Brahma, el dios creador, creó el universo tocando su veena. Cada ser, cada planta, cada cosa que existe en el universo surgió de una melodía que Brahma creó, y de esa unión de notas nació todo lo conocido. La música, pues, reside en la esencia de todo lo creado. Esto significa que todo lo que ha existido, existe y existirá tiene su propia melodía, sinfonía o canción, única e irrepetible. Todos somos música. Los seres o las creaciones más complejas, importantes y especiales no son simples melodías; para crearlas, Brahma no utilizó solo su veena, porque para crear esos seres se necesitaba una composición musical extensa y compleja.

Al principio, Brahma no sabía esto. Fue tocando su veena y creando cosas simples, como una roca, por ejemplo. En la escala hindú, una roca es una construcción musical con las notas Sa Re Ni Sa’ Ga Pa Dha en vibrato. Pero cuando Brahma quiso crear un sistema solar, se dio cuenta de que su veena no era suficiente, porque un sistema solar es una sinfonía sumamente compleja.

Fue entonces cuando Brahma creó todos los instrumentos musicales del universo. Nosotros conocemos una mínima parte de ellos, porque solo conocemos los instrumentos que Brahma utilizó para crear nuestro planeta. Y aún no conocemos todos, porque en la elíptica de nuestro tiempo mortal hay instrumentos que aún ningún humano ha extraído del conocimiento universal.

Existe una biblioteca en el universo, se llama Akáshica, y allí está todo el conocimiento universal y el libro de la vida de cada ser. Hay personas especiales que viajan a Akáshica y traen los conocimientos de allí: los músicos, los inventores, los científicos, los artistas, los escritores, todos viajan con su alma allá y traen ese conocimiento, convirtiéndolo en creaciones e inventos dentro de este planeta.

Para crear todo lo que existe en el universo, Brahma tuvo que crear los instrumentos musicales. En el caso de nuestro planeta, Gaia o Tierra, Brahma creó cinco grupos de instrumentos que representan los cinco elementos que conforman nuestro planeta: el agua fue creada con instrumentos de cuerda, el mar suena a violines y violas; el viento con instrumentos de viento de madera, un huracán es una sinfonía de oboes y clarinetes; el fuego con instrumentos de viento de metal, algunos fuegos suenan a trompetas declamando poesía; la tierra con instrumentos de percusión, las montañas suenan a tambores y platillos; y el alma, el alma de todos los seres y cosas fue y es creada con un solo instrumento, el piano.

Todas las almas son una sinfonía para piano. La tuya, que me lees, la mía, el alma de los árboles o de los búhos, todas y cada una fueron creadas y solo pueden ser interpretadas en piano.

La humanidad y sus historiadores dicen que el piano fue inventado alrededor del año 1700 por Bartolomeo Cristofori. Pero él no inventó el piano; el piano fue creado por Brahma para dar alma a cada ser. Cristofori, en sueños, viajó a Akáshica y los ayudantes de la biblioteca le dieron el conocimiento de la existencia del piano para que él lo materializara en la Tierra. A los ayudantes de la biblioteca los llaman en la Tierra “musas de la inspiración”.

Es bien sabido que los pianistas son seres especiales, no todos por supuesto, sino aquellos que han sido tocados por Brahma. Increíblemente, tuve y tengo la oportunidad mágica de conocer a uno. Su nombre es Lezlye Berrio. Lezlye, un pianista poseedor del don de Brahma, tiene la capacidad de interpretar las sinfonías del alma a través de su piano. Cada nota que toca revive la sinfonía con la que un alma fue creada, y es como si la volviera a crear, como un renacimiento con cada interpretación.

Brahma le otorgó a Lezlye el don de interpretar almas. Lezlye habla con las notas musicales a medida que las toca, y en cada una de sus interpretaciones, quienes lo escuchamos podemos conversar con su música, una conversación interna entre nuestra alma y el alma del mundo.

Lezlye tiene un proyecto que se llama Historias del Piano Colombiano. Él no lo sabe, pero un día el bibliotecario encargado de la sección de almas de la biblioteca Akáshica se dio cuenta de que las almas creadas en estas latitudes que llamamos Colombia se estaban desvaneciendo, las partituras se hacían translúcidas. Los escritos y la música dentro del universo tienen una particularidad: si no son leídos y escuchados, se desvanecen, se convierten en sombras y se los traga un ser glotón llamado olvido.

Que se desvanezcan las partituras de las almas de Colombia sería un acontecimiento nefasto dentro del universo. Millones de almas desaparecerían y esta tierra sería devorada por el caos y la entropía.

El bibliotecario encargado de la sección de almas tomó su lupa mágica y buscó en Colombia qué pianista tenía el don de Brahma, quién era capaz de interpretar las almas ya escritas y materializadas por compositores colombianos. Esas sinfonías de almas debían ser nuevamente tocadas, recordadas, materializadas, para que esas almas nacieran de nuevo en cada interpretación. Al mirar con su lupa, Lezlye brilló con tanta luz que parecía un sol dentro de la tierra. El bibliotecario sonrió: encontró un pianista de almas, se llama Lezlye Berrio.

El bibliotecario sembró en Lezlye la semilla de interpretar composiciones colombianas, dando vida a las almas en partituras. Y para hacerlo, Lezlye empezó a sentir la necesidad de recopilar, montar y grabar los repertorios de los compositores colombianos que tengan por lo menos 50 almas en partituras. Así grabó a Luis Antonio Calvo y Pedro Morales Pino. Cada vez que interpreta la música de ellos, le da vida a la partitura de un alma.

Leí un día en la biblioteca Akáshica que la partitura del alma de los páramos de Sumapaz y de Cruz Verde fueron compuestas en este plano físico por Luis Antonio Calvo. Entonces, cada vez que Lezlye con su piano interpreta una de esas composiciones, ilumina con vida y magia ambos páramos, las almas de ambos páramos renacen y brillan con intensidad.

Entonces, cuando cada uno de nosotros escucha a Lezlye interpretar la música de Calvo o Morales Pino, está escuchando cómo renace el alma de una parte de Colombia.

Lezlye es efectivamente un pianista de país. Con su piano revive las almas de este territorio. Gracias a él, a su piano y a su interpretación, no se desvanecieron las partituras del alma de Colombia.

Escuchar a Lezlye interpretar estas composiciones es un trance espiritual, un viaje a través del universo y la creación misma. Su piano, tocado por sus manos mágicas, nos conecta con nuestro interior y con el universo que nos rodea. Lezlye es, sin duda, un pianista que interpreta almas. Sería un sueño que algún día interpretara la mía.

Les dejo por aquí la playlist de la música de Lezlye Berrio, para que escuchen las almas de Colombia.

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