El MERIDIANO 82

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Jonathan Pollard, el espía clave en el proceso de paz entre Israel y Palestina

Por: Daniel Salgar Antolínez / @DanielSalgar1

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Hace ocho meses, cuando comenzó el proceso de paz entre Israel y Palestina, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu anunció, como un gesto de paz por parte de su gobierno, la liberación de un grupo de presos palestinos. El anuncio fue bien recibido en Rammallah, aunque la Autoridad Nacional Palestina (ANP) hizo saber al mundo que dicho acto no constituía en modo alguno un claro gesto de paz, como sí hubiera sido detener la expansión de asentamientos ilegales en Cisjordania, cosa que hasta ahora no ha sido posible.

Ahora las posibilidades de que se logre una prórroga en los diálogos de paz más allá del 29 de abril, fecha en que debería conocerse un “acuerdo macro” para las negociaciones, dependen de la liberación de otros 26 presos que Israel se ha negado a realizar, con el pretexto de que Palestina debe hacerle un reconocimiento público como Estado Judío –reconocimiento que Palestina, con el apoyo de la Liga Árabe, ha negado definitivamente– . Mientras el secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, sigue intentando una flexibilización de las partes para alargar los diálogos, parece que en el terreno sucede justamente lo contrario:

Israel anunció una nueva licitación por parte del gobierno para construir 700 viviendas en barrios de colonización en Jerusalén Este, uno de los territorios ocupados de Palestina y anexados ilegalmente a Israel. En respuesta a este impulso a la ocupación israelí, que ha sido una constante durante el proceso de paz, el gobierno palestino decidió retomar su estrategia por buscar justicia y reconocimiento ante Naciones Unidas; anunció que pedirá su adhesión a 15 agencias de la ONU y a tratados internacionales, «comenzando por la Cuarta Convención de Ginebra sobre la protección de civiles», según el presidente de la ANP, Mahmud Abas. Cuando iniciaron los diálogos, los palestinos habían prometido congelar esa estrategia ante la ONU, a cambio de la liberación de la totalidad de los presos por parte de Israel.

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En medio de los debates por la liberación de presos y el reconocimiento del Estado judío, que no dejan de ser puntos importantes, han quedado en segundo plano los temas gruesos del proceso de paz: el fin del programa de construcción de asentamientos israelíes en Cisjordania, el derecho al retorno de los refugiados palestinos que tuvieron que abandonar sus tierras desde que Israel fue creado por la ONU en 1948, el control de los recursos acuíferos en Cisjordania por parte de Israel, las garantías para la seguridad de Israel, el futuro de Jerusalén como capital internacional y el respeto de Israel por las fronteras previas a la Guerra de 1967, en la que conquistó el Sinaí egipcio, los altos del Golán sirios, la franja de Gaza y Jerusalén este.

A menos de un mes para llegar a la fecha límite, surge una nueva propuesta destinada a lograr que las partes sigan negociando después del 29 de abril. Fuentes israelíes y estadounidenses han confirmado a diversos medios que Washington se comprometería a liberar a Jonathan Pollard, condenado en los ochenta por espiar en EE.UU. para Israel, a cambio de que el gobierno de Benjamín Netanyahu libere a los presos palestinos, entre ellos al dirigente de Al-Fatah, Marwán Barguti.

El caso Pollard

Pollard, un judío nacido en Texas, tuvo problemas durante su carrera profesional por sus comportamientos excéntricos, su supuesto consumo de drogas, signos de su “inestabilidad mental”  y sus mentiras. Pero eso no impidió que llegara a trabajar como analista de Inteligencia de la Marina de Estados Unidos. Desde ahí fue que transmitió a Israel documentos secretos sobre las actividades de inteligencia de Washington.

El espía se convirtió en la primera persona en EE.UU que recibió una sentencia de cadena perpetua por espiar para un aliado. El fallo fue dictado en 1987, tres años después de que Pollard fuera arrestado. Documentos de la CIA señalan que, entre las misiones que Israel le encomendaba, estaba obtener información sobre los programas nucleares árabes y paquistaníes. Algunos medios señalan que, gracias a los datos aportados por Pollard, Israel pudo bombardear en 1985 el cuartel general de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en Túnez y asesinar al número dos de esa organización, Abu Yihad, en 1988.

Pollard ha defendido que la información que envió a Israel tenía el objetivo único de que este país pudiera protegerse de los estados que le son hostiles en Oriente Medio. No obstante, un artículo de Foreign Policy cita a Thomas Brooks, exdirector de Inteligencia de la Marina, diciendo que mucha de la información que Pollard transmitió no tenía nada que ver con la seguridad de Israel o los países árabes, en cambio tenía que ver con los métodos de recolección de los Estados Unidos, incluyendo más específicamente los usados en contra de la Unión Soviética. Brooks ha añadido que esa información muy probablemente llegó a manos de espías soviéticos, que para entonces tenían bastante influencia sobre el Mossad, y que lo que hizo Pollard ha sido excedido solamente por Edward Snowden, el extécnico de la CIA que el año pasado reveló los alcances mundiales de los programas de espionaje estadounidenses.

Entre los secretos que Pollard habría revelado, según Foreign Policy, habría detalles técnicos sobre el funcionamiento de satélites espías de EE.UU., análisis de los sistemas de misiles soviéticos e información sobre equipos de escucha utilizados por la Agencia de Seguridad Nacional para interceptar comunicaciones entre gobiernos extranjeros.

Las tensiones que el caso generó entre Israel y Estados Unidos se solucionaron con la promesa israelí de no volver a espiar a sus amigos estadounidenses. Hoy Pollard es considerado en EE.UU. uno de los espías que mayor daño le ha  hecho al país, mientras en Israel es para muchos un héroe nacional. Poco antes de que fuera arrestado en 1985, la embajada de Israel en Washington rechazó su solicitud de asilo político y se negó a acogerlo, pero diez años después el gobierno le concedió la nacionalidad israelí y en 1998 lo reconoció oficialmente como un agente a su servicio.

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A pesar de que la Casa Blanca advirtió, a través de su portavoz Jay Carney,  que no hay muchos avances en cuanto a la situación de Pollard («es una persona condenada por espionaje y está cumpliendo su sentencia. No tengo datos nuevos sobre su situación»), fuentes cercanas a las negociaciones han indicado a algunos medios que la liberación de Pollard podría llevarse a cabo a mediados de abril.

Esta no es la primera vez que se especula con la liberación del espía. Desde que fue condenado se han presentado protestas por parte de grupos activistas tanto en Estados Unidos como en Israel llamando a su liberación y varios políticos israelíes han apoyado ese llamado. En 1998 se habló de una posible salida de Pollard a cambio de la liberación de prisioneros palestinos, bajo un acuerdo entre el presidente Bill Clinton, Benjamín Netanyahu y el entonces  líder palestino Yaser Arafat. Acuerdo que, por supuesto, no se logró. A principios del año pasado, una mayoría del parlamento israelí entregó al presidente Shimon Peres una petición para la liberación del condenado, que fue firmada por miles de israelíes a través de internet.

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