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Publicado el Bat&Man

Libardo Garzón: Un artista colombiano por el mundo

Libardo Garzón Murillo
Libardo Garzón Murillo

Man: A mí ese man me parece medio loco… Artista, cocinero, mago, poeta… Viajero… Y colombiano para completar.

Bat: Colombiano. Sueco también, por adopción. Pero colombiano por nacimiento. ¿Le conversamos para conocerlo mejor?

Man: Conversémosle pues…

Bat: Usted nació en Galán, un pueblito escondido en las profundidades de Santander. Y de trabajar en el campo pasó a ser un artista que ha expuesto sus obras en muchos países del mundo. ¿Queda algo de ese campesino santandereano en su obra?

Libardo Garzón: Sí y no. Tengo que hacer una precisión: yo nací en una vereda de Guadalupe, ahí pase un año. Luego mis padres se trasladaron a Galán, donde viví hasta los 16 años. En Galán mi madre tenía una pequeña finca cafetera, contigua a la finca cafetera de mi abuelo materno. Mi entorno era campesino. Esto implicaba hacer de todo, desde ordeñar las vacas, antes de entrar al colegio a las 8 a.m., hasta recoger café, sembrar yuca, maíz… enjalmar las mulas, ensillar un caballo, sacar fique…

El campesino sigue vigente. Pero hablar de influencia en mi obra… no. No creo que la haya, al menos a nivel consciente; aunque a nivel inconsciente, indudablemente sí.

Ahora, en resumidas cuentas, el campesino dentro de mí aporta toda la fortaleza y espíritu de lucha necesario para poder transitar el difícil camino del arte. En ese sentido, el campesino santandereano vibra poéticamente dentro de mi obra… como dentro de la caverna del Minotauro, luchando contra las entrañas del  monstruo para liberar el demonio de la creatividad…

Man: ¿Y cómo se inició en el arte?…

LG: Siempre tuve curiosidad por  la pintura. Mis álbumes de biología y botánica se los quedaron los profesores porque los dibujos estaban muy bien hechos. Era un autodidacta en esa primera etapa de mi vida. Luego me traslado a Bucaramanga, donde comienzo estudios universitarios en la UNAB. Después me fui a Venezuela. En  Caracas, además de estudiar informática en las noches, tomaba clases de pintura los sábados en el taller de la profesora Geula. Por sugerencias fui luego a la escuela de arte “Cristóbal Rojas”. Esto fue un choque para mí.

Man: ¿Por qué?

LG: Se me abrió otro mundo. Pasar del mundo de la informática, del cual dependía económicamente, al mundo del arte, no fue nada fácil.

Bat: ¿Cuál ha sido su mayor logro artístico fuera de Colombia?

LG: No hay un hecho puntual que me haya marcado de manera trascendental. Pero sí existen logros que me han impulsado a seguir hacia adelante. He  ganado algunos premios, pero, más allá de la satisfacción personal, no son determinantes como tales. Pudiera, sin lugar a dudas, decir que mi mayor logro artístico ha sido encontrar mi propio camino en el arte. Ir contra corriente.

Maternidad vikinga - Libardo Garzón
Maternidad vikinga – Libardo Garzón

Man: En sus entrevistas siempre destaca su paso por Argentina. ¿Qué le dejó Argentina artísticamente, que no le hayan dejado otros países de Latinoamérica?

LG: En Buenos Aires viví varios años. Allí hay una vida cultural intensa en todos los estratos de la sociedad. Para darte una idea, te puedo decir que con los habitantes de cada barrio bien podría formarse una orquesta de primer nivel.

Compartí  con los argentinos la riqueza cultural que se respira, en todos los ámbitos del arte… música, ópera, teatro… Ellos son  muy abiertos a las nuevas ideas, no importa de dónde vengan. Esto me permitió exponer allí los conceptos del “Antimovimiento”, el primer sistema abierto en el arte. Allí también realizamos la “Primera Bienal Mundial del Antimovimiento”, que fue declarada “de interés para la nación” por el Congreso de Argentina. En esa bienal participaron artistas de los cuatro continentes.

Man: ¿Fue la primera bienal de su Antimovimiento?

LG: No. En realidad no. Esa fue la tercera. Antes hubo dos bienales del “Antimovimiento”: una en Odesa, Ucrania, y otra en París. Fueron eventos que agruparon conceptualmente a artistas de todas las tendencias, independientemente de las técnicas que manejaran. Lo común entre todos eran los ocho conceptos del “Antimovimiento”, que los puedes consultar en mi página.

Man: ¿Y Estados Unidos? ¿Qué le aportó Nueva York?

LG: Fue una experiencia interesante entrar en contacto con el arte realmente contemporáneo. Viví un tiempo en Soho. Tuve interrelación con artistas de todas las tendencias, de todas las latitudes. Experimenté la cruda realidad de ser un artista a contracorriente. Y pude comprobar que vivir del arte no era, ni es, fácil para nadie. Nueva York fue una buena experiencia, con ecos que aún persisten.

Bat: El sueño de muchos artistas es París. Usted estuvo allí. Y expuso en “La Madeleine”, entre otros lugares. Se le vio paseando por los pasillos de ese emblemático lugar con una túnica de terciopelo hasta el piso, ribetes dorados, risa persistente… Decían que usted parecía un loco…

LG: (Risas) Sí, en realidad París es el sueño de muchos artistas. Nada más en varios de sus cementerios encontramos a muchos artistas viviendo el sueño eterno…

En serio, estuve diez años allí y eso me otorgó una experiencia importante, como me la han aportado todos los lugares en donde he estado. Soy la sumatoria de todas mis experiencias.

La importancia que tenga París va a depender de la experiencia vital de cada quien, desde su óptica particular. Pero se puede decir que la relevancia de París para los artistas se debe en gran medida a la posibilidad que ofrece de entrar en contacto directo con toda la historia del arte; tanto en pintura, como escultura, arquitectura y fotografía, sin olvidar la música, el teatro, el ballet, la ópera, el cine… y ahí no para la cuenta.

La exposición en la iglesia de La Madeleine fue una buena experiencia. El tema de la túnica de seda es parte de una puesta en escena el día de la inauguración… Hay muchas formas de locura, todas válidas. El arte es locura. Sin locura no hay arte.

Garzón en La Madeleine
Garzón en La Madeleine

Bat: A propósito… Usted hizo una interesante colección de imágenes… “Los bellos durmientes de París”… Cuéntenos un poco de ese trabajo…

LG: Partí de la  idea de que no importa el contexto social, político, cultural y económico donde se encuentre el ser humano. Independientemente del país, ya sea más o menos desarrollado, siempre existen los olvidados, los sumergidos sin nombre. Hice fotografías de personas durmiendo bajo cartones, al lado de un cajero automático, al lado de un restaurante. Son imágenes llenas de ternura y belleza, que puedes encontrar en cualquier parte. La pobreza no es patrimonio de ningún país.

Bat: Dicen que usted estuvo departiendo con la realeza europea. ¿Cómo fue ese encuentro?

LG: Tiene más de anecdótico que de mérito propio.

Fotografía sin título - Libardo Garzón M.
Fotografía sin título – Libardo Garzón M.

Man: En Ucrania han valorado mucho su obra, al punto que uno de sus cuadros está en el Museo Nacional de Kiev. Cuéntenos de Ucrania… ¿Por qué cree que su obra fue tan bien recibida allí?

LG: En Ucrania he vivido la experiencia más alucinante como artista, durante muchos años. Por algo Kandinsky iba en verano todos los años y eso le permitió crear “The magic rituals”.

En Ucrania,  como todos los países que estaban detrás de la cortina de hierro, a los artistas se les ha valorado bastante bien. Los integran entrañablemente dentro de sus comunidades. Allí los artistas y el arte forman parte de un todo social.

Cuando viene la Perestroika, estos países muestran hambre por una nueva estética. Generan así una nueva sinergia en todos los niveles de la sociedad. Son países con ansia por lo nuevo, están abiertos a todas las tendencias artísticas.

Por el año 93 recibí varias invitaciones de museos de Ucrania para ir a exponer a ese país. Acepté con gusto ir al Museo de Arte Oriental y Occidental de Odessa. Allí fui en cierta manera un pionero. Cuando las nuevas generaciones de artistas occidentales no iban por esos lares, allí estaba yo sembrando mi grano de arena. Algún día veré sus frutos.

La acogida de Ucrania a los conceptos del “Antimovimiento” fue total. Para mí fue una sorpresa positiva y, al mismo tiempo, un reto. Los arquitectos fueron los primeros en ponerse en sintonía con uno de los postulados: “nuevo concepto de la tridimensionalidad en pintura, pintando los 360 grados y, no los 180 grados como se hacía hasta el día de hoy”.  Esto dio pie para hacer la “Primera Bienal del Antimovimiento” en el año, 96  en el Museo TIRP de Odesa. Luego se unirían otras más. Toda una maravillosa aventura.

Man: Ahora está en Suecia. ¿Cómo le va con los suecos?

LG: Ahora mismo me los acabo de quitar de encima para poder contestar a tus preguntas, Bat. Me va muy bien con ellos. Son gente solidaria. Es una sociedad muy organizada en lo social, lo económico, lo tecnológico…

Bat: ¿Cuál es el aporte de su obra a la estética del mundo?

LG: Es difícil para mí decirlo. Es a otros a quienes compete esa labor: dilucidar el valor estético de mi obra, si lo tiene. Lo que yo diga puede pecar de exageración y sería un ejercicio de vanidad. Y lo que deje de decir, puede convertirse en lo contrario: un ejercicio de falsa modestia.

Yo pinto solamente. La obra dice lo que tenga que decir, a quien la quiera escuchar, a quien la quiera ver. Tal vez yo, como muchos otros artistas, busco que mi obra haga hincapié en la curiosidad. Llamo a la curiosidad a quien mira mi obra. La curiosidad es un valor que nunca decae, un valor en alza, por el que se debe apostar. Quizás eso sea un aporte. Los otros aportes, si los hay, será el espectador quien en un juego lúdico los descubra o no.

Bat: ¿Por qué casi siempre anda siempre vestido de negro y con sombrero?

LG: Creo que es igual a la gente que viste con jean todos los días y nadie les pregunta por qué lo hacen. Yo simplemente me visto así por el maldito placer que me produce. Porque se me da la gana. Y por comodidad, claro. En cuanto al sombrero… es un resabio de mi periodo campesino santandereano embejucado (risas).

Colage de Garzón M.
Colage de Garzón M.

Bat: ¿Es verdad que cuando no está en su taller de trabajo está en la cocina?

LG: Sí, es verdad. Es mi segundo taller. Ahí juego con los colores, las texturas, las formas, los sabores… Hago mis composiciones, incorporo la cocina tradicional colombiana (única en el mundo, rica por la gran variedad de sus productos naturales) y la combino con la de otras latitudes: la francesa, la italiana, la española, la libanesa, la china, la hindú,  la japonesa, la rusa, en fin… Puedo ir desde de un delicioso borsh ucraniano hasta un mute santandereano, o desde un pollo tandori, hasta una carne oreada.

La cocina es un verdadero laboratorio de ideas, donde los dos ingredientes principales son la creatividad y mucha paciencia. Es vital cocinar todo a fuego lento para poder sentir la alquimia del amor. La cocina es el atanor de todo cocinero: un alquimista en busca de su propia piedra filosofal.

Man: ¿Por qué ser artista?

LG: Bueno, en mi caso, desde pequeño lo traía en las venas. Pero para dedicarme profesionalmente al arte tuve que ensartar varios fracasos, como si fueran hojas de tabaco. Fracaso tras fracaso hice una sarta y luego la colgué en ese gran caney llamado arte. Gracias a mis fracasos de toda una vida, soy lo que soy; y lo que pretendo ser.

Man: ¿Qué le aporta el arte a la vida?

LG: El arte a la vida, nada. Pero la vida al arte, todo.

Bat: ¿Alguna vez ha recibido el apoyo de Colombia para desarrollar su trabajo artístico?

LG:¡No!

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