De ti habla la historia

Publicado el detihablalahistoria

UN, 150 años de educación

un76d85f90e4fa27db462bf7edbd0b9e94
Foto: pinterest.com.mx

Por: Andrés Felipe Hernández

En 1863 se expidió la Constitución Liberal de Rionegro orientada a que el país se signara bajo ideas federales, salvaguardadas por las libertades económicas que buscaban la inmersión de Colombia en el comercio internacional, y orientadas por la separación de la Iglesia y el Estado y, con ello, el impulso a la educación laica. La Universidad Nacional nació en ese periodo, para revivir la Universidad Central que había concebido Santander en 1824. La Universidad se creó el 22 de septiembre de 1867 como un conjunto de posibilidades para el desarrollo de la nación. Sin embargo, la Constitución de Rionegro fracasó, en parte porque el país no estaba preparado para comprender esas ideas stricto sensu y aplicarlas de manera debida por su herencia hispánica y colonial. Esto se manifestó en guerras civiles, que llevaron a que se emitiera, más adelante, la Constitución Conservadora de 1886.

El carácter confesional de la educación pública quedó impreso en la larga Hegemonía conservadora (1886- 1930). Esta se superaría, en gran parte, durante la República Liberal (1930- 1946), con la libertad de cátedra implementada por el primer gobierno  de Alfonso López Pumarejo.

La Universidad vivió un largo período sin rector, de 1882 a 1936, a pesar de esto se instalaron nuevas carreras, como la Escuela de Minas que se fundó en Antioquia por el presidente Pedro Nel Ospina (1922- 1926).

Cuando López Pumarejo llegó a la presidencia en 1934 decidió darle un nuevo impulso, para él la Nacional era la Universidad de la nación y había que reunir todas las facultades, que estaban disgregados, en un solo campus,  y para ello cuadruplicó la inversión del Estado en ella, le otorgó personería jurídica y autonomía universitaria. La idea era que ahí estudiara, no sólo la élite económica, sino, en sentido lato, los mejores estudiantes del país.

La Universidad era de las ciencias, las artes y las humanidades, pero también debía ser del deporte: era la única que tenía un estadio propio, que además fue la primera construcción en el campus, y donde jugaron Pedernera, Rossi y di Stefano durante “el dorado” (1949- 1953), momento inicial, clásico y egregio del fútbol profesional en Colombia. En la Nacional el saber también era físico.

La creación del campus a partir de 1935 tenía ese sentido: una formación integral de sus estudiantes. El estudiante no sólo tenía que tener una sólida formación académica sino también recreativa y corporal. De hecho, en sus inicios, se pensaba que la UN tuviera no sólo un estadio, sino un diamante de béisbol, dos piscinas, una de ellas olímpicas, y hasta una cancha de polo, además de las sabidas canchas de tenis y de fútbol que hoy componen sus instalaciones.

A pesar de que la Nacional fuese concebida para todos, funcionó como una instancia de reproducción de las élites: de ella egresaron Eduardo Santos, Laureano Gómez, Virgilio Barco y dos de las personas más acaudaladas del país: Carlos Ardilla Lülle, en la sede Medellín, y Luis Carlos Sarmiento Angulo, en la de Bogotá. No era sólo una instancia contestataria al estado de cosas sino que también era el estado de cosas.

Es claro que los ya mentados se habían graduado antes de los sesenta, pero a partir de esta década la Nacional adquirió la identidad contestataria que se inspiraba en un auge de los movimientos revolucionarios culturales, políticos y sociales a nivel mundial. El representante más claro de ese momento fue Camilo Torres, quien al ver la realidad social del país optó por “el amor eficaz”, como él lo comprendía, y después de cofundar la facultad de Sociología y de ser capellán de la UN, salió al monte, lugar al que no pertenecía porque no era capaz de matar a otro ser humano.

Pero el cura guerrillero era hijo, no sólo de la búsqueda de la transformación social de la época, sino también de la que había liderado Jorge Eliécer Gaitán, quien se había graduado de la facultad de Derecho con una tesis sobre “Las ideas socialistas en Colombia” en 1924 y cuyo asesinato partió en dos la historia de Colombia. También de Derecho se había graduado Carlos Lleras Restrepo, quien amplió el universo institucional del país, al modernizarlo con la creación de Colcultura, Coldeportes, Colciencias y el ICBF.

El título de Gaitán lo recuerda el texto de Gerardo Molina, de manera paradójica, con la publicación en los años setenta de “Las ideas liberales en Colombia”. Molina también fue rector de la UN entre 1944 y 1948 e implementó una serie de reformas que impulsaron la filosofía, la economía y la ciencia en la Universidad.

Es importante aquí señalar la relevancia de José Félix Patiño, quien logró durante su rectoría (1964- 1966) reorganizar y modernizar la Universidad reagrupando 34 facultades en sólo 11, orientadas por las tres grandes que definen lo esencial del saber académico: artes y arquitectura, ciencias humanas y ciencias naturales, el elemento integrador de esos saberes vino a ser el plan de los Estudios Generales. Por otra parte, le aportó a la infraestructura material espacios tan importantes como el auditorio León de Greiff, los museos y la Biblioteca Central. Con esto se abrió un panorama para la divulgación y la extensión universitaria de cara a la nación.

Como consecuencia de una amplia movilización estudiantil de carácter nacional se instaló en 1971 el cogobierno basado en “el programa mínimo”, con un Consejo Superior compuesto de manera paritaria por estudiantes, profesores y Estado. El experimento no duró más de un semestre. Además, en el resto de la década de los setenta y primera mitad de los ochenta, la Universidad experimentó sucesivos paros y  detuvo varias veces su funcionamiento.

Más adelante, en la segunda mitad de los ochenta, se llevaron a cabo una serie de reformas. A raíz de los hechos del 16 de mayo de 1984, que obligaron al cierre de la Universidad por un año, vino la rectoría de Marco Palacios (1984- 1988). Durante este periodo se crearon el IEPRI (Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales),  el CES (Centro de Estudios Sociales) y el Instituto de Estudios Ambientales (IDEA), pero también se cerraron las residencias y  la cafetería. Las primeras, por el control que de estas hacían algunos grupos non sanctos, exógenos al centro educativo, la segunda, para sanear económicamente a la Universidad. De esta rectoría vale la pena resaltar que desde 1988 no se pierden semestres en la Universidad. Nuevas reformas vinieron con Antanas Mockus (1991- 1993) quien le dio un nuevo impulso a los doctorados y a la investigación, y al desarrollo de la cofinanciación de la Universidad, que comenzó por la participación en el pago de los estudiantes, aunque de manera proporcional a sus ingresos familiares.

En este contexto, es importante resaltar el viraje que tuvo el mundo hacia las teorías neoclásicas, lideradas por Reagan y Thatcher. Estas teorías impulsaron un detrimento en la inversión pública, sobre todo en educación y salud, que continuó con el fin del comunismo en Europa del Este y la disolución de la Unión Soviética, y en lo económico, también en China. Todo esto encontró resonancia en Colombia con el modelo aperturista y privatizador de Gaviria. La Universidad no era una institución autista, lo que pasaba en el mundo y en el país también la afectaba de manera directa.

Después, llegó a la rectoría Guillermo Páramo (1994- 1997), quien abrió las cuatro sedes de frontera: Leticia, Tumaco, San Andrés y Arauca, como un acto de soberanía pero también para brindar y difundir la ciencia, así como soluciones para sus habitantes.

De la década de los noventa es importante destacar los egresados con vínculos estrechos al alma mater que fueron asesinados: Jaime Pardo Leal (1987), de la Unión Patriótica; Eduardo Umaña Mendoza (1998), defensor de los Derechos de los Pueblos en Colombia; Jesús Antonio “Chucho” Bejarano (1999), quien asesoró al gobierno en los procesos de paz de comienzo de los noventa en Colombia y Jaime Garzón (1999), quien con la sátira política educó al país de manera crítica.

Yo entré en 2004, durante la segunda rectoría de Marco Palacios (2003- 2005), quien salió por sus obligaciones en México, aunque también recibió críticas por las reformas académicas y por su carácter “neoliberal”. En ese momento se vio a  la Universidad moverse por sus derechos y ser reactiva al cambio, porque exigía consulta consensuada. Recuerdo que nos movilizamos no sólo en 2004, sino con más veras en 2007, porque el entonces presidente Uribe, egresado de Universidad pública, la de Antioquia, quería cargar a la UN de las obligaciones que al Estado corresponde en materia pensional. Nos movilizamos, y más adelante la Corte Constitucional consideró inexequible el acto del gobierno Uribe. También hubo movilización en 2008, pero me pareció que la rectoría de Moisés Wasserman, rector de la Universidad entre 2006 y 2012, propuso una reforma académica acorde a los tiempos e integradora entre departamentos y facultades, orientada a la voluntad de saber y a la móvil interrelación de este.

Ahora festejamos 150 años y que los cumpla feliz hasta el año diez mil, partamos el ponqué y brindemos por su ciencia, arte, humanidad y deporte con miras a su fortalecimiento, recursos y perpetuidad.

 

Comentarios