Don Ramón, psicología laboral

Publicado el ramon_chaux

Felicidad en el trabajo, mitos y realidades

 

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Es demasiado frecuente hoy escuchar el término “felicidad en el trabajo”. Incluso el Gefe, está reemplazando al jefe, por las iniciales de Gestor de Felicidad.

Me parece que hay una confusión aquí entre la noción de felicidad, un concepto trascendente y relativo al ser en toda su concepción y otras formas de bienestar que no están relacionadas con la felicidad.

Los jóvenes o llamados Millennials quieren hacer lo que estudiaron: les gusta la fotografía, los medios digitales. Les agradan los audiovisuales, la música, el desarrollo de software, el arte. Todas estas son actividades donde se puede desarrollar la creatividad, no se depende de muchas órdenes y hay un gran espacio para la creatividad y autonomía. Incluso, aun trabajando para otros, es posible conservar la propiedad o la autoría, para ser reconocido por lo hecho.

Este ejército de personas reclamando su lugar trascendente en el mundo del trabajo está creciendo, sin embargo el modelo que sustenta la economía se mantiene intacto: las empresas deben producir lo que se esté vendiendo.

Si hay demanda de ollas de aluminio las vacantes de empleo serán de operarios en fábricas de ollas de aluminio. Los puestos de trabajo no se generan a partir de las expectativas individuales sino a las fluctuaciones del mercado que compra o deja de comprar un determinado bien o servicio.

De esta manera, el trabajo está marcado indeleblemente por una ecuación económica que nada tiene que ver con lo que me gusta hacer y sólo hay un grupo de pequeños privilegiados que puede vivir de lo que realmente les apasiona desde chiquitos.

Para la mayoría de los demás mortales el trabajo es un asunto de tómalo o déjalo. Es lo que hay.

Los jóvenes, en un comienzo de su ciclo vital, aun en cierta sombra protectora de sus padres y sin obligaciones, pueden darse el lujo de intentar lograr su trabajo ideal. De ahí que sea conocida su poca lealtad y estén buscando y probando en uno y otro lugar. Un poco más adelante en su ciclo de vida, con hijos y esposo(a), empezarán a durar más en su trabajo. Su concepto de felicidad propia se desplaza hacia su familia. Ya no importa su felicidad. Hay una familia que alimentar, una vivienda que costear y gastos educativos y de salud que no pueden esperar.

En ese momento, soy feliz si le puedo proveer a mi familia tales bienes necesarios para la vida.

¿Eso significa que sus deseos de realización personal se apagaron? Por supuesto que no. Siguen vigentes pero la realización personal relacionada con su familia, la relación de pareja, su rol como padre o madre mitiga o impacta fuertemente la felicidad personal y la madurez y la norma social exige sacrificar los deseos personales en aras de su recién creada familia.

El trabajo pasa a segundo plano y entonces se está más dispuesto(a) a hacer cosas que no me llenan como persona, que a lo mejor aportan poco a mi crecimiento personal. Puedo soportar casi con agrado asuntos que con el tiempo se vuelven operativos y tediosos. No importa que el trabajo me agote y me estrese. Si me permite tener los medios suficientes para mantener mi otra esfera de la vida (la familia), entonces te puedo soportar. Casi te llego a necesitar o incluso, puedo llegar a decir que “amo mi trabajo”, si ello significa que es a través de el por donde puedo mantener mi rol dentro de la sociedad.

Otra cosa diferente es el confort y el clima laboral en el trabajo. Yo puedo desear ser escritor y querer realizarme en ese campo, pero la única oferta de empleo que obtengo es de dependiente en una cafetería. Tengo aire acondicionado y además derecho de consumir bebidas o alimentos cada que desee. Soy bien tratado y mis compañeros de trabajo son bastantes amables.

Ello no significa que sea feliz en el trabajo dentro de mi pequeña cafetería. Me haría feliz ser escritor pero en Colombia tal vez sólo existen mil personas que pueden vivir de lo que escriben entre 45 millones. Entonces puedo decir que en mi trabajo como dependiente de cafetería estoy a gusto, me siento bien y es un lugar agradable para trabajar pero de ninguna manera es donde quiero pasar años y años hasta que mi vida se apague.

Por mucho que invierta mi pequeña cafetería en gestionar mi felicidad no pasará de superfluos asuntos de forma y no de trascendencia.

A lo mejor nunca debimos tocar ese asunto de la felicidad tan masivamente y menos en el trabajo. A lo mejor debimos dejar ese tema espinoso de la felicidad y la trascendencia en las iglesias, en las escuelas de filosofía y en lo más profundo de cada ser. Es imposible desde un puesto de trabajo, desde la necesidad de utilidades de una compañía poder generar felicidad a todos, ni siquiera a la mayoría de los empleados.

Lo que si podemos generar es confort y una buena relación, un ambiente y clima sano de trabajo, pero la felicidad es un asunto del alma, un asunto casi divino, un asunto serio… ¡qué pena! Debo dejar ese tema ahora mismo.

Se me llenó la cafetería, Debo lavar pocillos y servir cafés.

¡Un abrazo!

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Ramón Chaux

Psicólogo Organizacional Freelance

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