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Una «vaca» para proteger los manglares que le dan el agua a Cartagena

Un nuevo proyecto, liderado por The Nature Conservancy, quiere cambiar la vida de los pueblos que ven pasar el agua potable de Cartagena y al mismo tiempo sufren de sed. Sin embargo, falta compromiso para hacerlo realidad.

En Bocacerrada ya está funcionando un vivero, con 20.000 plantulas de manglar. / Fotos: Cortesía Fondo de Agua de Cartagena

Por: María Paula Rubiano
Periodista Blog El Río y El Espectador

El 11 de marzo de este año, de San Onofre (Sucre) salieron dos lanchas cargadas de tarjetones, cajas y puestos de votación todavía doblados. Casi dos horas más tarde se acercaron a la orilla del corregimiento de Bocacerrada, un pueblito perdido entre los manglares del Canal del Dique y el Santuario de Flora y Fauna El Corchal. Allí los esperaba buena parte del corregimiento, que, en lugar de ayudarlos a desembarcar, se lo prohibió. Esta vez, dijeron, no ayudaremos a escoger a los políticos que van a olvidarnos cuando estén sentados en las cómodas sillas del Congreso.

Bocacerrada se cansó, titularon los medios. Y no es para menos. El pueblo se cae a pedazos: la iglesia no tiene techo, ni sillas, y el centro de salud es una casa vacía. El colegio, pintado de azul, tiene cuatro salones, pero sólo hay tableros y pupitres en uno de ellos, y un computador dañado sólo sirve para probarles a los niños que hay otro mundo allá afuera, donde hay electricidad y no hace falta la leña. El agua salada del Caribe ahoga las bases de las casas de octubre a diciembre, y a punta de salitre pela la pintura de las casas de los 565 pescadores.

Las calles, cuando no son una maraña de arroyos por las crecidas marinas, no están pavimentadas. Todos los días, una columna de humo quema las basuras del pueblo. Atrás, en un caño de agua dulce, la gente bota sus excrementos, cuando no lo hace a campo abierto. No hay agua potable, ni sistema de alcantarillado. Justo detrás del pueblo, un espeso bosque de mangle los separa de un ecosistema prístino, el Santuario de Flora y Fauna El Corchal, de donde se saca el agua potable para Cartagena.

En 2012, la organización The Nature Conservancy (TNC) empezó a buscar aliados para crear un Fondo de Agua para Cartagena, una herramienta que busca conservar las fuentes de agua que dan vida a los centros urbanos. Ya por esos años se escuchaban las voces que alertaban sobre la expansión de la ganadería en las zonas inundables, la tala de los manglares y la pérdida paulatina del delicado equilibrio de agua dulce y salada en las ciénagas de la cuenca baja del Canal del Dique.

Alejandro Calvache, coordinador de la estrategia de aguas de TNC, cuenta que cuando empezaron a investigar se dieron cuenta de la situación paradójica que se vivía en la región. “Los cuatro corregimientos —Bocacerrada, Rocha, Puerto Badel y Correa— ven el agua pasar y ellos mismos no tienen condiciones básicas de salud, vivienda, agua, nada. Esas comunidades no tienen formas de vida ni formas de sustento, por eso hacen caza, pesca y tala indiscriminada”. Conservar el agua de Cartagena era una misión perdida sin tener en cuenta a la gente.

Por eso, a diferencia de otros fondos en los que lo primero es un diagnóstico ambiental, para el Fondo de Agua de Cartagena se hizo un diagnóstico socioeconómico. Las entrevistas, realizadas entre noviembre de 2012 y enero de 2013, les mostraron que la mayoría de los pescadores (58 %), obtuvieron ingresos que no superan el millón de pesos mensual. En promedio, los pescadores de la zona se las arreglan con $696.000 cada mes.

Con esos datos en mano, TNC y la Fundación Promotora del Canal del Dique echaron a andar un piloto en Correa, un corregimiento de María La Baja. María Eugenia Rolón, directora de la Fundación Promotora del Canal del Dique, cuenta que allí crearon una parcela productiva en la que participaron alrededor de ochenta mujeres, quienes se comprometieron a no intervenir más el bosque de mangle, pero en cambio se dedicaron a cosechar hortalizas, especies frutales y madereras y a mantener un gallinero comunitario.

Doce meses más tarde, en Correa ya tenían más de 2.500 metros cuadrados de sembrados de berenjena y ají , 500 plantas de sábila, 100 de tomate, 400 plántulas de pimentón, 250 plantas de hierba limón y un semillero con semillas orgánicas de orégano, perejil y toronjil. Con esos resultados, TNC y la Fundación Promotora del Canal del Dique salieron a buscar aliados para volver realidad el Fondo de Agua de Cartagena, que beneficiará a 5.844 familias de la cuenca y más de un millón de cartageneros.

En 2016, con los apoyos del Distrito de Cartagena, la Empresa de Acueducto de Cartagena, la Cámara de Comercio de Cartagena, la CAR del Canal del Dique, la Fundación Mario Santo Domingo y la Fundación del Grupo Argos, se lanzaron al agua. Con un presupuesto de $9.184 millones quieren ejecutar siete proyectos en cinco líneas de acción.

Pero el proyecto empezó a paso lento. Dos años más tarde apenas han podido implementar un vivero de plántulas de mangle en Bocacerrada. “Lo que ha pasado es que esto no es totalmente ajeno a la dinámica institucional que ha habido en Cartagena. La inestabilidad institucional de la Alcaldía y la corporación ambiental ha dificultado el proceso”, cuenta Calvache.

Por eso, dice, necesitan un mayor apoyo del sector privado cartagenero. En todo el mundo, los fondos de agua funcionan con inyecciones de capitales privados y públicos, que son administrados por organizaciones independientes y ejecutados en comunidades vulnerables. En Cartagena, en cambio, los grandes hoteleros han sido tímidos a la hora de proteger el agua que necesitan. Sin embargo, Calvache y todo el equipo de fondos de agua están seguros de que todavía están a tiempo para vincularse a la iniciativa.

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