Don Ramón, psicología laboral

Publicado el ramon_chaux

¿Salvavidas o… «Analista de Natación» ?

Cómo-convertirse-en-un-salvavidas-de-playa

Hace poco más de un año hube de pasar por un difícil percance familiar: había realizado el traslado de mi entidad de salud de “empleado” a “independiente” cuando uno de mis beneficiarios tuvo una situación crítica de salud que ameritaba cuidados intensivos. Cuando se dirigió a la clínica no aparecía en el sistema de afiliados. Sólo después de largas 16 horas de espera al fin pudo recibir la atención requerida.

¿Dónde se originó el inconveniente?

Apenas ocho días antes del percance había visitado la entidad de salud y me atendió una persona que gestionó mis documentos y me dijo que “apenas grabara mi formulario” quedaría activo en el servicio. Durante y después del incidente con mi familiar le llamé, con la rabia normal originada en la preocupación de un mal trámite que ponía en riesgo a un ser querido, pero este se limitó a decirme “yo hice lo que tenía que hacer Don Ramon, yo diligencie el formato de afiliación y lo digité en el sistema”. A pesar de mis recriminaciones de que a mí no me importaba que me hubiera digitado sino que mi afiliación fuera efectiva realmente, no logré sacar ni siquiera una excusa, ningún síntoma de culpa o gesto de desagravio, pues este empleado se mantuvo firmemente convencido en que había hecho las cosas correctamente.

Pensando después en este incidente se me ocurrió una idea: y si esta persona no tuviera el cargo de “Auxiliar de grabación” sino “Auxiliar de afiliaciones exitosas”, ¿no estaría más obligado a responder por si la afiliación es efectiva o no? Su cargo con ese apellido exitoso le obligaría, después de la simple digitación, a verificar si el servicio está activo para el perfil de los usuarios de esa información: en otras palabras, verificar que la grabación cumplió su propósito y es visible y transparente para las instituciones prestadoras de servicio de salud.

Tarea versus objetivo

El incidente también me dejó una inquietud: ¿los empleados están comprometidos con una tarea en particular o con un objetivo?  Pues parece que desde el mismo nombre del cargo las empresas estuvieran privilegiando la tarea sobre los objetivos. Así, si nuestro salvavidas del título de este blog estuviera metido dentro de las estructura común de cargos no se llamaría salvavidas, a lo mejor tendría el nombre de “Analista de Natación I” e inteligentemente también habrían “Analistas de Natación II” y “Analistas de Natación III” para diferenciarlos por experiencia y salario.

De esta manera desaparecería de la denominación el objetivo del cargo, “salvar vidas”, para meterlo a la fuerza dentro de unas categorías que nada tienen que ver con su función pero que nos dan la tranquilidad lingüística del reconocimiento. La misma tranquilidad que nos da clasificar a todo lo que vuele y tenga plumas como “ave”. Todo lo que flote y se mueva como “barco” y así sucesivamente. Así, hemos extendido nuestra necesidad gramatical de agrupación de objetos y sucesos a los múltiples objetivos organizacionales que se evidencian en un cargo. No importa si en su denominación nos pasamos por alto los objetivos del mismo.

Cierto día pregunté a una empleada de un hospital cuál era su función allí. Me respondió que era auxiliar de enfermería. Le dije que ese era el nombre del cargo, e insistí en cuál era su función. Después de pensarlo respondió: “pues si quiere saber qué es exactamente lo que hago, la mayoría de las veces suturo heridas, canalizo venas, administro medicamentos… cosas así”. Mi amiga enfermera describió su función en términos de tareas sencillas y si se quiere “cosificadas” que nada tienen que ver con su importante rol como generadora de salud. ¿Y qué tal si, siguiendo el ejemplo del oficio que dio título a este blog, en lugar de llamarse “Auxiliar de Enfermería” su cargo fuera “Salvavidas Hospitalario”? A lo mejor si le cambiamos el nombre vería de manera más integral su función dentro de una entidad de salud. Y a las enfermeras que trabajan en el área de neonatos en lugar de llamarles (también) “Auxiliares de Enfermería”, podríamos llamarle “Madre Clínica Sustituta”. El nombre del cargo y la carga emocional de las palabras que le componen conlleva la responsabilidad de responder integralmente por sus pequeños y bellos pacientes.

¿Cómo se llama el cargo de quien transporta piedra caliza en un camión? Conductor.

¿Y como se llama quien transporta niños en etapa pre escolar desde su casa a la entidad educativa? Conductor.

¿Y aquel que transporta sustancias o gases peligrosos? Conductor.

¿Y ese otro de allá que lleva cien cansados empleados que salen de sus trabajos y quieren llegar a su hogar? Conductor.

A quien transporta niños, ¿porque no le llamamos “asegurador de transporte de futuros talentos”? Y a quien transporta empleados hasta sus casas podríamos llamarle “gestor de transporte masivo humano seguro” y así sucesivamente con otros ejemplos.

La función de “policía” es palabra universal (polizia en italiano, Police en inglés) y significa casi siempre un hombre uniformado y armado, que aparece en las peleas, los robos y desmanes. Cuál sería el impacto si su nombre fuera “Encargado de bienestar ciudadano” o una palabra similar, ¿no será que desde el mismo nombre podríamos significar mejor que su función está relacionada con un objetivo loable y no con la figura que dispara en las películas?

Le propongo un ejercicio: hagan una imagen mental de la palabra “policía”.

La mayoría habrá pensado en hombre uniformado, con armas y en una patrulla.

Ahora bien, ¿su imagen de “Encargado de bienestar y seguridad ciudadana” les da una idea diferente? De paso nos ahorraríamos unos cuantos millones del fisco tratando de darle imagen de héroes a los policías, que de hecho (y afortunadamente), la mayoría lo son.

Yo sé de antemano que mi propuesta es demasiado agresiva: el lenguaje y sus símbolos están demasiado arraigados y su papel unificador es difícil de romper. Ingresar una nueva simbología es como hablar en otro idioma e implica esfuerzos que la mayoría no está dispuesto a asumir.

Lo que no puedo cuantificar es cuanta productividad, cuanto mejor servicio y más compromiso del empleado con sus funciones podríamos lograr si la denominación del cargo se entrelaza fuertemente con el objetivo del mismo. El salvavidas se llama salvavidas así nade, vaya en moto acuática o colgado de la cuerda de un helicóptero. Su nombre proviene precisamente de la función que se espera de él o ella. Mi pregunta es porque no cunde este ejemplo a otras esferas. ¿Desde cuando adoptamos la categorización de Auxiliar, Analista, Coordinador, Jefe, Gerente? ¿De dónde y desde cuando tomamos ese modelo?

Pequeño diccionario propuesto:

Albañil = “Constructor de hogares”

Cocinero = “Gestor de felicidad gastronómica”

Soldado = “Cuidador de la integridad y soberanía de compatriotas”

Auxiliar de grabación = “Asegurador de afiliaciones efectivas”

Ingeniero de procesos = “Responsable de calidad de operación”

Aseador(a): “Gestor(a) de limpieza y salud institucional”

Analista de servicio al cliente = “Responsable de satisfacción de clientes”

Analista de selección: “Asegurador de personal competente”.

Educador: “Administrador del talento”

No continúo y prefiero que ustedes sigan el ejercicio mental de cómo se llamarían sus cargos si estuvieran orientados al objetivo del mismo y no a la tarea cotidiana. Instaurar un nuevo concepto lleva años, pero soy optimista. Hasta hace poco el “viernes negro” o “black friday” era más asociable con un acto terrorista, o algo que genera miedo (“septiembre negro” se asocia a conflictos y actos terroristas en medio oriente en los 70´s). Ya todos sabemos que black friday es sinónimo de descuento, de cosas aparentemente baratas. En el mundo laboral debemos darle nuevo significado a los puestos de trabajo. El trabajo se funde tan profundamente en nuestras identidades que asociar el nombre del mismo con la función o beneficio final no me parece descabellado, así transgreda la norma de economía lingüística y cultural de seguir llamando las cosas como la hemos venido llamando siempre, de minimizar el esfuerzo invertido abreviando o agrupando. Puede que mi propuesta quede en el olvido, pero si algún empresario o director de RRHH acoge, así sea parcialmente mi propuesta, será uno de los logros más importantes de mi vida.

A propósito, yo no soy bloguero porque no vivo de escribir. Cuando hablo de mis escritos en este medio no digo “soy bloguero”; digo “escribo en El Espectador sobre temas laborales”. Mi trabajo real es la psicología freelance. Tanto escribir como trabajar me producen satisfacciones, aunque sólo mi trabajo genera dinero (para mi). En ese sentido estoy enormemente agradecido por quienes me leen, sus “likes” y sus comentarios en redes sociales, pero agradezco también a quienes sin leerme, con sus contratos de servicio por asesorías y trabajos relacionados con la psicología organizacional me permiten ganarme la vida. Gracias a todos.

¡Hasta Pronto!

Ramon Chaux

Psicólogo organizacional

Comentarios