El invitado

Publicado el Santiago y la Payasería

La mirada. 2 clase.

fvdfbvdfbPor cuestiones de logística del festival, nos trasladaron de la Casa del Teatro Nacional a la Academia de Artes Guerrero. Un lugar genial, de blancas paredes que combinan con los morados y verdes marinos de las escaleras y cenefas. Los baños en vez de ser catalogados con: “Hombres” y “Mujeres” típicos, tenían placas de “Gala” y “Dalí”. Al principio al ver Gala, dudé, pensé que sería algún broma aludiendo al lenguaje coloquial*, pero recordé donde estaba y obvio me  llegó a la cabeza a la esposa aguerrida del loco Dalí.

Nos asignaron el salón José Limón. Al entrar algunas compañeras jugaron a ser bailarinas de danza moderna. Se burlaban un poco de las pretenciones que tiene este tipo de danza, al intentar describir situaciones o problemáticas de una manera abstracta. Sin embargo, reconocían que para esto existía una técnica admirable y sobresaliente manejo del cuerpo.

Al escribir esta nota, hice la tarea y averigüé que José Limón, además de tener un nombre simpático, es un mexicano que es considerado como el precursor de la danza moderna. Así mismo, fue él quien empezó a resaltar el  rol de los hombres en las compañías de danza y permitió que se abriera este espectro que se enfocaba más a las mujeres. A mis compañeras les diré en que salón estaban cuando osaron criticar a la danza moderna.

Frente al espejo, con mis 20 compañeros en una fila, con los pies sobre un piso blando en el que daban ganas de saltar, dar botes, medias lunas, etc., empezó el ejercicio. Cada uno debía caminar frente a los otros en línea recta, hasta que una señal del profesor indicara que debía detenerse súbitamente y mirar a los demás a los ojos fijamente.

La clase de ayer se trataba sobre lo necesario del sentido de la vista. Ese poder de los ojos para transmitir un texto, una emoción, una sensación. Al inicio de las clases, siempre recorremos el espacio mirándonos fijamente, conectándonos, para hacernos parte de un mismo grupo. Es así como vamos reconociendo que existe otro u otra, que nos afecta y necesitamos.

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El cruzar las miradas de verdad, permite un acercamiento con el público. Si los asistentes se ríen debemos entablar una relación con ellos a través de  nuestros ojos, esperar que se difumine la gracia, dándoles tiempo para que se recompongan y se pueda seguir con el acto. Todo con la idea de que los gags (acciones que transmiten humor) no se amontonen, y nuestros ojos propongan diálogos en medio de las risas.

Más adelante en el taller, con lo que pensaba cada uno qué es la ópera, sus lenguajes y proposiciones en el escenario, debimos escoger a alguien con la mirada, que todos se dieran cuenta, y empezar a cantarle. Teníamos un excelente espacio, con un público selecto (nosotros mismos), y nuestros cuerpos como herramientas de expresión, a decir, no nos faltaba nada.

El ejercicio permitía jugar con algo que Mario quería enseñarnos, la exageración. Sabiendo que hace referencia tanto a una sobreexposición de una acción como a una simplificación de la misma. Entonces, empezaron a relucir nuestros cantantes internos que declamaban y se volvían la excusa perfecta para desenmarañar el lenguaje cómico, que se develaba a través de los cuerpos. Atreverse al ridículo.

No es la labor de clown pararse en un escenario a contar chistes, la idea es que genere risa el planteamiento de su corporalidad, la historia que actúa, etc. Hay que estar atentos a qué hizo reír al público, preguntarse y buscar cuales fueron las causas de la detonación de la risa. Con esto, se puede ir guardando “arsenal” que podemos utilizar más adelante o en otros actos.

Estamos a mitad de camino.

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