El Cuento

Publicado el ricardogonduq

“El ingenio paisa»

No se trata de estigmatizar a una región, pero tampoco se puede evitar hablar del “ingenio paisa” y la soberbia que eso genera, sin paralelamente mencionar la crisis de Hidroituango, las fallas en Space y Bernavento, la cultura mafiosa y hasta el triunfalismo reciente de Atlético Nacional, que terminó derrotado. Los colombianos que tenían delirio de superioridad en Saransk, se encontraron con una lección de vida: las diferencias son sagradas.

ingenio

Por: Ricardo González Duque

En Twitter: @RicardoGonDuq

Hace unos años -no muchos- cuando estaba en el último año del colegio, las compañeras del salón organizaron una fiesta para recaudar dinero para la fiesta de grado. La celebración era en el Bolo Club de Armenia, pero como aún éramos menores de edad, no estaba permitido que nos vendieran licor y mucho menos ingresar con él al sitio. Era la regla. Sin embargo, con algunos amigos nos dimos a la tarea de entrar “de contrabando” una botella de aguardiente en inocentes cajitas de jugo Hit de 200 mililitros cada una. La operación era sencilla: vaciamos el contenido de cuatro cajas y con una jeringa inyectamos el etílico en ellas, a las que les dejamos el pitillo. La trampa quedó impune y aquellos adolescentes que éramos, terminamos prendidos con solo unos sorbos de ese aguardiente con sabor a mora, naranja piña y mango.

Recordé ese episodio después de ver a los colombianos en el estadio de Saransk en Rusia, que como ellos mismos admiten “burlaron la seguridad rusa” para ingresar whisky en lo que parecían unos binoculares. Y quise empezar contando mi experiencia deshonesta para no pontificar después de haber actuado de manera similar en otro escenario. La microhonestidad, como había escrito en una publicación reciente, a veces cuesta aplicar.

Sin embargo, lo anterior no quiere decir que hoy me sienta orgulloso de lo que hice, ni que asuma una actitud cómplice frente al video que se volvió viral y en el que una mujer con una sonrisa gigantesca termina diciendo, después de cometer la trampa: “hábleme del ingenio paisa”.

Hoy siento pena ajena, pero también indignación por el otro colombiano- también vestido con la camiseta de la Selección- que en una actitud inmadura, pero a la vez denigrante, abraza a hinchas japoneses y les pide que digan en español una serie de improperios a sí mismos, porque seguramente le pueden parecer muy divertidos para sus videos en redes sociales. Y aquí voy a mi punto: tenemos una costumbre detestable de creernos superiores, de mirar por encima del hombro, de no aceptar la diferencia ni el error del otro, de buscar la caída a través de la viveza para beneficio propio. Ése parece ser realmente el “ingenio paisa” del que habla la mujer, que por supuesto no puede generalizarse, ni mucho menos es exclusivo de esa región.

Reproduzco los trinos de un colombiano, Mauricio Silva, editor de la revista Bocas de El Tiempo, quien estaba en el estadio de Saransk y contó lo que veía de sus compatriotas en la tribuna:

“Vi reventa de boletas entre colombianos para colombianos. Vi ingresar aguardiente al estadio (claramente prohibido). Vi cómo, desde la tribuna, insultaron a la familia de David Ospina, culpándolo por ambos goles. Vi la espantosa pelea verbal entre ambos bandos.

Vi cómo los locales organizaron un espacio abierto de comidas afuera del aeropuerto –para atender el enorme flujo de pasajeros– donde cantaban sus canciones tradicionales, y vi cómo nuestros borrachos decidieron imponer sus vallenatos para poder «seguirla» después del partido.

Vi como en el avión a Saranks varios compatriotas (imaginarán de que región del país), después de las canciones obvias y chéveres de aliento a la selección, empezaron a cantar: «¡Duque, Duque, Duque!», como si ese tema tuviese que ver con el Mundial o como si eso nos definiera.

Y claro que vi mucho buen colombiano disfrutando de la fiesta de la Copa del Mundo como debe ser. Pero juro que vi altanería y montadera. ¿Qué tal que hubiéramos ganado? ¿Hubiéramos arrasado con Saranks?

Y claro que me incluyo. También andaba de sobrador. Estaba convencido que le ganábamos a Japón.”

No se trata de estigmatizar a una región, pero tampoco se puede evitar hablar del “ingenio paisa” y la soberbia que eso genera, sin paralelamente mencionar la crisis de Hidroituango, el proyecto hidroeléctrico que para ser el más grande del país, pasó por encima de las comunidades más vulnerables de Antioquia para crear la joya de la corona de otra joya llamada EPM.

O la debacle de las construcciones en Medellín, como los edificios Space y Bernavento, demolidos por fallas en sus estructuras, errores en los cálculos y corrupción en el uso de materiales.

O la cultura del dinero fácil que permeó su sociedad desde inicio de la década de los años ochentas. Lamentable no por el hecho de exportar cocaína, sino por la idea de pasar por encima del que se atravesara para cumplir sus objetivos. Hoy los herederos y equivalentes de esa cultura son muchos de los compatriotas que están recorriendo Rusia como reyezuelos.

O incluso, para volver al fútbol, la reciente derrota del equipo grande de los paisas, el Atlético Nacional, que se creía campeón anticipado de la Liga y demeritó a un rival como el Deportes Tolima, que les demostró que no eran infalibles.

Sin embargo en Antioquia -de donde son mis tíos y mis bisabuelos- por supuesto que hay gente buena, paisas que creen en la diferencia y la igualdad, en el trabajo con el sudor de la frente y en el respeto al que está “arriba” y al que está “abajo”. Lo demostraron, por ejemplo, quienes genuinamente lloraron y rechazaron la exclusión a don José, el cantante callejero de El Poblado.

La vida a veces nos da lecciones de choque. Y el fútbol jugó ese papel desde Saransk: con una agria derrota nos demostró que el rival por más pequeño que parezca, merece respeto. Al tiempo, en medio del ruido por el delirio de grandeza de los colombianos, quedó espacio para la reflexión. Por eso, me quedo con esta frase de Alejandro Fajardo, el hijo del excandidato presidencial, sí, del paisa: “Si todos los colombianos que se han quejado en las redes del patético vídeo de colombianos haciendo trampa metiendo trago al estadio, abandonan ellos mismos las pequeñas trampas en su diario vivir; estamos salvados, viviremos en el reino de la cultura ciudadana de la legalidad.”

UN PUNTO DE GIRO: Me parece estar viviendo una película de ficción y terror, cuando veo a los niños hijos de inmigrantes latinos en Estados Unidos llorando y metidos en unas jaulas por cuenta de la xenofóbica política de Donald Trump. El odio por la diferencia puede llevar a ese país a una nueva guerra civil.

Comentarios