George o nomics

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S.O.S., NECESITAMOS UNA IZQUIERDA! (PERO DE VERDAD)

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Nuestro sistema capitalista, ha tenido que sortear sus más duras batallas en el presente siglo, cada crisis, cada nuevo escándalo corporativo evidencia las fallas de un sistema que a partir de una estructura de incentivos perversos, se ha convertido en un pésimo distribuidor de riqueza que amenaza con destruirse a sí mismo desde sus entrañas.

La obsesión por el retorno al capital y la exagerada competencia, han creado la convicción que las rentas deben dirigirse a toda costa a los dueños del capital, elevando exageradamente los retornos de corto plazo, encareciendo los recursos, lo cual en lenguaje coloquial se traduce en que los accionistas de las empresas se “malacostumbraron” a tener ganancias puntuales enormes pasando por alto el largo plazo, la sostenibilidad, la calidad social o el medio ambiente, sin importar que cada cierto tiempo los mercados religiosamente les pasen cuenta de cobro.

En Estados Unidos, en estos años de postcrisis vemos como las empresas que han retomado la senda de la prosperidad y los buenos resultados, en lugar de usar sus excedentes para apalancar su desarrollo futuro, su sostenibilidad y… ¿por qué no?, mejorar las condiciones de sus empleados, deciden usar sus utilidades liquidas para re-comprar acciones, reducen el número de títulos en circulación elevando la relación de utilidad por acción afectando favorablemente su precio…. Buen negocio ¿verdad?…. no necesariamente… recursos que pudieron ser invertidos en investigación, ampliación y competitividad, terminan siendo transferidos a accionistas e inversionistas de portafolio comprometiendo el crecimiento en el largo plazo. Parte del problema se puede rastrear a la forma en que son compensados los altos ejecutivos de ese país (que no dista mucho a nuestra situación): ellos mantienen  posiciones altísimas en opciones de compra de acciones de las compañías que presiden, permitiéndoles aumentar vertiginosamente sus fortunas si el precio por acción supera el precio al que tienen derecho a comprarlas, en términos coloquiales su mayor motivación yace en el incremento del precio de la acción en el corto plazo.

Ante esta coyuntura de falta de eficiencia la distribución de la riqueza, se esperaría ver a una izquierda política activa, de contrapeso, trabajando día y noche para reformar a fondo el modelo económico, buscando el equilibrio entre retornos justos al capital y equidad general.

La izquierda debería estudiar juiciosamente modelos socialistas exitosos, casos como el canadiense, o los de Europa noroccidental, donde la gente con agrado asume cargas impositivas muy altas por que sabe que estas: –primero: no se irán a los bolsillos de los corruptos y –segundo: los ven convertidos en políticas reales de estado de bienestar; no tienen preocupación en caso de quedar cesantes, cuentan con servicios de salud de primera, balances pensionales equilibrados etc… También debería preocuparse por proponer un modelo agrícola sostenible, libre de populismo, ¿cómo vamos a hacer que nuestros campesinos compitan en un mundo integrado?, ¿cómo incentivar proyectos que tecnifiquen la producción agrícola, la eleven en escala garantizando un trato justo y la prosperidad para el los habitantes del campo?, ¿cómo hacer que las altas rentas de las tierras desincentiven su uso productivo? Solo para nombrar dos temas.

En Colombia nuestra mal llamada izquierda, que todo hace menos diseñar políticas sociales planeadas, ha enfocado su participación en el congreso exclusivamente a cazar peleas y saldar cuentas antiguas. Una de sus figuras más visibles y de mayor potencial, el parlamentario Iván Cepeda, dedica todos sus esfuerzos a criticar al expresidente Alvaro Uribe, ha gastado una cantidad impresionante de recursos en impulsar un debate por el tema del “paramilitarismo” que más bien parece un escenario de linchamiento a la figura de Uribe, fundamentado más en el resentimiento personal que en bienestar para el país.

Parece que nuestra izquierda cae en la misma trampa que los ambiciosos presidentes de corporaciones en Wall Street: el cortoplacismo, pareciera que su motivación exclusiva es la figuración permanente en los medios para garantizar los votos que permitan su permanencia en cargos de elección popular, cualquier política que demande más de un cuatrienio para probarse exitosa es desechada en pro de debates mediáticos o la constante obsesión por acabar con Álvaro Uribe.

Bien harían estos representantes en hacer una pausa, entender su posición en el espectro político y de ordenamiento económico, tomar ejemplo de su copartidario Jorge Robledo, quién en un acto digno de absoluto respeto, mantuvo distancia del gobierno actual en la campaña de reelección para no comprometer la objetividad de su posición de crítica, y quien al menos dedica buena parte de su tiempo a estudiar la problemática social y del agro en Colombia. Se puede distar ideológicamente del señor Robledo, pero no me atrevería a negar su integridad ideológica y su deseo por incrustar reformas de fondo con implicaciones sociales reales. Tampoco estaría de más revisar los planes de desarrollo de Rafael Correa en el Ecuador, quién con todos sus errores ha logrado diseñar y poner en práctica un modelo de verdadera transformación productiva de su país, de inversión responsable de rentas petroleras, y de economía de bienestar; llevando a esa nación a ser una nueva promesa de América Latina cuando hace quince años no conseguían mantener un presidente en el cargo más de dos años.

Amigos de la izquierda, ¿no llegaría ya la hora de dejar los carteles, la calle y los medios, para revisar la literatura, los casos de éxito y pensar más allá del año 2018?,

 

 

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