El Cuento

Publicado el ricardogonduq

Ladrón que roba a ladrón…

¿Qué haría usted si al lado de su casa alguien se está robando un banco o un almacén cuyo dueño es, por ejemplo, un corrupto como el exgobernador de Córdoba, Alejandro Lyons? ¿Se uniría a los saqueadores y sacaría provecho o se abstendría de convertirse en otro de los ladrones?

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Por: Ricardo González Duque

En Twitter: @RicardoGonDuq

Los saqueos de esta semana en Bogotá, Cundinamarca, Tolima y Quindío contra los llamados por la Fiscalía “supermercados de la guerrilla”, abrieron un debate sobre la espontaneidad o premeditación de esos hechos, algo de lo que por ahora no hay certeza. Pero demostraron, creo que esto sí con certeza, que dos hipótesis ha jugado en estos días y noches caóticas.

La primera, la del hambre. En realidad, no nos damos cuenta de las difíciles condiciones sociales en las que viven otros colombianos, pues esos padecimientos se pierden en medio de las noticias de la guerra (antes) y de la corrupción (ahora). A veces las cifras son tan frías, se vuelven paisaje y pasamos por delante de ellas; pero escuchar estos días a la gente decir que la comida que están saqueando de los SuperCundi les sirve más a ellos que a la Policía o la Fiscalía porque no tienen qué comer, cobra sentido cuando  recordamos que en Colombia hay 3 millones de personas con hambre, según la FAO.

Nada debe justificar un robo, pero es evidente que un ciudadano del común que nunca ha cometido un delito, puede terminar tentado, motivado y, si se quiere, cree tener un respaldo moral para salir a robar a otro, si está agobiado por el hambre. El raciocinio del colombiano a menudo puede terminar jubilado, obligado por la emotividad.

La segunda y más fuerte variable, es la lógica que viene del dicho popular ladrón que roba a ladrón, tiene cien años de perdón. Quizá alentados por otros o con un entusiasmo genuino, los habitantes de los pueblos habrán pensado que lo que había dentro de los locales era  de nadie por supuestamente ser de las Farc y por lo tanto podrían disponer de eso, sin que afectara su moral. Hacerle el mal a alguien “malo”, para algunos, es “bueno”.

Lo ocurrido esta semana es un comportamiento que dice mucho del código de valores de los colombianos y que se asemeja a actitudes vengativas o de justicia por mano propia que a veces algunos toman, que otros animan e incluso justifican por la crisis de nuestras instituciones. Crisis que además se vio representada con contundencia en la desconfianza por lo que fueran a hacer la Policía, el Gobierno y la Fiscalía con los supuestos bienes de las Farc, como dijeron muchos de estos ciudadanos.

El dilema que crea esta situación no es fácil. Pregunto, ¿qué haría usted si al lado de su casa alguien se está robando un banco o un almacén cuyo dueño es, por ejemplo, un corrupto como el exgobernador de Córdoba, Alejandro Lyons? ¿Se uniría a los saqueadores y sacaría provecho para cobrársela al corrupto o se abstendría de convertirse en otro de los ladrones? Yo estoy seguro que respondería lo segundo, pero aunque creo que la corrupción como la educación empiezan por casa, también entiendo las razones de los que sientan que “nivelan las cargas” robándole a un ladrón.

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