El MERIDIANO 82

Publicado el El meridiano 82

Cálida acogida en Rusia para los desplazados ucranianos

Debido al conflicto en Ucrania, algunas ciudades rusas se han convertido en refugio de miles de personas. Otra entrega de la colaboración entre el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnuer) y El Meridiano 82.

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Por Acnur

A Lidia le molesta que haya tantas cámaras en la puerta de su casa. Dice que se comportó como lo habría hecho cualquier otra persona en la misma situación. Los números le dan la razón.

Es viuda y como cientos de habitantes de la ciudad rusa de Rostov y alrededores, brindó hospedaje a dos familias desplazadas durante los enfrentamientos en Ucrania oriental. Pese al alto el fuego y a la promesa de autonomía proclamados en septiembre, la zona se mantiene inestable y Lidia abrió su casa de Krasny Desant a un total de ocho personas.

Según estimaciones oficiales, unos 60.000 desplazados procedentes de Ucrania se refugiaron en la región de Rostov a mediados de julio, pero desde entonces la cifra descendió a 43.000 porque algunas han vuelto a su país y otras se han trasladado a otras localidades de la Federación Rusa. El 95 por ciento de los refugiados está viviendo con amigos, parientes o familias generosas.

El panorama es similar en otras zonas de Rusia. Pocos refugiados se alojan en estructuras públicas o temporales. Algunos vivían en tiendas, pero ante la llegada del invierno han sido trasladados a viviendas más confortables. Los que han decidido no volver se dicen preocupados por la inestabilidad de la situación en Ucrania.

Cuando las familias desplazadas comenzaron a llegar a Rostov, Lidia no se lo pensó dos veces: “Hice lo mínimo que habría hecho cualquier ser humano”, explica. Sus hijos han abandonado el nido hace tiempo y a los 60 años vive sola en una casa grande de la aldea. Hace vino con uvas que cultiva con sus propias manos.

A cambio de hospitalidad las familias ucranianas le ayudan en la viña, la cocina y las tareas domésticas. Después de tantos años de silencio es agradable que anden por casa cuatro bulliciosos adolescentes.

Lidia reconoce que la impulsó su sentido de la solidaridad, aunque recibió del gobierno una pequeña suma de dinero como compensación por la ayuda ofrecida. Como ha declarado el Representante de ACNUR para la Federación Rusa, Bayisa Wak-Woya, “En épocas de crisis social lo que más se necesita son buenos samaritanos”.

Mientras las dos familias huéspedes de Lidia están pensando en recomenzar una nueva vida en el extremo oriental de Rusia, muchos compatriotas quieren ver qué pasa en Ucrania y se preparan para el frío invierno. Las autoridades regionales han cerrado varios campamentos y están trasladando todos aquellos que no viven en casas de familia a viviendas estables y bien equipadas, tales como casas de vacaciones, centros de salud y estructuras recreativas de la zona de Rostov.

Tanto los ucranianos alojados en casas privadas como los que viven en estructuras facilitadas por el gobierno están muy agradecidos por la ayuda y la cálida acogida. En los centros temporales se ofrecen tres comidas diarias, servicios médicos y productos para la higiene gratuitos.

La asistencia humanitaria estuvo a cargo de la Cruz Roja de Rusia y la población local aportó mantas, medicamentos, ropa, utensilios de cocina, pañales, juguetes, comida. Voluntarios de ONG de Rostov y otras regiones ayudaron a recolectar y entregar las donaciones, facilitaron los contactos entre los desplazados y las familias disponibles a acogerlos, organizaron actividades para niños y brindaron apoyo a quienes presentaban signos de traumas o pérdida.

Ahora Lidia se prepara a retomar su vida de siempre cuando los huéspedes se vayan. Está segura de que los va a extrañar, pero como la gente sigue huyendo de Ucrania oriental, no descarta volver a abrir su casa a otras familias desplazadas.

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