La vaca esférica

Publicado el eltrinador

“A mí recétenme un remedio natural”

Recientemente el presidente Juan Manuel Santos reconoció que ejercer excesiva vigilancia sobre los llamados medicamentos “naturales” era innecesario y propuso retirar muchos trámites a las empresas naturistas colombianas. Sin embargo, posiblemente, nos estemos enfrentando a un problema serio donde la vigilancia es más que necesaria.

Colombia cuenta con dos riquezas inmateriales enormes: la primera es la enorme diversidad de especies animales y plantas que para muchos científicos, situará a Colombia, en el futuro como foco de descubrimientos de fármacos. La segunda, es nuestra riqueza cultural, fruto de nuestra pluralidad étnica desde antes de la colonia. Saberes ancestrales se han mantenido y convivimos diariamente con chamanes y médicos tribales que han tenido cierto éxito en nuestra sociedad actual. Sabemos que los remedios de nuestra tradición indígena son obtenidos a partir de restos de plantas y animales. Es por esto que, pienso yo, muchos de nosotros preferimos buscar remedios “naturales” refiriéndome así a aquellos obtenidos de una planta o animal, de maneras similares a las utilizadas por nuestros indígenas: con pocos o nulos procesos de refinamiento químico. De esa manera, tomamos infusiones de semillas o cortezas de plantas, así como secreciones o huesos de animales en busca de encontrar alivio a nuestras enfermedades.

La idea de que lo “natural” es mejor que lo “artificial” es normal y ha acompañado a la humanidad desde el inicio de la química. Sin embargo, para la comunidad científica, la diferencia entre lo “natural” y lo “artificial” se derrumbó a principios del siglo XX cuando el alemán Adolf von Baeyer produjo, en su laboratorio y desde un compuesto inerte como el alquitrán del carbón, una sustancia que tradicionalmente era obtenida únicamente de las plantas: El tinte azul añil. Aunque, tradicionalmente era reservado para la ropa de las clases altas, después de descubrirse que este tinte podía producirse por otros medios que no fuera desde las plantas, se convirtió en uno de los más comunes, tan común que es el usado para teñir los pantalones Jean. El resultado significó la desaparición de millones de hectáreas de índigo, la planta de la cual tradicionalmente se obtenía el tinte.

La moraleja fue sencilla: las moléculas de las plantas son exactamente iguales a las obtenidas por procesos de laboratorio por muy complejas que sean. Tal fue la revolución que inició este proceso, que von Baeyer  recibió el premio Nobel de química en 1905. Desde entonces, la industria farmacéutica tradicional, siempre busca la molécula responsable de las características de las sustancias “naturales” (llamada principio activo). Esto con el fin de producirlas industrialmente y abaratar costos. La producción industrial también lleva a la estandarización y cuando nos tomamos un medicamento, sabemos exactamente cuánto estamos ingiriendo.

La industria química también ha conseguido descubrir moléculas que no se encuentran tradicionalmente en la naturaleza y muchas de estas se han convertido en remedios. La obtención y comercialización de estos medicamentos, implica inversiones de varios miles de millones de dólares y si estos son utilizados para dolencias muy específicas, pueden tener un precio nominal muy alto. Así, aprovechando los altos precios de algunos medicamentos, algunos avivatos, producen versiones adulteradas, vendidas a precios menores o iguales a los medicamentos originales pero que resultan inocuas e incluso perjudiciales para la gente. Esto unido a problemas de ejecución en nuestro sistema de salud y a que no tenemos tratamientos para todas las enfermedades, hace que muchos prefiramos acudir a remedios “naturales” principalmente para enfermedades degenerativas que son el gran desafío para la actual ciencia.

Sin embargo, es necesario llevar la atención a que muchas de estas sustancias “naturales” que aseguran ser milagrosas resultan siendo inocuas. Uno de los casos más conocidos en Colombia es el Revertrex, promovido por la actriz y modelo Amparo Grisales como secreto de la eterna juventud. Al mostrar que sus efectos eran nulos, la superintendencia de industria y comercio retiró el permiso para la comercialización del producto y obligó a Grisales a pedir excusas públicas y colocar en periódicos, anuncios diciendo que el real secreto para preservar la salud era el ejercicio y una dieta responsable.

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Muchas hierbas hacen parte de nuestra tradición medicinal. Sin embargo, si no se vigilan adecuadamente, pueden comercializarse medicamentos fraudulentos con el pretexto de ser «naturales».

Pero no solamente en país del sagrado corazón es víctima de inescrupulosos. Recientemente, en Estados Unidos, el doctor Mehmet Oz, cirujano cardiotorácico profesor de la universidad de Columbia, quien dirige el programa diario “the Dr. Oz Show” tuvo que comparecer ante el congreso de ese país cuando suplementos dietarios que él recomendó en su show como remedios infalibles contra la obesidad, incluyendo extracto de azafrán, semilla de café verde y semilla de mango africano, mostraron no tener ningún efecto y en algunos casos eran nocivos para las personas que los ingerían. El caso aún anda en juicio y lo más seguro es que el Dr. Oz tenga que rectificarse y pedir excusas públicas.

Hay que reconocer que la industria farmacéutica también ha producido fármacos que resultaron altamente nocivos para sus consumidores, el caso de la Talidomida, fármaco producido como sedante y calmante de náuseas durante los primeros meses de embarazo, resultó ser el causante de miles de deformaciones congénitas en Europa y África entre 1958 y 1963. Un estudio de la agencia de medicamentos y alimentos estadounidense comprobó estos efectos secundarios y la venta del fármaco fue prohibida. Aunque históricamente puede verse como un error el haber permitido comercializar estos medicamentos, el descubrimiento de la nocividad de estos fármacos y su retiro así como las leyes implementadas después de ocurrir estos casos, han sido un gran acierto dándole credibilidad a los organismos de control. Es por esto que confiando en el trabajo de estos organismos, un medicamento vigilado es mucho más recomendable a uno “natural”.

 

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