La realidad para dummies

Publicado el Nicolás Acosta

Partidos Políticos: ¿Dónde quedaron las ideas?

Mucho es lo que se ha hablado y propuesto alrededor de la necesidad de tener “partidos fuertes” últimamente. El ministro Vargas ha querido promover una nueva reforma política que tenga alcance, inclusive, de acabar con la posibilidad de votar por candidatos particulares dejando sólo la posibilidad de votar por partidos políticos. La propuesta del ministro, aunque bien intencionada, es apresurada y  está olvidando exigirle a los partidos lo más importante y básico de todo: tener ideas y ejercer su función limitados por éstas.

En términos generales podríamos definir el concepto de “partido político” como un grupo de personas que defienden un mismo conjunto de ideas y pretenden conseguir adeptos para representarlos en órganos de decisión de un país. La razón por la cual existen es, en el fondo, por practicidad y eficiencia. Con tanta gente hay que organizarnos muy bien para asegurarnos de que, por un lado, la opinión de todos sea escuchada y, por el otro, que las decisiones sean tomadas con eficiencia y efectividad. Decidimos que sólo algunos tomarían las decisiones en representación de los demás y los organizamos en partidos políticos que hacen públicas sus ideas y las delimitan claramente para que los representados, usted o yo, podamos decidir con cuáles estamos de acuerdo. Lo que se busca cuando se habla de “fortalecer” los partidos políticos es precisamente de tener pocos partidos con ideas claramente definidas con las cuales los ciudadanos se puedan identificar fácilmente para que el sistema y los simples controles ciudadanos puedan operar eficientemente. Por lo que deberíamos estar votando, entonces, es por ideas y no por personas.

Reformas como la que propone el ministro Vargas, entonces, son completamente lógicas si lo que se quiere es fortalecer los partidos: no dejemos que la gente vote mas por personas con las cuales se pueda sentir empatía por razones distintas a las ideológicas e incitémoslas a votar por organizaciones con ideas claras. El pequeño detalle que se está pasando por alto y que puede ser el talón de Aquiles de este tipo de iniciativas es que los partidos tienen de todo menos de ideas claramente definidas. Todos: desde el Polo hasta la U pasando por los verdes, son partidos con profundas ambivalencias ideológicas que los hacen parecer, mas bien, una cantidad de “gurús” políticos reunidos para ganar poder en vez de un grupo de personas que coinciden en una misma causa lo que demuestra que lo hecho hasta ahora como la ley de bancadas o la anterior reforma política no han sido suficientes.

Lo que deberíamos estar discutiendo, entonces, no es únicamente temas complejos de organización electoral sino, mas bien, el tema mas básico relacionado con la forma como le vamos a exigir a los partidos no sólo la publicidad de sus ideas sino también su sometimiento a las mismas. Si no lo hacemos el riesgo de avanzar en este otro tipo de iniciativas sería altísimo porque es como si estuviésemos construyendo y perpetuando una estructura sin cimientos. Las ideas no sólo hacen las veces de límite al actuar del funcionario público, quien ya no podrá apoyar o promover cualquier proyecto salvo aquellos que vayan en concordancia con las ideas de su partido, sino que además son uno de los elementos esenciales de la democracia y del concepto de representación en la medida en que sólo se podrá entender que mi voz es escuchada en los órganos de decisión cuando haya concordancia entre lo que me proponen y lo que hace mi representante en dicho órgano. Yo no estoy debidamente representando si voto por proteger el medio ambiente y quien está mandado a representarme vota a favor de verter los desechos en los ríos de Colombia.

En suma, entonces, queda aún mucho por hacer antes de seguir avanzando en formas de proteger estructuras que no son lo que deberían ser. Antes de proteger lo bueno tenemos que construirlo y los partidos políticos todavía no son lo que se supone que deben ser. Buscar fortalecerlos aún mas antes de consolidarlos y corregirlos es apresurado y podría terminar perpetuando sistemas personalistas y arbitrarios con espacios gigantes para la corrupción y el amiguismo. Los partidos necesitan limitarse por sus ideas y no por el arbitrio de sus miembros.

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