Femmes Fatales

Publicado el Claudia Plazas

¡La lucha de clases, la lucha por la salud!

La historia se ha destacado por representar esa lucha entre los que tienen y los que no, los pobres y los ricos, los  hombres libres y los esclavos, los patricios y la plebe, los señores feudales y los siervos, los maestros de corporaciones y los oficiales, el capital y el proletariado; una teoría planteada por Karl Marx en el siglo XIX, llamada la “lucha de clases”.

Dos siglos después, esa teoría sigue más viva que nunca en Colombia; ese país donde el mismo Presidente es capaz de diferenciar entre la vida de los que tienen dinero y poder y los que no tienen nada. “Si atentan contra una figura importante se rompen diálogos de paz”, declaro Santos en Enero. Solo se puede entender que si las FARC matan a un ciudadano común y corriente el proceso no corre peligro, al fin y al cabo, su vida no tiene el mismo valor que la de una “figura importante”.

Sin embargo, no hay mejor ejemplo para demostrar esa división clasista que existe en Colombia que el acceso a la salud. Los que pueden pagar, los que tienen influencia son aquellos afortunados que pueden recibir asistencia médica, los demás colombianos bien podrían estar condenados a morir en la puerta de cualquier hospital. ¡Gracias Ley 100!

Este no es nada más y nada menos que el drama de personas como Camila Abuabara, quien fue diagnosticada con leucemia en julio de 2010, cuando tenía solo 21 años. Hoy con 24 años y una muy mala experiencia con el sistema de salud colombiano, Abuabara fue desahuciada luego de ser víctima de una serie de negligencias.

A pesar de que Sanitas autorizó la quimioterapia para Abuabara cuando fue diagnosticada con leucemia, ella ha tenido que soportar retraso tras retraso en los procedimientos para su tratamiento.

El año pasado Abuabara tuvo una recaída, por lo que necesito retomar las quimioterapias. Al terminar el tratamiento de quimioterapia, ella tuvo que someterse a una operación de pulmón donde parte de este órgano le fue removido. Luego de la operación, Abuabara salió de la clínica. No obstante, lo peor estaba por comenzar.

El 16 de octubre, Abuabara radicó una solicitud de trasplante de medula, ya que su hematóloga dijo que tenía un riesgo muy alto de recaer, lo que reduciría la efectividad de la quimioterapia.  Sin embargo, la burocracia se interpuso en el camino de ella, pues el financiero de Sanitas se fue de vacaciones y el procedimiento para el trasplante se demoró. Aunque la espera ya era lo suficientemente tormentosa, Abuabara tuvo un obstáculo más en su camino pues Sanitas autorizó el trasplante equivocado.  Claro que Abuabara es firme en indicar que el trasplante no fue aprobado por iniciativa de Sanitas, sino por exigencia del Ministro de Salud y Protección Social, Alejandro Gaviria. Esto sucedió cuando Gaviria intervino el 23 de diciembre y ese mismo día se ordenó el trasplante.

Para desgracia de Abuabara, sus familiares y personas cercanas, el 27 de ese mes, ella pasó por un examen donde determinaron que nuevamente estaba en recaída y le propusieron otra vez la quimioterapia, sabiendo que esta podría no funcionar tan bien como se esperaba debido a la falta del trasplante.

Abuabara aceptó la quimioterapia, la cual comenzó en Enero, pero lastimosamente hace unos días la desahuciaron.

Obviamente, Camila Abuabara no es el Presidente Juan Manuel Santos, quien recibió atención médica en cuestión de horas. Camila Abuabara tampoco es el Vicepresidente Angelino Garzón, quien fue operado de urgencia, sin tener que esperar horas y horas en una sala mientras las EPSs determinan si podía tener el privilegio de ser atendido. “Privilegio” porque claramente la salud en Colombia dejó de ser un derecho para convertirse en un privilegio del cual muy pocos pueden “disfrutar”.

A Camila Abuabara, aparte de tener que enfrentarse a esta dura situación, ahora le toca vivir con ese pensamiento constante de qué hubiera pasado si Sanitas hubiera aprobado el trasplante correcto en el momento oportuno. Este caso es solo uno de los miles de casos de la mala atención médica en Colombia.

Abuabara solo tiene una opción y es aferrarse a un tratamiento experimental en el hospital de Pensilvania, Estados Unidos. No obstante, parte de su participación en este programa depende de Sanitas por el respaldo económico y los tramites (otra vez la burocracia) con los cuales la empresa debe colaborar para que Abuabara pueda viajar.

Parece increíble que la vida de una persona dependa de unos cuantos papeles y la disposición de una empresa prestadora de servicios por atender a sus clientes. Digo “clientes” porque en Colombia así son tratadas las personas por las EPSs y no como lo que deberían ser, “pacientes”.

A Camila solo le deseo lo mejor y la felicito por esa fortaleza que tiene para luchar día a día contra una enfermedad y contra un sistema tan grande y tan corrupto como el sistema de salud colombiano. En varias ocasiones he escrito sobre casos específicos, pero este caso es verdaderamente especial para mí por dos razones: la primera, Camila tiene casi mi misma edad y no me imagino en una situación como la suya, por eso aplaudo su entereza; la segunda, mi familia hace muy poco sufrió un golpe muy fuerte debido a la negligencia del sistema de salud donde un familiar se fue luego de esperar por años un trasplante de pulmón que nunca llegó.

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