El Cuento

Publicado el ricardogonduq

“Viene en mula por La Línea”

Mientras el gobierno de Iván Duque anunciaba que el otro año sí va a estar listo el túnel de La Línea, en esa vía para conectar el centro con el occidente de Colombia se vivía un trancón histórico y un desfile de carros varados nunca antes visto. La tragedia, en un país que por intereses económicos particulares se olvidó del tren como alternativa para descongestionar las carreteras, es que cuando inauguren esa obra nos daremos cuenta de que ni siquiera será suficiente.  

Por: Ricardo González Duque

En Twitter: @RicardoGonDuq

Cuando hay algo que se va a demorar mucho tiempo, de manera coloquial a usted le pueden decir en el Eje Cafetero que “viene en mula por La Línea”, haciendo referencia al tortuoso cruce de la Cordillera Central de los Andes que con el paso de los siglos no consigue una solución definitiva por cuenta de los intereses particulares que en Colombia terminan primando sobre los generales. Paradójicamente “en mula por La Línea” ha estado el proyecto de infraestructura para descongestionar esa carretera.

Al tiempo que este gobierno, como su predecesor y como el predecesor de ese (que hasta “inauguró” el túnel de La Línea) anunciaba que el próximo año sí va a estar lista la obra para reducir en 40 minutos el paso de Calarcá a Cajamarca, los viajeros que regresaban al centro del país después de las vacaciones de fin de año vivieron un caos en el ascenso desde el departamento del Quindío, donde un desfile de por lo menos 300 carros varados, según cifras de la Policía de Tránsito, representó un hito histórico desafortunado en los acostumbrados trancones de esa carretera.

Nunca antes, según la misma entidad y las aseguradoras que debieron asistir a los conductores, se había presentado una falla mecánica colectiva de esas dimensiones, como la ocurrida el domingo 6 de enero. Los vehículos resultaron con sus frenos y embragues quemados al intentar el ascenso al alto de La Línea de forma simultánea con las tractomulas, que decidieron seguir circulando antes de que empezara la restricción de la Operación Retorno del lunes festivo, al final del Puente de Reyes.

Foto: @TorresSory

No fue un problema de mantenimiento, como explicó la Policía de Carreteras para lavarse las manos después de ver el desfile de carros detenidos por las fallas mecánicas. Se trató evidentemente de un problema de planeación de las entidades adscritas al Ministerio de Transporte, que ni ha podido garantizar una infraestructura decente para el país con el paso de los años (y de los impuestos y de la venta de activos como Isagén, supuestamente para construir vías de última generación) ni tampoco pudo en ese puente festivo favorecer la movilidad con medidas para enfrentar el alto flujo de vehículos frente a los transportadores de carga.

De los casi 25 mil kilómetros de carreteras que en Colombia están pavimentados, solo algo más de mil tienen doble calzada. En el resto de 24 mil kilómetros que están rodeados de 140 costosos y concesionados peajes que hay en el país, los vehículos tienen que “chuparle llanta”, como también se dice coloquialmente, a los camiones que convierten las carreteras colombianas en un eterno tránsito lento.

En su reciente columna de la revista Semana, Antonio Caballero recordó la pesadilla que desde 1754 (quizá antes) ha significado conectar el centro con el occidente del país en La Línea, que en lo que es ya un mal chiste para los que somos viajeros en esa región del país, no ve la luz al final del túnel. Y aunque la responsabilidad reciente ha sido de los gobiernos que han contratado mal y con la corrupción de lado los proyectos de infraestructura del país, el origen del caos también pasa por lo que recuerda Caballero fue el fracaso del ferrocarril, conveniente para permitir el monopolio de los camioneros como transportadores de carga en el país, pero inconveniente para la movilidad de los colombianos.

En la actualidad, por las carreteras de Colombia esos pesados, lentos y contaminantes camiones -que fueron los ganadores de la disolución de Ferrocarriles Nacionales de Colombia en 1991- transportan más de 250 millones de toneladas de carga al año, mientras que los olvidados trenes que operan a medias (sin contar el de carbón del Cerrejón) apenas mueven un poco más de 100 mil toneladas anuales, a través de unas carrileras que ya están hechas y que reducirían el tráfico pesado por nuestras incipientes carreteras.

Foto: @TorresSory

Con el deseado túnel de La Línea nos puede pasar lo mismo que con el muy bonito aeropuerto El Dorado de Bogotá: que una vez inaugurado nos demos cuenta de que no es suficiente para satisfacer su demanda. Cuando entre en operación el túnel, la doble calzada y los viaductos en la vía entre Cajamarca y Calarcá (si es que algún día pasa) probablemente veremos que también se necesita otra forma para mover la carga en el país, un papel que tendría que cumplir el tren, con las vías férreas existentes y ojalá con otras nuevas que por fin permitan cumplir el sueño de conectar al país a través del tren.

No podemos seguir en el atraso de los siglos de los siglos y en el relato que contaba Caballero, según el cual literalmente se morían intentando cruzar esa montaña que desde hace más de 300 años llaman Quindío y hoy los viajeros que la padecemos la llamamos, con pereza, La Línea.

UN PUNTO DE GIRO: ¿Hasta cuándo el gobierno actual le va a seguir echando la culpa al anterior de los desaciertos en economía y seguridad? El discurso de la “herencia” ya se está agotando sin que se vean resultados contundentes del presidente Duque.

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