El Blog del Cerebro

Publicado el Virginia Rojas Albrieux

Estrategias para cuidar las mentes en desarrollo de nuestros hijos

                                                                                                       

 Como padres tenemos un papel clave y definitorio sobre el desarrollo emocional de nuestros hijos. Es a través de nuestra relación con ellos que ejercemos dicha influencia. Si tomamos conciencia de este hecho, podemos dar una dirección y una intención a esta interacción, con el fin de poner lo que esté a nuestro alcance para que nuestros hijos se conviertan en individuos lo más sanos posible, psicológicamente hablando. Unas relaciones positivas madre-hijo y/o padre-hijo son el mejor predictor de felicidad, salud, sabiduría, y larga vida para ellos.
A nivel del sistema nervioso central, la salud se basa en la integración de las diferentes partes o áreas del cerebro. A mayor integración, más salud y mayor capacidad de autorregulación. A menor integración más caos, más rigidez, o ambas cosas. Esto último es lo que prevalece en los síntomas que conforman los trastornos y síndromes mentales.


Dos formas de integración del cerebro que son claves son entre el hemisferio izquierdo y el hemisferio derecho, y entre la corteza cerebral (manto exterior del cerebro) y las áreas subcorticales (todo lo que yace bajo la corteza: áreas límbicas y tallo cerebral). Hay ciertas estrategias que podemos practicar dentro de la relación con nuestros hijos que, de hecho, desarrollan la integración entre el hemisferio izquierdo y el hemisferio derecho, y entre la corteza cerebral y las áreas subcorticales. Para simplificar podemos pensar en una integración izquierda-derecha y arriba-abajo, la cual redunda en un sistema crecientemente sano, flexible, y capaz de autorregularse de una manera eficiente.

Una clave es sintonizarnos con el estado interno de nuestros hijos. Los niños viven diferentes experiencias permanentemente y nosotros estamos en la capacidad, a través de nuestra interacción, de conectarnos con lo que ellos están realmente pensando y sintiendo. No se trata de responder al comportamiento de nuestros hijos sin conectarnos, sino de sintonizarnos con su vida mental, con lo que está sucediendo en su interior, sin juzgarlos. Cuando hay una carencia de esta conexión, el niño se siente aislado y agitado y lo vive como una humillación, que puede despertar en ocasiones, sentimientos de vergüenza, y hasta reacciones de ira. Una vez nos hemos alineado con el estado de nuestro hijo, entonces podemos proceder a redirigirlo hacia una opción diferente de la que ellos estaban albergando. Un ejemplo práctico sería: si su hijo está triste y desilusionado porque su amigo no vino a jugar con él, vamos a reconocer y a honrar su dolor, manifestándole que comprendemos lo frustrante que esta experiencia debe ser para él, y luego podemos redirigirlo dándole otra opción, por ejemplo, diciéndole que puede sacar su juguete favorito y jugar con su hermano. Ojo con reaccionar quitándole importancia a su dolor, o comentándole lo desagradecido que es, o que lo que le sucedió es una “bobada”, etc. La idea es respetar los sentimientos de nuestros hijos momento a momento, y ser empáticos con estos. Y a partir de ahí, podemos ayudarlos a reenfocar su atención hacia otra cosa.

Otra clave para nutrir la mente en desarrollo de nuestros hijos es el ayudar a poner palabras a las sensaciones emocionales y corporales que ellos experimentan. Ayúdele a que “echen el cuento” de lo que les está sucediendo, de algún evento o situación particular que pudo haber sido significativa. Que le pongan palabras a las emociones (“me enojó mucho”, “me dio miedo”, “me dio alegría”, “sentí como pesar”…), e invítelos a que describan las sensaciones (“me dieron escalofríos”, “sentí como mariposas en el estómago”, “me sudaban las manos”, «el corazón me latía durísimo»…). Promuévales que narren la historia de lo que pasó, que expresen lo que están sintiendo.

Estas estrategias colaboran con la integración izquierda-derecha y arriba-abajo. El hemisferio izquierdo se especializa en la palabra; es el hemisferio intérprete, y el que narra la historia de nuestras vidas en una forma coherente y linear. En el hemisferio derecho predominan los elementos viscerales y emocionales. Cuando el niño pone en palabras las sensaciones viscerales y emocionales, ambos hemisferios están trabajando juntos. Cuando se articula la palabra al mundo interior, todo el sistema se calma, porque estamos ejercitando y participando de la integración entre la corteza cerebral, que es la parte más racional y la que coordina e inhibe a las áreas subcorticales, y estas últimas, que manejan la experiencia de tipo más emocional y corporal, y las encargadas de la respuesta fisiológica ante el estrés. Lo subcortical queda representado en lo cortical a través de la palabra.

De manera que las anteriores son estrategias que podemos practicar en la relación con nuestros hijos que, desde un punto de vista neurofisiológico, están apoyando la integración de las diferentes áreas del cerebro: arriba-abajo, izquierda-derecha. Desde el punto de vista del resultado, la integración es la base de la salud. Lo que emerge de esta integración es un sistema que fluye, que se ajusta, que es flexible, capaz de autorregularse, lo cual equivale a un individuo psicológicamente sano.

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