Femmes Fatales

Publicado el Claudia Plazas

El socialismo no es como Venezuela lo pinta

Ad portas de unas elecciones trascendentales en Venezuela  y mientras el oficialismo y la oposición se preparan para argumentar fraude y desconocer los resultados, lo cual han anunciado públicamente, no caería nada mal hacer una evaluación de lo que ha significado el “socialismo” en ese estado. Básicamente, tanto en Venezuela como en otros países de la región se ha hecho trizas el verdadero significado del “socialismo”. Hoy en día el socialismo es visto como ese mal que, para muchos simpatizantes de la derecha, amenaza la economía de los países provocando situaciones vistas en Venezuela como el desabastecimiento y la alta inflación.

Sin embargo, es bueno resaltar que lo que se está viendo en Venezuela no es nada más que un intento fallido de la izquierda de ese país por expropiar compañías y usar el dinero que deja el petróleo para repartirlo entre simpatizantes, y armar a jóvenes que han crecido en la pobreza; una pobreza que está lejos de ser mitigada. El socialismo viciado de Venezuela en vez de reducir la pobreza se ha dedicado al financiamiento de pandillas urbanas y al enriquecimiento de miembros de la elite. Uno no puede llamarle socialismo a las políticas económicas que van en contra del concepto fundamental de dicho sistema económico.

Ahora bien, es importante tener en cuenta que el socialismo no implica que un estado tenga que vivir en medio de la pobreza. El hecho de que en Venezuela se use el término “socialismo” para respaldar las acciones caudillistas de Hugo Chávez, en su momento, y ahora de Nicolás Maduro, no representa en lo más mínimo las prácticas de propiedad social ni un control democrático de los medios de producción, más aun cuando se tiene en cuenta que los métodos empleados por los gobiernos de Chávez y Maduro tienen poco y nada de democráticos, ya que se han dedicado a alejar a la oposición de decisiones políticas, sociales y económicas vitales para la nación.

Las decisiones de economía política llevadas a cabo en Venezuela en los últimos años distan de representar el concepto de propiedad social en algunas de sus formas: propiedad pública o estatal, propiedad cooperativa, y propiedad equitativa ciudadana. Las expropiaciones llevadas a cabo con el objetivo de pasar el capital a manos del estado se han hecho de manera arbitraria en Venezuela. Del mismo modo, la distribución de propiedad que beneficia a los simpatizantes del oficialismo va en contra de la propiedad equitativa y cooperativa.

La idea del socialismo no es ni repartir casas ni expropiar a la loca sin un plan socioeconómico debidamente establecido. Los recursos obtenidos con el dinero del petróleo no se pueden usar de manera irresponsable, sin un diseño apropiado para fortalecer los sistemas de asistencia de parte del gobierno. El dinero como el petróleo no son llaves de recursos infinitos, los dos se acaban y en Venezuela ha quedado claro que las ansias por ganar y premiar adeptos han sido más grandes que el interés por robustecer la inversión social a largo plazo. Lo que ha sucedido en Venezuela en los dos últimos gobiernos carece de una planificación colectiva y consciente de los recursos, un aspecto fundamental del socialismo.

En Latinoamérica hay que dejar de creer que el sistema, si es que así se le puede llamar, usado por Chávez y Maduro representa el socialismo en su esencia. Lo que hay en Venezuela es un nido de politiquería carente de democracia que se ha empeñado en debilitar a la oposición y los simpatizantes de ésta por medio de detenciones y acciones que representan todo menos la democracia. Un estado donde solo la elite simpatizante del poder alberga el control de gran parte de los medios de producción, que pisotea los intereses de los demás sectores políticos y económicos no se puede hacer llamar “socialista”. No puede ser socialista un estado donde un gran sector de la población es ignorado en favor de las decisiones unilaterales del oficialismo. No es socialista un estado al cual se le salió de las manos la provisión de productos básicos. Pero sobre todo, no es socialista un estado donde gran parte de la riqueza se concentra en las manos de unos pocos. Lo de Venezuela no es socialismo, es solo un sistema populista y corrupto donde la economía ha caído estrepitosamente a manos de una inflación que ha afectado el poder adquisitivo de los consumidores.

Gracias a esa idea viciada del socialismo que han vendido los dos últimos gobiernos venezolanos es que ahora tenemos a representantes de derecha que identifican el término “socialismo” con miseria. El socialismo no implica que los ciudadanos tengan que andar en alpargatas para demostrar el verdadero interés por lo social, o que tengan que montar en burro, como muchos han dicho, para que sean coherentes con el rechazo al capitalismo.

El verdadero socialismo es aquel implantado en países como Canadá, Noruega, Suecia y Dinamarca, donde los ciudadanos tienen acceso a asistencia médica, educativa y económica sin o a bajo costo. Y para pesar de los contradictores que se han encargado de reforzar la idea del socialismo como un sistema propenso a la miseria, es bueno resaltar que en Canadá, Noruega o en algún otro país con tendencias socialistas, donde el bienestar social se ha convertido en prioridad, la gente no anda en alpargatas y ni monta en burro.

Cabe resaltar que esa izquierda Venezolana tan respaldada por la izquierda de países como Colombia se ha encargado de usar las mismas prácticas de gobiernos de derecha en su afán de oprimir la oposición. Más allá del sueño socialista que tan mal ha resultado, es inaudito que líderes de la izquierda Colombiana hoy en día no reconozcan que en Venezuela la oposición es víctima de esa persecución de la que ellos mismo fueron víctimas durante los años 80 y 90, donde partidos como la Unión Patriótica fueron amedrantados por medio de asesinatos y otras formas de persecución política. La persecución política atenta contra la democracia venga de la orilla que venga.

Apoyar de manera ciega las prácticas corruptas y arbitrarias de un gobierno de izquierda por el simple hecho de ser de izquierda no contribuye en nada al fortalecimiento de estas ideologías en Latinoamérica. Todo lo contrario, apoyar el tal “socialismo” Venezolano a toda costa le resta seriedad, carácter y simpatizantes a alternativas económicas, políticas y sociales que podrían resultar exitosas si éstas se alejaran de la corrupción y el caudillismo apoyado en un populismo barato que se aprovecha de los intereses de los más necesitados.

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