Líneas de arena

Publicado el Dixon Acosta Medellín (@dixonmedellin)

El joven que se escondía de la Navidad

 

"Feliz Navidad" cuadro de Viggo Johansen (1891)
«Feliz Navidad» cuadro de Viggo Johansen (1891)

A la memoria de Carmen Rosa Medellín, quien me esperaba en la ventana

Hubo un joven que se escondía de las celebraciones navideñas, en la época cuando todavía no había conciencia social sobre el ambiente ni sobre los peligros de la pólvora y los vecinos salían desde temprano a detonar los diferentes artefactos explosivos, algunos de los cuales realmente eran atronadores, incluso en fogatas improvisadas se quemaban las esponjillas de lavar las ollas y se les hacía girar con un cordel, creando un halo de luces que lanzaba centellas por doquier, todo ello muy riesgoso y por ende, divertido. Un fotógrafo curioso pudo haberse ganado un premio internacional plasmando las chispas que chocaban contra los cables eléctricos, que pasaban cerca de cilindros de gas, que llovían sobre los niños pequeños quienes veían la escena con la boca abierta.

 

En las casas mientras tanto los pesebres con la escena del nacimiento del hijo de Dios, se adornaban con el musgo de bosques de niebla. La tradición religiosa sobrepasaba cualquier asomo de preocupación ecológica en las familias. Las canciones de música tropical que se desempolvaban cada doce meses, retumbaban a través de los parlantes de radios, tocadiscos y las grabadoras de casetes. Los casetes eran unos seres rectangulares, con dos ojos de cuencas vacías y una lengua interminable que cuando salía de su estuche al enredarse en el aparato reproductor, se convertía en una cinta kilométrica, con una capacidad de embrollarse en sí misma, cual serpiente bíblica; irrompible además.

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Pero volvamos al joven escurridizo. El muchacho no se escondía, porque le tuviera miedo a la pólvora, a su ruido estruendoso, a la posibilidad de terminar quemado por las pequeñas bombas nucleares que se lanzaban unos a otros. Ignoraba los llamados de los vecinos, especialmente el inconfundible silbido de su cómplice incondicional, el chico rubio y pecoso que vivía al lado de casa y las llamadas telefónicas de amigas que le invitarían a alguna fiesta que se estaría organizando. Se pensaría que el precoz huraño no contestaba el teléfono para evitar los bailes, sobre todo los potpurrís, interminables mezclas de canciones con cambio de ritmo que aseguraban algún pisotón a la pareja de baile, considerando que era terrible danzarín.

El muchacho no se escabullía de las celebraciones de navidad y año nuevo por lo anterior. Se escondía, ante todo, porque deseaba pasar tranquilo aquellas dos noches en compañía de su madre-abuela Carmen. Acompañarla era lo mínimo, a cambio de tantos días y noches que se había escabullido de su lado durante el moribundo año. El joven sabía que llegaría el momento futuro en que extrañaría eternamente a quien lo había criado con amor, por eso quería pasar con ella unas navidades tranquilas, sin pólvora, ni música estruendosa o cena abundante. Una celebración silenciosa en medio del jolgorio de afuera.

Hubo un joven que se escondía de la navidad, un joven que alguna vez lo fui. Feliz Navidad y Venturoso 2015.

Dixon Acosta Medellín

A ratos en Twitter como @dixonmedellin

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