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Para las Rosas, como Carmen, que alegraban las solapas.

Quizás no sea tan publicitado como el llamado triángulo de las Bermudas, la famosa área 51 en Estados Unidos, o las investigaciones detectivescas del gran Sherlock Holmes, pero el ojal de la solapa igualmente representa un gran misterio en formato pequeño. Cada vez que debo vestir la chaqueta de paño, por unos instantes me quedo absorto viendo el ojal de la solapa y comienzo a especular sobre su origen, función y vigencia actual.

La persona que haya inventado el ojal de la solapa, que supongo fue en un taller de sastrería o de costura, quizás sin proponérselo logró una creación sobre la nada, cristalizó los discursos sobre el espacio vacío. Se adelantó a Einstein, Stephen Hawking, demás científicos, así como los infaltables escritores de ciencia-ficción que han venido hablando sobre los agujeros negros, la antimateria y naderías afines. El ojal es finalmente un fragmento de aire, rodeado de una frontera hecha de hilo, construida con puntadas precisas y por dedos expertos, alguno cubierto con su coraza medieval, llamada dedal.

Dicen que el ojal de la solapa, tiene un origen militar, lo cual explicaría que este vaya en rango superior a sus otros congéneres y que a diferencia de aquellos que tienen una función claramente definida como habitación de los botones, este sirva para ostentar medallas y galones. Al parecer el ojal de la solapa era albergue para un botón y era el que se acostumbraba a desabrochar en las casacas militares, con el tiempo se mantuvo la costumbre aunque sin botón.

Sin embargo, los pines que han resultado ser los descendientes humildes de las grandes condecoraciones del pasado, no pueden ponerse en el hueco, porque la aguja del broche debe atravesar tela para fijarse. Igualmente la práctica romántica de lucir una flor como un clavel o la rosa, que generalmente era regalo de la mujer amada, entró lamentablemente en desuso y quien se atreva a llevarlo como se debe, se arriesga al escarnio público, al chisme y al chiste de doble sentido.

Tristemente el ojal de la solapa ha terminado ser como el apéndice, todos lo cargamos, aunque no se sabe claramente para qué.

Por ello, no deja de ser interesante que hoy por hoy, el ojal de la solapa se mantenga más por tradición que por utilidad. Quizás sea el punto final de la obra de los arquitectos de vestidos. Aunque a ratos pienso que el ojal de la solapa, pudo ser la excusa perfecta para un sastre que tuvo un accidente, a quien un ácido o exceso de plancha le perforó un gran trabajo y en lugar de hacer otra chaqueta, tuvo la genial idea de inventarse un hueco que no sirve para nada, aparte de motivo para alguna especulación escrita.

Cada vez que visto la chaqueta de paño por unos instantes me quedo absorto viendo el ojal de la solapa, pero no entro en especulaciones porque me recuerda que debo ir a trabajar a la oficina.

Dixon Acosta Medellín

A ratos en Twitter meto botones en ojales esquivos como: @dixonmedellin

P.D.: Dejo una idea sin patentar, por si algún orfebre inquieto desea recogerla. Inventar un nuevo modelo de pin, que en lugar de aguja, tenga un sencillo mecanismo tipo clip que se introduzca en el ojal de la solapa y pueda dársele un adecuado uso a ese espacio desaprovechado.

Avatar de Dixon Acosta Medellín (@dixonmedellin)

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