Esto mejora, pero no cambia

Publicado el Polo Díaz Granados

El vivo vive del bobo, ¡pero los samarios no somos bobos!

Dicen que el vivo vive del bobo y hay un cachaco muy sonado que le quiere ver la cara de bobo a los samarios. La joyita de la que les hablo es Luis Orlando Barragán, un bogotano –que cuando le convino se hizo el venezolano–que se quiere seguir enriqueciendo a punta de demandar al Distrito de Santa Marta.

La historia de este personaje con Santa Marta comienza en el año 2002, cuando el entonces honorable alcalde Hugo Gnecco Arregocés –posteriormente fugado, hoy convertido por la gracia divina y encarceladobásicamente lo que hizo fue suscribir un contrato (el 001 de 2002, descárgalo aquí si quierespara, literalmente, regalarle unos bienes públicos a la concesión Obras y Proyectos del Caribe, representada por el cachaco del que les hablo.

Ojo a esto, no se trató de que el alcalde cediera el dominio de unas propiedades a un privado para usarlas y que –después de x años las devolviera–, ¡No! Lo que hizo en ese momento Gnecco fue, literalmente, regalar tres inmuebles (la zona donde hoy está la galería comercial, el Pueblito y la plaza de mariscos) a una sociedad privada que, acto seguido, se dedicó a crear locales y comercializarlos para su propio beneficio. ¡Quién sabe qué estaría pensando (¿o ganando?) en ese entonces el alcalde Gnecco!

¡Eso fue tal cual les digo!, ¡Un regalo! Los predios pasaron a ser propiedad de estas personas, a cambio de que construyeran el mercado y, en retribución, le dieran unos cuantos localitos a la Alcaldía.

Ni cortos ni perezosos, de lo poco que alcanzaron a hacer, estos personajes hicieron de las suyas: las unidades que debían dar a la Alcaldía las dejaron para el segundo piso, las menos apetecidas, y ellos se dedicaron a sacarles registros a cada local del mercado para venderlos y quedarse con la plata. Por si eso fuera poco, tenían hasta intenciones de hacer un bar-hotel en el último piso del que debía ser el mercado. ¡Cosas que ni siquiera estuvieron en el Mercado!, pero qué más da, los inmuebles ya eran de ellos.

Como ya la historia lo conoce, la concesión beneficiaria de los predios del Mercado dejó sus obras sin terminar (ver fotoy se dedicó a sacarle plata a la ciudad. En 2005, a punta de reclamos, lograron su primer cometido: le sacaron más de 7 mil millones de pesos con una sanción que lograron que le impusieran al distrito, que se fue luego a 10.276 millones de pesos después de un acuerdo para no pagar más de la cuenta.

Hoy, 12 años después, y luego de que al fin la ciudad pudiera recuperar el dominio del Mercado en lo que -reconozco- fue de las muy poquiticas cosas que Caicedo hizo con méritos, esta ‘dizque concesión’ avivata a la que pertenece Luis Orlando Barragán a través de su firma Conequipos, pretende sacarle al bolsillo de los samarios… no mil, ni 10 mil, ni 20 mil, ¡sino 35 mil millones de pesos más! Por lo que ellos consideran sería una restitución de los 4 ladrillos que pegaron en el Mercado.

Yo les voy a decir a los 4 gatos que me leen: Este tal Barragán y su concesión nos quieren ver la cara de bobos, ¡pero nosotros bobos no somos! ¿A cuenta de qué darle 35 mil millones a una concesión que no cumplió con el objetivo de construir el mercado, y que hasta hotel querían construir para ellos mismos? ¿No les basta con los 10 mil millones que hace rato ya se mecatearon? Por algo al representante principal de la firma su momento lo capturaron con circular roja como uno de los protagonistas del escándalo de Corelca.

Yo solo digo una cosa: mientras tú y yo pagamos impuestos, en Santa Marta se reúnen 3 abogados que tienen la tarea de mediar en esta negociación en el marco de un laudo arbitral para tomar una decisión justa.

El exmagistrado Wenceslao Mestre, el litigante Gustavo Brugés y el experto en contratación estatal Juan Carlos Expósito Vélez son esos tres juristas que tienen en su poder definir lo que es justo para la ciudad.

Yo solo les digo una cosa: con toda esa plata que la concesión se quiere quedar nos alcanza pa’ comprar 175 millones de mogollas de a $200, suficiente para embolatarle el hambre (con 3 mogollas al día) a todos los pobres de la ciudad durante un año. ¿Cómo la ven?

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