Líneas de arena

Publicado el Dixon Acosta Medellín (@dixonmedellin)

El Señor Obama

Barack Obama en su despacho presidencial, con la pequeña hija de uno de sus colaboradores.
Barack Obama en su despacho presidencial, con la pequeña hija de uno de sus colaboradores.

Barack Obama, dejó de ser el inquilino de la Casa Blanca, para ser nuevamente ciudadano, luego de esa inmensa responsabilidad de ser el presidente de Estados Unidos, que equivale a liderar el mundo.  No debo y no quiero hacer un examen político de la gestión del ex presidente Obama durante ocho años al frente de la nación más poderosa del globo, eso se lo dejo a los analistas políticos.

Como Barack Obama, vuelve a ser un ciudadano libre (iba a escribir común y corriente, pero no lo considero ni lo uno ni lo otro), sobre lo que puedo y deseo comentar es sobre la persona, al menos, sobre la impresión que me ha dejado a distancia. Un buen hijo, esposo y padre, que intentó llevar al plano político, la decencia, inteligencia y bondad que le caracterizan. Repito, mi labor diplomática no me permite hacer análisis políticos del ex presidente Obama, pero sí puedo hablar sobre el señor Barack Obama.

Obama nació en Hawái, con raíces multiculturales, pues su padre era keniata y su madre estadounidense, quien luego se casaría en segundas nupcias con un ciudadano indonesio, viviendo por algunos años de su niñez en Yakarta. Luego Barack Obama regresaría a Estados Unidos, para vivir con sus abuelos maternos. El abuelo, fue la figura paterna esquiva en su tierna niñez. La abuela, quien dio estabilidad a la columna vertebral materna. En Chicago siendo estudiante de derecho, conocería al amor de su vida, Michelle, con quien conformó el hogar al que llegarían dos niñas. Quizás por esos cambios bruscos de la primera etapa de su vida, Obama se ha preocupado por dar estabilidad a su familia.

Es sin duda, Barack Obama un hombre de hogar, y seguramente uno de sus grandes logros personales fue dar normalidad a la vida de familia en un medio tan complejo como el de Washington, mientras duraron sus dos periodos presidenciales. Independiente de su encanto, a la familia Obama se le recordará porque nunca hubo un asomo de problema o escándalo como habitantes de la Casa Blanca.

En el año 2012, Barack Obama estuvo en Cartagena de Indias, Colombia, para asistir a la VI Cumbre de las Américas, en donde había tanta tranquilidad en esa bella ciudad, que hasta el servicio secreto estadounidense se contagió del ambiente caribeño, sensual y romántico, para terminar en una penosa situación, que injustamente se llevó los titulares de una reunión en la cual se sembraron semillas en asuntos fundamentales, como una mirada diferente sobre las drogas y el futuro restablecimiento de relaciones de Estados Unidos con Cuba. Pero aparte del comportamiento de sus agentes de seguridad, quien se llevó todas las miradas, por su carisma y simpatía, fue sin duda el presidente norteamericano.

Tuve la fortuna de estar en esa Cumbre, como funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores y recuerdo de manera especial, el ingreso de los presidentes al auditorio Getsemaní del Centro de Convenciones Cartagena de Indias para la inauguración del evento. Conté con la suerte de estar en puesto privilegiado, en una silla adyacente al corredor por donde bajaban los líderes a tomar su lugar en el escenario. Uno a uno fueron bajando las escaleras y cuando le correspondió al presidente Obama, todos estábamos con gran expectativa, cuando apareció con su clásico trotecito, confieso que estuve tentado de poner la mano, para chocar esos cinco dedos, pero lógicamente me ganó la prudencia que dicta el protocolo en estos casos, así que me limité como todo el mundo a aplaudir y darle la bienvenida, recibiendo un amable gesto de su parte.

Ahora que ya no es presidente, me encantaría encontrármelo un día y poder estrecharle su mano, agradecerle por ser tan buen ejemplo no solo para los líderes, sino para los ciudadanos del mundo, e invitarlo a un cafecito colombiano, para hablar de literatura, música y cine, aprovechando que varias veces se ha referido a nuestra cultura, como al recomendar “Cien años de Soledad” en la lista de libros del New York Times o un grupo musical colombiano en un verano pasado. Porque como decían mis antiguos compañeros de colegio, para designar a alguien que personificaba la excelencia, ese hombre debe ser un bacán.

Dixon Acosta Medellín

En Twitter durante ratos no laborables, leo y escribo a señoras y señores como @dixonmedellin

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