La droga, ¿y Colombia?

Publicado el Jorge Colombo*

Plan Colombia

Como muy claramente lo expone un articulo reciente del “Periódico Medico Británico”, una sociedad tiene únicamente dos opciones para lidiar con el problema de la droga: o bien le entrega la distribución de la droga a criminales, o bien le entrega la distribución de la droga a organizaciones reguladas por la ley [1]. No hay una tercera opción, porque esta vendría a asumir que no hay drogas.

Pero las drogas siempre han estado con nosotros. Y siempre lo van a estar pues la prohibición no funciona: no funcionó con el tabaco [2], no funcionó con el alcohol [3], no ha funcionado con la heroína, no ha funcionado con la marihuana, no ha funcionado con la cocaína. En fin, no ha funcionado con ninguna droga que se consume de forma recreativa. Y las drogas se consumen en todas partes: en países tan opresivos y precarios como Birmania y Corea del Norte, al igual que en los liberales y estables como los países escandinavos.

Estamos en que tenemos dos opciones. La que estamos intentando, la de entregarle la distribución de la droga a organizaciones al margen de la ley, trae consigo la financiación a criminales, la corrupción en entidades oficiales, el escalamiento de la toxicidad de la droga, la exposición de los usuarios a criminales. En fin trae consigo violencia [4].

En el escenario genérico de distribución ilegal, las partes negociantes no pueden resolver sus disputas por medios legales, sino que lo hacen recurriendo a la fuerza; aunque también se puede presentar un entendimiento implícito entre mafias y agentes del estado, que es cuando los distribuidores no amenazan ni atacan a las entidades oficiales sino que las capturan.

Es justamente de esta dinámica que surge el grueso de los problemas ligados al comercio de estupefacientes. La violencia y las mafias no son intrínsecos al negocio de drogas, es intrínseco a cualquier comercio ilegal. Ni el comercio de licor, ni el comercio de cigarrillo, ni las droguerías, ni las farmacéuticas son focos de desorden social (que son ejemplos de negocios de drogas que no están al margen de la ley). Por otro lado, riquezas naturales que son explotadas sin regulación oficial generan inestabilidad. El continente africano esta lleno de ejemplos.

Así pues, un estado no se ve amenazado ni por la producción ni por el consumo de drogas sino por las mafias encargadas de la distribución. Y eso simplemente porque, de lejos, la parte más rentable de un comercio ilegal es la administración de la mercancía [5]. No es ni el cultivador de coca, ni el jíbaro el que más provecho saca de todo el negocio. Es el distribuidor, el narcotráficante, el que se enriquece.

La diferencia fundamental entre el negocio ilegal de estupefacientes y la explotación ilegal de recursos naturales es el hecho que mientras un mineral (o cualquier otro recurso) tiene un valor intrínseco, el valor de la droga se infla artificialmente. La cocaína en las calles de Nueva York puede ser tan costosa como el oro, y la marihuana como la plata.

Cual es entonces la lógica detrás de la prohibición? Se espera que la prohibición ahorque tanto la oferta que el precio de la droga se vuelva inmensamente alto, así pocos la consumirían pues es económicamente inaccesible.

Pero eso no es lo que sucede, la demanda de droga sigue y los costos adicionales los termina pagando el consumidor y recogiendo el narcotráfico. Los esfuerzos en combatir el tráfico se traducen en mayor rentabilidad para la mafia. Igual, la tendencia es un precio que baja en un mercado no regulado y abastecido por una droga cada vez más pura [6]. Así, la prohibición evade el problema de la droga, que es el problema de salud y prevención, sopesándolo al ahora agravado problema de control de mafias.

Por otro lado, como la prohibición no puede acabar con la oferta y la demanda de droga, el esfuerzo inmenso que requiere administrar esta política pública es un esfuerzo permanente. Eternamente tendremos que atacar la distribución mientras esta sea ilegal. Es decir que la guerra contra las drogas no es una guerra en el sentido convencional, pues no hay parámetros ni para declarar victoria, ni para una retirada. Una guerra permanente es una idea ridícula. Lo que exige la prohibición es un estado de alerta permanente demasiado costoso.

Es dentro de ese estado de alerta permanente, un estado irremediablemente costoso, que aparece el Plan Colombia.

En su origen el Plan Colombia era una ayuda que el gobierno de los Estados Unidos le da al gobierno de Colombia para combatir el narcotráfico y la producción de estupefacientes. La violencia relacionada al tráfico de estupefacientes no había hecho menos que escalar desde el principio de los años ochenta. De igual forma pasaba con el área total de cultivo coca. El gobierno colombiano era incapaz, por sus propios medios, de combatir la producción al igual que de proteger a la población de las mafias. Conseguir el dinero del Plan Colombia fue, así pues, un triunfo diplomático de la administración Pastrana.

Aunque el primer desembolso del Plan Colombia fue en el 2000, los resultados, en lo que corresponde al cultivo de coca, no se vieron sino concretamente hasta después del 2007 [7]. Se puede asumir que la producción de cocaína también ha disminuido, aunque esto no lo podemos saber a ciencia cierta [8]. Igual eso no es lo que más nos preocupa a los colombianos. Respecto a la salud, cuanta cocaína entra a Estados Unidos o cuanta cocaína consumen nos tiene sin cuidado. Al igual que a los gringos no les importa cuanta cocaína (o cuanto tabaco) consumimos en Colombia. Para nosotros el consumo es preocupante unicamente porque la droga es lo que financia nuestras mafias. Y para el momento en que apareció el Plan Colombia, los narcotráficantes más violentos ya no eran los carteles urbanos sino las guerrillas y los paramilitares.

La razón por la cual el Plan Colombia empezó a rendir frutos fue el cambio de dinámica que llego durante la administración Bush a raíz de los atentados del 11 de Septiembre de 2001. La guerra contra las drogas se empezó a asociar a la guerra contra el terrorismo (que de hecho es otra guerra sin objetivo claro ni plan de retirada). El dinero que antes solo se podía utilizar para combatir el narcotráfico ahora se podía utilizar para combatir organizaciones terroristas, como las FARC. Y eso sí era lo que le importaba a Colombia. Como bien lo explica el ex-canciller mexicano Jorge Castañeda, el triunfo de la administración Uribe en términos de la guerra contra las drogas no es exactamente su lucha frontal contra las mafias (como sí lo esta haciendo la administración Calderon); sino que Uribe se dedicó a minimizar los daños colaterales de esa guerra [9]: secuestros, amenazas de la mafia, control de corredores estratégicos para el tráfico, presencia territorial de los narcotráficantes. Igual la violencia en Colombia empezó mucho antes que la guerra contra las drogas, lo único que hizo el tráfico de estupefacientes fue empeorarla.

Aunque el balance desde el punto vista colombiano, hoy, es positivo, desde la perspectiva norteamericana no lo es. En Estados Unidos la droga sigue muy presente, la capacidad de producción de cocaína en Latinoamérica es casí la misma que la de hace diez años, que es cuando empezó el Plan Colombia. Debemos recordar que el problema de narcotráfico en Latinoamérica empezó en Cuba, pasó a México, luego a Colombia y ahora volvió a México y se expandió a Centroamérica [10]. El cultivo ilícito de coca empezó en Bolivia y Perú, pasó luego a Colombia y ahora esta volviendo a Perú y Bolivia [11]. En general, el problema sigue vivo en Latinoamérica. Los gringos desembolsaron dinero para ayudar a Perú con los cultivos ilícitos de coca, luego ayudó a Colombia con el Plan Colombia, y ahora ayuda a México con la Iniciativa Mérida. El éxito de esas ayudas se ha visto en una mayor estabilidad política en Perú y ahora en Colombia. Pero no en un avance sustancial en la guerra contra las drogas.

Colombia no debería empeñarse en mostrarse como un frente victorioso en la guerra contra las drogas. Nuestra dolorosa experiencia con las mafias, nuestra autoridad en control de tráfico de estupefacientes y el balance de la región debería ser más bien utilizados para liderar los países hermanos en exigir un cambio de paradigma de control de estupefacientes. Basta de echarse el agua sucia entre vecinos. Es justamente porque las drogas son peligrosas que estas deberían estar minuciosamente controladas y reguladas por organizaciones reguladas por la ley y el estado. Igual, el tráfico ilegal tendrá que seguir siendo combatido, como se hace con el alcohol adulterado o el de contrabando.

De otra forma el gobierno estaría negando el hecho que el daño social que trae la guerra contra las drogas es mayor que el daño mismo de las drogas. Esto lo entendieron muy bien los gringos al acabar con la prohibición del alcohol. Y así mismo lo sabe nuestro nuevo Presidente, Juan Manuel Santos, que antes de que se preparara el Plan Colombia, en 1998, él firmó una carta, junto a muchos otros intelectuales y figuras políticas, dirigida al entonces Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, pidiéndole una reestructuración de la política anti-drogas [12].

Reestructurar la política anti-drogas no es sacar una bandera blanca, porque la guerra contra las drogas como guerra nunca ha existido, lo que existe es una política pública catastrófica que considera las drogas como una amenaza externa a nuestra sociedad, que es un principio errado: las drogas están entre nosotros y así lo seguirán porque la prohibición no funciona. Liderar una reestructuración de la política anti-drogas no mostraría al país como un país paria, muy al contrario nuestro país tiene una gran tradición de alcanzar una posición moral más elevada antes que muchos otros pueblos: la abolición de la esclavitud y el sufragio universal aparecieron primero en Colombia que en Estados Unidos. Es hora de dar otro paso adelante. En la próxima entrada explicaré porque el control y regulación de drogas es una posición moral más elevada que la de la prohibición.

Referencias

[1]: S. Rolles, An alternative to the war on drugs, British Medical Journal, BMJ 2010;341:c3360, Julio 13 2010.

[2]: J. Colombo, Tabaco, La droga, ¿y Colombia?, 22 de Junio de 2010.

[3]: J. Colombo, Los abstemios con su ley y los beodos con su licor, La droga ¿y Colombia?, 15 de Junio de 2010.

[4]: Effect of Drug Law Enforcement on Drug-Related Violence: Evidence from a Scientific Review, International Center for Science in Drug Policy, 27 de Abril de 2010.

[5]: B. Kilmer, P. Reuter, Doped, Foreign Policy, Prime Numbers, November/December 2009.

[6]: International Center for Science in Drug Policy, op. cit.

[7]: World Drug Report 2009, 1.2 Coca/cocaine market, United Nations Office of Drugs and Crime.

[8]: United Nations Office of Drugs and Crime, op. cit.

[9]: America is to blame for Mexico’s war on drugs, Intelligence Squared US, debate, 1 de Diciembre de 2009.

[10]: B. Schmidt, Ranchers and Drug Barons Threaten Rain Forest, The New York Times, World, Americas, Julio 17 de 2010.

[11]: S. Romero, Coca Production Makes a Comeback in Peru, The New York Times, World, Americas, Julio 13 de 2010.

[12]: UNGASS: Public Letter to Kofi Annan, Junio 1 de 1998.

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