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Fútbol y representaciones. ¿Real irrealidad?

Foto: https://pijamasurf.com/2014/06/borges-sobre-la-estupidez-del-futbol-y-la-manipulacion-del-nacionalismo/

Por: Andrés Felipe Hernández[1]

En una entrevista que César Luis Menotti, director técnico de la selección Argentina campeona de 1978, le hizo al reconocido literato Jorge Luis Borges para el diario El Clarín, en agosto de ese mismo año, este último le contestaba que:

“Lo que yo dije (a propósito del triunfo de la albiceleste) fue que tuvo excesiva importancia un juego que a mí me parece frívolo. Me suena rarísimo escuchar a la gente frases como “hemos vencido a Holanda”. Más adelante aclara que: “Ya Aristóteles decía que era una metáfora decir que Grecia había vencido a Persia. Lo cierto era que un ejército griego había vencido a uno persa y punto”. Y, perplejo, insiste: “La gente lo ha tomado de un modo increíble. Es como si pensaran de una manera irreal y hubieran olvidado que ellos pagaron la entrada para convertirse en meros espectadores”[2].

Para entender un poco más a lo que se refiere Borges, Byung Chul Han dice En el enjambre  que estamos en la época de una sociedad sin mediación, propia de la evolución de la sociedad de masas en el desarrollo de los medios de comunicación que van de la radio a la televisión y en nuestros días también al mundo digital, y para ello recurre al respeto como categoría:

“El respeto presupone una mirada distanciada, un pathos de la distancia. Hoy esa actitud deja paso a una mirada sin distancias, que es típica del espectáculo. (…) «espectáculo», es un alargar la vista a la manera de un mirón, actitud a la que le falta la consideración de la distancia, el respeto (respectare). La distancia distingue al respectare del spectare”.

Argumenta pues que el espectador es un ser pasivo. Podríamos decir que expresa su emoción como espectador, no necesariamente su razón, y de ahí que a Borges le parezca que el fútbol es frívolo, porque el espectador no re- visa, no vuelve a mirar su situación de manera crítica. De hecho se le adjudica la frase “el fútbol es popular porque la estupidez es popular”.

Sin embargo, nos es importante ver la relación metafórica que enuncia Borges entre lo que dijo Aristóteles y el fútbol en la actualidad porque nos hace caer en la cuenta del proceso de la civilización que trabaja el sociólogo Norbert Elias quien ve el deporte como uno de los instrumentos de pacificación aparecido después de las dos guerras civiles en Inglaterra durante el siglo XVII y lo entiende como una forma de librar y catalizar las emociones de un modo más racional en el deporte que en la guerra. En nuestro caso vale recordar al respecto que la creación  del torneo de rentado de fútbol y de la vuelta a Colombia en bicicleta, se dieron en 1948 y 1951, respectivamente,  en pleno periodo de la violencia y con la intención de apaciguarla.

A esto podríamos complementar lo que el sociólogo colombiano, Gabriel Restrepo, argumenta, quizá retomando a Borges, como la “irrealidad real del fútbol” que se decanta cómo “el mundo de lo irreal en el plano de lo real” o cómo se convierte lo irreal en más real que lo real. En esta dirección, el también sociólogo Rafael Jaramillo argumenta en Fútbol y barras bravas… que “El estadio, la cancha de fútbol, era el ámbito donde el espacio teatral –mimético- empezaba a desplegar toda una nueva simbología, un escenario de ficción donde lo no-real sumergía al aficionado en lo emotivo, en lo catártico” (p. 159). Quizá es por esto que el historiador Eric Hobsbawm considera al deporte, el fútbol también,  en Nación y nacionalismo… no sólo como un espacio de representación sino como una “válvula de escape” de la realidad.

En otro tiempo, Johan Huizinga vio el deporte y el fútbol de otro modo y no como un instrumento de pacificación, pues cuando escribe Homo Ludens asistía  al uso de este por parte de ideologías violentas como la Italia de Mussolini en los mundiales de fútbol de 1934 y 1938 y de Hitler en la Olimpiada de Berlín de 1936. Sin embargo, más adelante, durante la guerra fría se pudo ver cómo la confrontación entre las superpotencias se vio desplazada al plano simbólico del deporte, particularmente en las olimpiadas.

Ahora

Este juego entre lo irreal y lo real resulta paradójico, la gente igual expresó en el último mundial de Rusia 2018 mediante memes que Alemania nunca había ganado en Rusia, ni en la primera ni en la segunda guerra mundial y que por ello había sido eliminada en primera fase; pero otro destino corrió Francia, que fue campeona. Francia en tiempos napoleónicos había invadido Rusia pero cuando llegó a Moscú esta estaba quemada y sin recursos y finalmente sufrió una cruda derrota a manos del General Invierno. Ganó ahora, pero gracias a África, que fue colonizada mayormente por Francia, de oriente a occidente, e Inglaterra, de norte a sur, durante el siglo XIX. ¿Este triunfo es el de una colonización decantada en el proceso de la civilización?

En todo caso, en nuestros días el fútbol ha sido un mecanismo muy eficiente para expresar la idea de nación de manera civilizada. La idea de comunidades imaginadas de la que habla Benedict Anderson cala así con mayor precisión porque es fácil de entender como irrealidad. Además ha generado tipos de identidades locales, como en el caso de Santa Fe y Nacional y hasta globales. como Barcelona y Manchester United.

Este juego de metáforas también lo tiene claro la cientista social Aida Sotelo cuando trabaja la idea del héroe en el deporte. En esta oportunidad, el deportista no se está jugando la vida por la sociedad, ni está trasmutando la realidad social, como la idea clásica del héroe, de hecho es una re simbolización del héroe hacia su banalización[3].

Esta crítica a la sobreinterpretación  metaforizada del deporte, podría estar en la conclusión reflexiva del sociólogo Pablo Alabarces  cuando insiste en que aunque Francia haya ganado el mundial con migrantes africanos de primera o segunda generación, no está haciendo que las políticas antiinmigración de Macron, presidente de Francia, cambien un ápice; es por ello que argumenta que “ni el fútbol refleja la sociedad ni la  sociedad refleja el fútbol, la sociedad se representa a sí misma y el fútbol también”[4], aunque las protestas de los inmigrantes se hicieron sentir posterior al triunfo de Francia.

Es claro que a Borges no le convencía el efecto del fútbol ni el fútbol como tal por la mirada intelectual aristocrática que tenía del mundo, pues desconocía la gracia y las relaciones que el deporte tiene en sí mismo y más allá de él.  En nuestros días, el filólogo y filósofo  Hans Gumbrecht ha puesto la significación de este fenómeno en Elogio de la belleza atlética al exponer que en el hincha se da una búsqueda de la emergencia de sentido, una producción  y epifanía de la presencia, épica y estética del logro deportivo en contextos y momentos de máxima experiencia que el espectador vive.

El intelectual no puede ser espectador del mundo, sino analista crítico de la realidad social que exige verlo con respeto: ¿quién dijo que esto no se puede hacer en los estudios socioculturales del deporte?: ser espectador y “respectador”, quizá la realidad se hace mucho más interesante cuando se lee con muchas más capas de sentido que el aparente, porque estas recogen y proyectan con figuraciones y resultados inesperados.

[1] Historiador.

[2] El Malpensante. Una conversación entre Borge & Menotti. Lecturas futboleras, junio de 2018.  Pp. 36- 37

[3] En: http://i.letrada.co/post/paraguero/223/heroes-y-deportistas

[4] En Semana, Campo de batalla, edición No. 1890, pp. 80- 81

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