La cantidad de excusas que tenemos los hombres ante un fracaso íntimo, es directamente proporcional a las que relatan las mujeres ante su falta de deseo sexual. En este caso, el lugar común no es el “me duele la cabeza” sino “es la primera vez que me pasa”. Claro, muchas veces resulta bastante poco creíble.
Recuerdo el caso de Jorge, un empresario bien parecido y seductor, que ya estaba rasguñando los cuarenta años. No se quejaba de su rendimiento sexual, pero cuando estaba por primera vez con una mujer con quién no había tenido antes relaciones sexuales se sentía incómodo, inseguro, tenso, y básicamente estaba más pendiente de demostrar la clase de macho alfa que era más que de disfrutar. Esto derivaba en el hecho de que raramente en un primer encuentro lograba mantener una erección, y con el tiempo desarrolló un creativo repertorio de excusas que dejaran al menos su masculinidad a salvo. Si se daban más encuentros con la misma mujer, en general lograba alcanzar la confianza suficiente como para disfrutar y expresarse en su mejor versión. Pasaron los años, y Jorge se olvidó de un detalle: nunca se puso a pensar qué pasaba con él en estas situaciones, ni se dio cuenta de que tenía esa necesidad de confianza, tranquilidad o incluso cierto afecto para que su sexualidad fuera plena. De ahí a darse permiso para transitar esas primeras veces –hasta lograr la confianza necesaria- sin traumarse, había un largo trecho. Me pregunto algo, ¿por qué si una mujer puede pasar varias veces sin tener orgasmos hasta que finalmente se relaja y lo logra, un hombre no puede esperar un poco para tener su rendimiento acostumbrado?
Me alarma la falta de comprensión de los hombres sobre nosotros mismos. Bajo la patética creencia de que “no podemos fallar jamás en el sexo”, dejamos de revisar nuestra esencia. No nos ponemos a pensar en que existen tipos de personas, relaciones y circunstancias que favorecen nuestro rendimiento sexual, mientras que otras lo bloquean a veces completamente.
La inteligencia sexual masculina requiere de entender que no somos una maquinaria perfecta, sino personas que pasamos por diferentes circunstancias de vida, tenemos cierto tipo de preferencias y fantasías, y en todo caso necesitamos conocer cuáles son los activadores y los inhibidores de nuestra respuesta sexual.
Ser menos rígidos y quitarnos estas pesadas presiones que nos autoimponemos entre las sábanas, es algo liberador que sin dudas va a terminar con esos pensamientos negativos y emociones perturbadoras. Si estamos menos preocupados por ser sexualmente rendidores, paradójicamente, vamos a rendir y a disfrutar más. En caso contrario caeremos en contradicciones típicas, como es el caso de esos hombres que le temen más a fracasar en el sexo que a ir a una guerra.
Espero sus comentarios, siempre bienvenidos. Hasta la próxima.