Ecuaciones de opinión

Publicado el Ignacio Mantilla Prada

La admisión en la Universidad Nacional

Se ha discutido ampliamente sobre la pertinencia del examen y del proceso de admisión que realiza la Universidad Nacional. Y desde diferentes ámbitos, también internos, se ha mencionado que es innecesario mantener un examen particular para seleccionar a sus estudiantes, existiendo el que realiza el Icfes a través de las pruebas “Saber 11”. Algunos han señalado por ejemplo, que la prueba privilegia los conocimientos sobre las competencias de los aspirantes y que ésta es una de las mayores debilidades del examen.

Aun cuando no quiero discutir hoy propiamente el diseño del examen de admisión sino el proceso, no puedo dejar de recordar que el examen de admisión de la Universidad Nacional se realiza, se revisa, se actualiza y se aplica desde 1939. 

Uno de los argumentos más usados por quienes están a favor de su desaparición es que sus resultados guardan una buena correlación con los que arroja el que realiza el Icfes, con lo cual sobraría el primero. Yo creo que éste es precisamente ya un argumento que más bien puede usarse a favor de quienes estamos porque se mantenga. 

La autonomía que tiene la Universidad Nacional le autoriza para que implemente sus propios mecanismos de admisión, pero además la institución ha demostrado que lo ha hecho bien, que lo sabe hacer y que ha revisado e introducido modificaciones al proceso, que independientemente de la prueba que se realice, han estado acordes con su capacidad, transformación y crecimiento y no al vaivén de políticas impuestas a nivel nacional por cada nuevo gobierno. 

Los procesos de admisión a la Universidad Nacional son objeto de revisión permanente y aun cuando no todos estén enteramente de acuerdo con el mecanismo, no hay duda de que siempre han sido y son hoy absolutamente transparentes. 

Ahora bien, la gran demanda de cupos para las carreras que ofrece la Universidad, que alcanzan 120.000 inscripciones al año, frente a su capacidad de cobertura, limitada a un 10% de las solicitudes; la ubicación geográfica de las sedes y el tamaño de sus campus, así como los diferentes programas de admisión especial que ofrece, obligan a hacer un esfuerzo especial por diseñar un método creativo, pero justo, que seleccione a los nuevos estudiantes.

La competencia por un cupo es tan grande, que cuando se obtiene, el nuevo estudiante siente que no puede defraudar a su familia, a sus compañeros, a sus profesores del colegio ni a ese inmenso grupo de jóvenes que compitieron por ese cupo y quedaron por fuera. 

Recientemente oí a dos jóvenes de primer semestre pronunciar unas palabras que corroboran esa apreciación. El primero, al responder la pregunta sobre “¿qué es lo más bonito que has oído en tu vida?”, respondió: “lo más bonito que me han dicho es: ¡Bienvenido a la Universidad Nacional!”.

El segundo fue un joven del programa Ser Pilo Paga, quien al preguntársele cuál fue la razón para elegir la Universidad Nacional, dijo: “habría podido elegir otra, pero no mejor”.

El valor que tiene ser admitido a una carrera de la Universidad Nacional es entonces otro elemento que un proceso de selección debe tener en cuenta porque para el nuevo estudiante no es un logro más sino su principal logro. 

Sin referirme en concreto a los programas de admisión especial, actualmente todos los aspirantes compiten presentando el mismo examen en todo el país y en cerca de 40 consulados en el exterior para obtener un cupo en una sede que previamente ha elegido. Con el puntaje obtenido, la Universidad hace una clasificación y llama al grupo con los mejores resultados para que elija una entre todas las carreras que se ofrecen en la sede. Después se llama al segundo grupo y se les pide elegir la carrera de su predilección, entre todas las que tienen cupos; y así sucesivamente se van llamando los diferentes grupos y se van llenando los cupos disponibles.

Naturalmente suele suceder que a la carrera a la que se aspiraba ingresar inicialmente, el puntaje obtenido por un aspirante no le alcanza para ingresar a ella. Pero en tal caso, puede decidirse por otra carrera en esa sede o desistir. 

La principal crítica a este proceso proviene de quienes estiman que se está obligando a un joven a estudiar lo que no quiere. Yo discrepo de estos críticos, pues es obvio que a nadie se le obliga a tomar un cupo determinado y adicionalmente, hoy la Universidad le brinda al estudiante la posibilidad de trasladarse luego de carrera (cumpliendo ciertos requisitos, claro) o de realizar una doble titulación. Pero sí en cambio, resuelve un problema que se presentaba antes, cuando se rechazaban aspirantes con altísimos puntajes que querían estudiar una carrera de gran demanda y se recibían otros con bajos puntajes que optaban por una de menor demanda. 

Comparto una anécdota reciente: conocí a una joven que quería estudiar Medicina en la Universidad Nacional. Como su puntaje obtenido en el examen de admisión no fue tan alto y la demanda de cupos para la Carrera de Medicina fue grande, entonces el corte que determinó el puntaje mínimo exigido para el ingreso a Medicina le impidió esa opción; no obstante, como lo he explicado, se le ofreció la posibilidad de ingresar a otras carreras con el puntaje obtenido. Puesto que la joven no quería estudiar carrera alguna distinta a Medicina, su padre, acudiendo a nuestra amistad me pidió ayuda, así que me ofrecí para hablar con la joven y orientarle sobre qué hacer. Al entrevistarme con ella le convencí de aceptar el cupo que le ofrecía la Universidad para ingresar a la Carrera de Química y le recomendé que intentara nuevamente su ingreso o eventualmente su traslado a Medicina posteriormente. Año y medio después, la joven se presentó en mi oficina y me dijo: “Profe pasé a Medicina, pero ya no quiero estudiar esa carrera, me enamoré de la Carrera de Química, me ha encantado, me ha ido bien, tengo excelentes compañeros y profesores y estoy feliz allí”.

La elección de una carrera es de las decisiones más difíciles que puede haber, pero la reafirmación de haber hecho la elección correcta es también trascendental para la vida profesional. De igual modo, la admisión de un estudiante es algo demasiado importante para la universidad y no debe por lo tanto cederla a terceros, encargados de medir cómo egresan los jóvenes del colegio, pero no de clasificarles para su ingreso a una determinada carrera.  

@MantillaIgnacio

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