El Cuento

Publicado el ricardogonduq

La marcha de los lápices

Los estudiantes vuelven a las calles este 10 de octubre para pedirle a gritos al gobierno que no dejen quebrar las universidades públicas del país, que en todos los idiomas han advertido están al borde de cerrar sus puertas el próximo año. Lejos de la capucha, los disturbios y la estigmatización de llamarlos “revoltosos”, lo que quieren es demostrar con argumentos que ese es un problema de toda la sociedad. ¿Lograrán repetir la hazaña de 2011 cuando detuvieron le reforma a la ley 30?

Por: Ricardo González Duque

En Twitter: @RicardoGonDuq

“El futuro no es ninguno de los prometidos en los doce juegos. A otros les enseñaron secretos que a ti no, a otros dieron de verdad esa cosa llamada educación. Ellos pedían esfuerzo, ellos pedían dedicación. Y ¿para qué? Para terminar bailando y pateando piedras”. Seguramente muchos de los universitarios que saldrán a marchar la próxima semana no tienen esta canción ‘El baile de los que sobran’ en su radar. Gran parte de ellos son jóvenes que apenas superan los 20 años y para entonces la banda Los Prisioneros de Chile ya no tenía el mismo impacto que causó en el continente a finales de la década de los ochentas.

Sin embargo, lo que sí está igual de vivo con los años son los reclamos por una mejor educación, allá y acá. La frustración porque no haya un cupo asegurado en la universidad después de los 12 juegos (los 12 años de colegio en Chile) o los 11 en el caso colombiano, está presente en millones de jóvenes colombianos que cada semestre se presentan a las jornadas de admisión en las universidades públicas de sus regiones y ven cómo solo el 10% de quienes se postulan logran entrar. Sencillamente porque no hay plata.

En los últimos años, para justificar el eslogan de ‘Paz, Equidad y Educación’ del expresidente Santos, la educación había pasado a ser el sector con mayor cantidad de recursos en el presupuesto nacional, sin que eso significara un alivio completo para las finanzas de las universidades públicas. Con los ajustes que hizo el gobierno del presidente Duque, esa idea se mantuvo; sin embargo, mientras los dineros para educación crecerán entre 2018 y 2019 en un 6.6%, los de defensa aumentarán casi un 8%.

Los jóvenes que están en las universidades públicas con inmensas fallas en su infraestructura y con la permanente amenaza de que su U vaya a cerrar -pero también los que no pudieron entrar a estudiar y deambulan por las calles del país- no dejan de preguntarse por qué si terminó el conflicto con la principal amenaza para la seguridad del país que eran las Farc, sigue siendo mayor el incremento del dinero para la guerra.

Una de las que se hace esta pregunta es Sara Abril, promotora en Bogotá de la que yo he llamado la marcha de los lápices. Ella es la vocera nacional de la OCE, la Organización Colombiana de Estudiantes y pone en términos claros que lo que implica marchar el 10 de octubre es el rescate de la educación superior en el país. “Las universidades públicas están en crisis financiera. Según el Sistema Universitario Estatal que agrupa a los 32 rectores, el déficit acumulado en 25 años es de 18.2 billones: 3.2 de funcionamiento o gastos recurrentes y 15 más de inversión”.

La salida a las calles el 10 de octubre podría tener una motivación ideológica, por el rechazo que genera el presidente Duque en todos estos estudiantes que en su gran mayoría no votaron por él, pero también por la decisión que ha tomado su gobierno frente a la inyección de recursos para la U públicas. Según cuenta Sara que ha estado revisando los ajustes recientes al Presupuesto General de la Nación, “en los documentos oficiales presentados por el Ministerio de Hacienda, el gobierno solo daría adicionales $34 mil millones a las universidades en funcionamiento, cuando su déficit es literalmente 100 veces mayor, de más de 3 billones.”

Como pasó con la salud, el sistema pensado al inicio de la década del noventa fracasó, se quedó corto, pero ningún gobierno ha dado una solución de fondo. Únicamente pañitos de agua tibia que motivan manifestaciones de forma recurrente. Según cálculos de los rectores, en 1993 había cerca de 160 mil estudiantes en las universidades públicas y el año pasado esa cifra llegó a 611.000. Es decir, la cobertura (al igual que en la salud) ha aumentado, en este caso un 284%, pero a las universidades les siguen girando el mismo dinero. Eso ha llevado al difícil panorama de que el gobierno pasara de invertir $10.8 millones por estudiante en 1993 a $4.8 millones el año pasado.

Siendo así, las razones para marchar el 10 de octubre parecen suficientes. Y no solo para quienes están estudiando. Desde Medellín, Alejandro Palacio, representante de otra asociación de universitarios que se llama ACREES, pide que salga a las calles toda la sociedad: los que están en los colegios, los que no lograron cupo, los adultos, los que van a ser papás, a todos los que les tiene que importar que no haya educación, un asunto que está directamente ligado a la delincuencia juvenil.

Datos publicados por el Banco Mundial dan cuenta de que en Colombia solo el 43% de los 600 mil bachilleres que se gradúan cada semestre logran entrar a la universidad. La desdicha para el 57% restante queda en el “mejor” de los casos en desempleo y en el peor en el reclutamiento de grupos armado ilegales que, como han denunciado la Fiscalía y la Defensoría del Pueblo, les ofrecen hasta 1.3 millones de pesos de sueldo mensual en regiones como Antioquia o el Pacífico.

Palacio, por su parte, insiste en uno de los problemas recientes que han denunciado estudiantes, profesores y rectores de las U públicas: el desvío de recursos hacia el Icetex y Ser Pilo Paga. “Lo ideal es que ahora que se acaba el programa, los recursos de Ser Pilo, se destinen a las públicas. Con los $3.7 billones que financian los 40 mil ‘pilos’, las públicas podrían con solo $2 billones poner a estudiar a 305 mil estudiantes”, cuenta Palacio.

Por eso, los líderes de la marcha de los lápices están convencidos de que entregarle más dinero a Icetex, como pretende el gobierno, es alimentar un banco que ahoga en deudas a los estudiantes del país y priva a los menos favorecidos de un cupo en las también endeudadas universidades públicas. Los cálculos que hacen tanto Sara Abril en Bogotá, como Alejandro Palacio en Medellín, muestran que por lo menos 50 mil estudiantes no tienen cómo pagar la deuda que asumieron con esta entidad. Yo, por mi parte, hago maromas para poderlo lograr.

Mientras con reuniones en cada U se siguen planeando las movilizaciones del 10-O, de a poco se han ido metiendo políticos y concretamente de izquierda para promoverlas. Negarlo es tapar el sol con un dedo. Incluso Sara y Alejandro lo reconocen, pues responden que justamente están luchando por cambiar la “política educativa”. Pero lo cierto es que si quieren asegurar un éxito parecido al que tuvieron en 2011 cuando lograron detener la reforma a la ley 30 del expresidente Santos y su ministra María Fernanda Campo, tendrán que alejar de las tarimas los colores políticos o politiqueros y demostrar con argumentos las graves consecuencias de tener una sociedad mal educada. Así sea que lo hagan con una caricatura, como en Los Simpson, cuando para pedirle dinero para la educación al Sr Burns, le mostraron en una obra de teatro que un mal médico lo podría matar en la clínica.

UN PUNTO DE GIRO: ¿La particular preocupación del procurador Carrillo sobre la venta de Cafesalud a Medimás  desde el primer día, tendrá algo que ver con la cercanía que, según la Asociación de Pacientes de Colombia, tiene él con el Grupo Sanitas desde cuando fue embajador en España?

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