que mañana, por las obligaciones diarias.  Pero, quien presta atención a su día, descubre que todos tenemos un instante mágico, que puede estar escondido en la hora en que abrimos los ojos al despertar o en el momento en que metemos la llave en la puerta por la mañana, en el instante de silencio después del almuerzo, en las mil y una cosas que nos parecen iguales.   Ese momento existe y nos permite hacer milagros.     Un milagro puede ser, acariciarles la mejilla a nuestros hijos, darles un abrazo a nuestros hermanos o besar con locura al hombre que amamos.  El instante mágico está ahí…

Quiero invitarlos a que esta semana, cada mañana le bajemos la velocidad a la urgente y nos demos la oportunidad de ver lo importante.  Cada mañana puede ser la última de nuestra vida o de la vida de nuestros seres más amados.  Aprovechemos el instante mágico de cada día.

En Twitter: @AndreaVillate

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