Psicoterapia y otras Posibilidades

Publicado el María Clara Ruiz

Sexualidad y Represión, Se puede Cambiar la Historia

No estoy dispuesto a morir por tu libertad de ser esclavo de no importa quién. -W. Reich- 

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Mujeres y hombres que se muestran ansiosos por encontrar el tesoro perdido, que buscan “la respuesta” para una mayor gratificación y que no comprenden por qué no consiguen disfrutar del placer, por qué su cuerpo no responde al estímulo sexual, por qué, a pesar de tantos intentos, no pueden disfrutar de una vida sexual completa, placentera y enriquecedora. ¿La respuesta? Como casi todas, está más cerca de lo que parece, mira dentro de ti con atención, escucha a tu cuerpo. Tiene mucho qué decirte.

Porque afuera, es común escuchar un sinfín de respuestas que buscan, en su mayoría, no tu bienestar o tu libertad sino, por el contrario, meterte en una especie de uniformidad para mantener un orden a la medida de ciertos intereses religiosos, de poder o económicos. Entonces, no pareces ser tú precisamente lo importante.

Sería prácticamente imposible, o al menos injusto, hablar de este tema sin nombrar a Wilhelm Reich, pionero en esta materia, quien dedicó la mayor parte de su vida al estudio de la energía sexual y a la lucha contra la represión y la moral sexual burguesa de principios de siglo, apoyándose en el análisis clínico y en la investigación de las funciones biológicas humanas. ¿Ideas del siglo pasado? Parece obsoleto, pero vas a ver qué actual resulta mirándolo en perspectiva.

Reich desveló las consecuencias en la salud de las estructuras autoritarias y represivas, y habló con bastante claridad sobre la miseria sexual, es decir, todo aquello que, de forma perversa, aniquila la libre expresión de la sexualidad.

La sexualidad… ¿Qué te hace pensar o recordar esta palabra? Vale la pena detenerse a pensar en ello, porque aún con la claridad con la que Reich expuso sus ideas, sorprende ver que no siempre se ha conseguido comprender la envergadura de sus palabras. Porque la sexualidad no se refiere exclusivamente al sexo, que también, sino que va mucho más allá de lo que la trivialización del lenguaje ocasiona.

Por esa trivialización, entre otros motivos más ligados a los intereses antes mencionados, en su época hubo quienes tacharon a Reich de pervertido y embaucador, y por eso mismo hay quienes hoy día repiten algo igual o parecido, cuando se habla de respetar la libre expresión de la naturaleza sexual de niños y niñas, adolescentes y adultos.

Cuando esto sucede, podemos estar de acuerdo con Reich cuando dice que la represión sexual sirve para reproducir y regular el modelo dominante, como es la sociedad católica, clasista, racista, patriarcal y de mercado. ¿Te resuenan estas palabras? seguramente, porque en 100 años habrán cambiado muchas cosas, pero hay otras que siguen funcionando prácticamente igual y, a veces, pareciera incluso que vamos para atrás en vez de ir hacia adelante.

Por ejemplo, una de las represiones más persistentes en la sociedad católica sigue siendo la prohibición del sexo y todo lo relacionado con esta dimensión humana, basándose en la idea de que su función está en la reproducción y de que el deseo y el placer del cuerpo son malsanos. Porque la satisfacción es una especie de premio que está más allá de la vida. Porque ahora lo que toca es cumplir, y eso es lo que se inculca desde edades muy tempranas. Por esto, la educación sexual en toda regla, apta para los tiempos y la realidad de las personas, sigue siendo una asignatura pendiente, y ni hablar de la educación para el amor.

Con esas condiciones, es fácil entender por qué la sexualidad se convierte en un tema tabú, o por qué la angustia y la represión se muestran veladas detrás de la vulgarización y del chiste fácil. O cómo se repiten discursos sobre el tema bajo el manto de la moraleja o la disculpa. O por qué tantas veces se desvía la sexualidad hacia conductas destructivas y autodestructivas. Y por qué lo que impera es la doble moral, que oprime mientras seduce para acabar consumiendo sexo de supermercado.

Dándonos cuenta o no, con esta dinámica se nos está robando la libertad, la salud, la capacidad de amar y de ser amados y amadas, a cambio de unas cuantas alegrías que parecen estar más en el imaginario que en la realidad cotidiana. Pero aún cuando parezca utópico, seguimos siendo dueños de nuestra propia vida y, por eso, tenemos la oportunidad de dar un giro a nuestra historia. Porque tenemos acceso a la información científica, a la investigación y, a veces aún, al sentido común que lleva al reconocimiento del propio cuerpo y al respeto por las propias necesidades.

Porque la lucha contra la represión sexual no es solamente una cuestión ideológica. Reich mostró cómo la psique de una persona y su musculatura son equivalentes. Describió cómo la personalidad funciona en ciclos de tensión/relajación, por lo que una adecuada vida sexual es indispensable para la liberación de la energía. Mostró cómo la mayor parte de la población sufre de patologías mentales y vive en condiciones de fuerte represión sexual, lo que produce actitudes de pasividad que garantizan la obediencia a la autoridad dominante, sin cuestionamientos, con el consiguiente estado de infelicidad que esto supone.

Por esto, la Psicoterapia Caracteroanalítica es también una terapia sexual, ya que se basa en la superación de las contracciones crónicas, producto de la represión sexual, que interfieren con el flujo de la energía vital en el cuerpo, restableciendo así su funcionamiento natural. Los bloqueos psíquicos se corresponden con las contracciones musculares crónicas y es por eso que en esta corriente terapéutica se trabaja con el cuerpo. Porque comprender lo que nos pasa no es suficiente, si el cuerpo permanece disfuncional.

Porque la sexualidad no se piensa. Se vive y se sufre o se disfruta, de acuerdo con nuestro estado de salud psicológica y somática. Y porque, como decía antes, la sexualidad tiene que ver con el sexo, sí, pero también con la capacidad para el trabajo, para la creatividad, para la lucha. La energía sexual es la que aporta la fuerza y la capacidad para la vida.

María Clara Ruiz

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