Una camiseta deportiva no debería ser una invitación a tiro al blanco, sino un motivo de alegría. Los estadios, campos de rivalidad entre hermanos, no modernos coliseos romanos en donde la muerte sea el máximo trofeo. Que los violentos le hagan un favor al fútbol y lo dejen en paz, pueden buscar otras excusas para desahogar sus ansías agresivas, sus rencores sociales, sus frustraciones afectivas. Los jóvenes no deberían utilizar el fútbol como careta para expresar violentamente su inconformidad social, sino buscar manifestaciones creativas y solidarias ante sus necesidades y carencias. Los adultos deberíamos ayudar a identificar las causas psicológicas, sociales, económicas e incluso políticas de la violencia entre aficionados al fútbol y dar soluciones efectivas. Si al final, fuera un simple problema de mala imitación de fenómenos similares en el extranjero, también se pueden imitar las soluciones que autoridades de otros países han encontrado. En todo caso, porque no se trata de encontrar el blanco inmaculado perfecto, pero tampoco de acostumbrarnos al luto permanente, el horizonte multicolor de los estadios debe apoyar #futbolenpaz.
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