El MERIDIANO 82

Publicado el El meridiano 82

Un pequeño refugiado centroafricano muere antes de poder reunirse con su familia

Otra entrega de la colaboración entre el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y El Meridiano 82.

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Por Dalia Al Achi, oficial de ACNUR en en Bangui, República Centroafricana

El dolor de la separación ha sido demasiado para el pequeño Youssoufa, un niño centroafricano que falleció la semana pasada tras ponerse en huelga de hambre, desesperado por escapar de una cárcel virtual y reunirse con sus padres.

Youssoufa ha sido una de las últimas víctimas del amargo enfrentamiento entre comunidades que ha llevado la violencia y el terror a su país desde marzo de 2013, cuando las fuerzas musulmanas y antigubernamentales séléka tomaron el control en Bangui y cometieron tremendos abusos de derechos humanos, desencadenando así una sangrienta respuesta por parte de las milicias cristianas anti balaka.

La violencia extrema ha causado un desplazamiento masivo de población, con decenas de miles de personas obligadas a huir de sus hogares y encontrar seguridad tanto dentro de la República Centroafricana como en países vecinos. Muchos niños quedaron separados de sus familias durante el caos de la huida, incluyendo a Youssoufa y sus dos hermanas, Ramatou y Awaou.

Ya es demasiado tarde para Youssoufa, pero esperemos que sus hermanas y otros menores separados que se encuentran en el enclave de Yaloke, donde llevan meses atrapados, se reúnan con sus familiares en Chad y Camerún.

La dura experiencia del chico comenzó en febrero del año pasado, cuando su familia y otras personas huyeron de los ataques de grupos armados contra personas de etnia peul -musulmanes nómadas en su mayoría- y fulani en la prefectura de Lobaye, al oeste de Bangui, la capital del país.

Caminaron durante meses, escondiéndose en los bosques para salvar sus vidas y desesperados por encontrar un lugar seguro. Pero el desastre les golpeó cuando la familia intentó subirse a un camión para dirigirse a Camerún. En la lucha desesperada por subir, los padres de Youssoufa lograron escapar pero el niño y sus dos hermanas se quedaron atrás junto a su abuelo.

Los cuatro, tras escapar de los ataques, encontraron refugio en una pequeña ciudad llamada Yaloke situada a unos 200 kilómetros al noroeste de Bangui. Pero su nuevo refugio se convirtió en una prisión en la que vivían unas 400 personas de etnia peul en un perímetro de 500 metros y protegidos por tropas. Esto fue un shock para este pueblo orgulloso y nómada que se encontró de repente incapaz de mantenerse por sí mismo y dependiente de la ayuda humanitaria.

A medida que las condiciones se deterioraban, Youssoufa se deprimió y desesperó más. No había visto a sus padres desde hacía más de ocho meses y había sido testigo de todo tipo de horrores durante su huida. Se puso en huelga de hambre durante varias semanas y se negó a comer hasta que viera a sus queridos padres de nuevo.

Todos quedaron conmovidos con este niño y su amor por su familia, al tiempo que entristecidos cuando le fueron viendo empeorar. Hace dos semanas ACNUR finalmente logró localizar a sus padres en Gado, al este de Camerún.

Los padres estaban felices de saber que los tres niños estaban vivos, pero al mismo tiempo se preocuparon por la situación. Mientras esperaban el ansiado momento de la reunificación les llegó la devastadora noticia de que su hijo había muerto de amor por ellos y había perdido su infancia.

Mientras llora su pérdida, ACNUR espera reunir a las hermanas de Youssoufa con sus padres. La Agencia también ha identificado a otros 14 menores separados en el enclave de Yaloke, así como a 23 personas que desean reunirse con sus familiares en Camerún o Chad.

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