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La Vida es Sagrada: base de la educación

Se ha firmado un acuerdo de paz que ha contribuido a disminuir la tasa de homicidios en Colombia. No obstante, la cultura de la violencia, de la agresión a quien piensa diferente, es prevalente en algunos sectores.

Dicha cultura se manifiesta, entre otros contextos,  en la forma en que líderes políticos y seguidores suyos se expresan de sus adversarios. A propósito de la llamada a indagatoria de parte de la Corte Suprema de Justicia, el lenguaje de la agresión está a la orden del día.

En Colombia, durante algo más de cinco décadas, fueron asesinadas alrededor de 220 mil personas. Millones fueron desplazados de manera violenta y decenas de miles desaparecidos.

Los factores para tal grado de violencia fueron múltiples: intolerancia política, lucha por la tierra, proyectos armados ilegales, paramilitarismo, narcotráfico, corrupción.

Con todas sus imperfecciones, el proceso de paz que firmó la administración Santos ha contribuido ha disminuir la tasa de homicidios, así como otros índices como el de víctimas por minas antipersonal.

Sin embargo, a pesar de lo anterior, persiste en Colombia una cultura de agresión que se manifiesta de diferentes maneras: indiferencia de cara a los asesinatos de líderes sociales que, por estas semanas, están presentándose prácticamente a diario;  ausencia de repudio frente a hechos atroces como los falsos positivos y los asesinatos cometidos por el paramilitarismo y la guerrilla.

La teoría de los “muertos buenos” (es decir, aquellos que no pertenecn a la propia cuerda política) ha sido expuesta, con frecuencia, por quienes debían dar ejemplo de respeto por la vida de cualquier ser humano.

Dicha cultura es un obstáculo formidable para la reconciliación y la construcción de confianza entre colombianos, bases para la anhelada convivencia pacífica.

Se trata, en consecuencia, de un reto descomunal que debe ser afrontado, principalmente,  por quienes tienen a su cargo la educación en Colombia. No bastan cátedras de paz o de urbanidad. Se trata de un alfabetismo básico, transversal, que debe estar presente en todas las actividades de las instituciones educativas, así como en las de las organizaciones de padres de familia. Es el referido al artículo 11 de la Constitución Política de Colombia: “El derecho a la vida es inviolable”.

El lenguaje es la morada del ser, solía decir el filósofo alemán Heidegger. La forma como se utiliza el lenguaje para referirse a quienes piensan y actúan diferente debe estar marcada por el respeto.

Sin respeto por el otro, Colombia no superará la violencia endémica que la ha caracterizado por 200 años. Lenguaje para respetar, lenguaje para repudiar la violencia, lenguaje para la construcción de confianza.

La vida es sagrada.
Autor:
 
Rafael Orduz
Gerente General Fundación Compartir

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