Esto mejora, pero no cambia

Publicado el Polo Díaz Granados

Por qué no le creo nada al Mello Cotes

¿Te ha pasado que le echas una mentira a tu novia y se te arma la de Troya? Esto que te voy a decir no tiene ciencia: ¡El pilar de la confianza se basa en la verdad; en no decir mentiras! Cuando tú echas mentiras, se derrumba la confianza, ¡Ya no hay transparencia! Pues bien, ahora pasen esto al plano político y les aseguro que pasa lo mismo.

Les pongo el ejemplo: cuando la estructura política y familiar que –como con cuerdas de ventrilocuo– maneja al gobernador del Magdalena, Mello Cotes, decidió que él debía ser el gobernador del departamento, entonces le armaron un documento de 50 páginas que constituyó su plan de gobierno.

Pues bien, en la carreta de apertura de ese documento, titulada cual tarea de colegio: Reseña biográfica Luis Miguel Cotes se afirma en primera persona del singular (es decir, escrito por él mismo), lo siguiente: “En enero del 2008 reanudé mis estudios de Administración en la Universidad Santo Tomás en Barranquilla, en donde terminé mi carrera en mayo del 2011”.

Sepan los cinco lectores que le paran bolas a lo que escribo, que el 2 de julio de 2013, la propia secretaria académica de la Universidad, Luz Marina Rojas González, desmintió esto al afirmar que el señor “Luis Miguel Cotes H. se encuentra matriculado en el periodo académico I-2013, en el programa de Administración de Empresas” de dicha universidad, en la modalidad Abierta y a Distancia (clic aquí para ver la constancia).

Ahí es cuando uno se percata de que, si hacen bien las cuentas, falta tiempo en la vida para que a los veinte y poquitos años tengas en tu haber un largo periodo en la Asamblea como diputado, un montón de semestres en una interrumpida carrera universitaria en la del Norte, tras de eso 5 años en una supuesta carrera de pregrado que en realidad resultó ser falsa y, para terminar de completar, te quede tiempo para gobernar un departamento y no pelar cuanta parranda haya con whisky y parranderos vallenatos que finalmente se terminan beneficiando de los contratos que otorgan a dedo en la Gobernación (039, pa’ quien no lo haya leído).

Tal como tu novia te diría algo así como que: “si me dijiste mentiras, quién sabe cuántas mentiras más me habrás dicho…” nosotros los magdalenenses estamos en todo el derecho de recriminar al Gobernador en el plano político: “si nos dijiste mentiras desde el principio, ¿qué más vagabunderías no podrás hacer después?”

Lo cierto es que el ahora Gobernador del Magdalena no se tenía por qué poner en esas de inventar profesiones que no tiene. Le hubiera bastado con leerse el Padre Rico y Padre Pobre de Robert Kiyosaki, para darse cuenta que los títulos no son necesarios para taparse en plata –de lo cual estoy seguro que no tiene duda– y más bien, en un acto de sinceridad profunda, hubiera llenado esa página de su biografía con una sola frase: ¡Me gusta tocar acordeón!

Y si no me creen a mí, créanle a este…

Por Polo Díaz-Granados
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