El invitado

Publicado el castor131

Comida

¿Recuerdan a Pablo Escobar? Aquí lo recordamos. Sobre todo ahora, con documentales y novelas en la televisión. No ha sido el mejor tipo que haya nacido en nuestra tierra. Pero, según el cantante de Headcrusher, cuando dice que es colombiano en Estados Unidos, ya no le preguntan por el narcotraficante, sino por la estrella porno Esperanza Gomez. Mucho menos traqueto, por supuesto. Al parecer estamos en un tiempo seguro para hablar del capo de capos.
Ahora, ¿Recuerdan cuando Pablo Escobar hacia caer dinero y/o volantes en contra del estado desde su avioneta? En este Rock al Parque lo hemos recordado. Los dueños del establecimiento de comida mexicana, La Terminal (¿o será El terminal?), han hecho el mismo experimento.
Era de noche y estaba cansado, con hambre. Hacía frío y las caras de la gente se confundían. De pronto sentí un golpe en la mejilla derecha. ¿Era parte del pogo?, ¿Era un gordo cabrón noqueando a la gente sistemáticamente? Al parecer no, e igual exagero, pues el golpe no fue nada pesado. Miré hacia arriba. Había un sinfín de volantes que volaban por el cielo. Cayeron al piso lentamente.
A continuación leí más de cerca uno de los volantes. “Valido por 1000 pesos en La Terminal. Comida mexicana.” Me alegré. Siempre he sido un pobre muerto de hambre. Me agaché y comencé a recoger volantes por todo el piso. Era la mezcla perfecta entre el dinero y la publicidad. Parecía que alguien había sido más hábil que “El Patrón”. Un tributo a Brujería; los volantes habían salvado mi noche.
Y es que no me importaba sentirme miserable. No me importaba parecer un indigente, revoloteando entre las piernas de la gente por conseguir la mayor cantidad de bonos.
Cualquiera sabrá que la comida de Rock al Parque es o muy snob, o muy cara, o muy fea, o las tres al mismo tiempo. Nunca me ha gustado el sistema. Si uno lleva algo de comer, en la fila los policías se lo quitan, obligando a que uno compre adentro. El resultado siempre ha sido insatisfactorio.
Pero esta vez no. Esta vez había una empresa que se interesaba por mí y por lo que me pasaba. Un restaurante que me acompañaba y sabía de mi extraño amor por la comida gratis. Amor que al parecer nadie compartía, pues yo era el único agachado, transformado en un bicho cualquiera.
De inmediato fui a la sucursal de La/El Terminal. El local estaba al lado de una instalación gigante de Coca-Cola. El capitalismo había triunfado sobre el rock. Pero con la esperanza de una empresa realmente comunitaria, me acerqué. Tenía 14.000 pesos en bonos de La/El Terminal. Me había esforzado.Ya iban a cerrar. Mi última pregunta. La pregunta que daño todo fue: “¿los bonos son acumulables?”

la terminal

¿Recuerdan a Pablo Escobar? Aquí lo recordamos. Sobre todo ahora, con documentales y novelas en la televisión. No ha sido el mejor tipo que haya nacido en nuestra tierra. Pero, según el cantante de Headcrusher, cuando dice que es colombiano en Estados Unidos, ya no le preguntan por el narcotraficante, sino por la estrella porno Esperanza Gomez. Mucho menos traqueto, por supuesto. Al parecer estamos en un tiempo seguro para hablar del capo de capos.

Ahora, ¿Recuerdan cuando Pablo Escobar hacia caer dinero y/o volantes en contra del estado desde su avioneta? En este Rock al Parque lo hemos recordado. Los dueños del establecimiento de comida mexicana, La Terminal (¿o será El terminal?), han hecho el mismo experimento.

Era de noche y estaba cansado, con hambre. Hacía frío y las caras de la gente se confundían. De pronto sentí un golpe en la mejilla derecha. ¿Era parte del pogo?, ¿Era un gordo cabrón noqueando a la gente sistemáticamente? Al parecer no, e igual exagero, pues el golpe no fue nada pesado. Miré hacia arriba. Había un sinfín de volantes que volaban por el cielo. Cayeron al piso lentamente.

A continuación leí más de cerca uno de los volantes. “Valido por 1000 pesos en La Terminal. Comida mexicana.” Me alegré. Siempre he sido un pobre muerto de hambre. Me agaché y comencé a recoger volantes por todo el piso. Era la mezcla perfecta entre el dinero y la publicidad. Parecía que alguien había sido más hábil que “El Patrón”. Un tributo a Brujería; los volantes habían salvado mi noche.

Y es que no me importaba sentirme miserable. No me importaba parecer un indigente, revoloteando entre las piernas de la gente por conseguir la mayor cantidad de bonos.

Cualquiera sabrá que la comida de Rock al Parque es o muy snob, o muy cara, o muy fea, o las tres al mismo tiempo. Nunca me ha gustado el sistema. Si uno lleva algo de comer, en la fila los policías se lo quitan, obligando a que uno compre adentro. El resultado siempre ha sido insatisfactorio.

Pero esta vez no. Esta vez había una empresa que se interesaba por mí y por lo que me pasaba. Un restaurante que me acompañaba y sabía de mi extraño amor por la comida gratis. Amor que al parecer nadie compartía, pues yo era el único agachado, transformado en un bicho cualquiera.

De inmediato fui a la sucursal de La/El Terminal. El local estaba al lado de una instalación gigante de Coca-Cola. El capitalismo había triunfado sobre el rock. Pero con la esperanza de una empresa realmente comunitaria, me acerqué. Tenía 14.000 pesos en bonos de La/El Terminal. Me había esforzado.Ya iban a cerrar. Mi última pregunta. La pregunta que daño todo fue: “¿los bonos son acumulables?”

Nota: Un mención especial a El Mantel de Cuadritos por servir buena comida a buen precio y tener menú vegetariano.

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