Con-versaciones

Publicado el Bat&Man

Cinco historias de Navidad

El recuerdo, como una vela, brilla más en Navidad

-Charles Dickens-

NAVIDAD2

Carlos

Carlos escribió en una carta sus deseos de Navidad: “Quiero saber cuál es mi nombre verdadero. Quiero saber cuántos años tengo. Y quiero saber dónde nací.” No. No sufre de amnesia. Permanece preso en la cárcel de El Barne, en Tunja, por robarle a la sociedad. Estaba demasiado pequeño cuando lo abandonaron y en las cornisas de su primera memoria solo se aloja “la gallada” que se hizo cargo de él en la calle. Ellos improvisaron ese nombre, “Carlos”, para llamarlo de algún modo. Pero nunca pudieron responderle cuándo, o cómo, o dónde, o por qué había llegado a este mundo.

NAVIDAD3

La Martucha

Se define como lesbiana, pero le gustan los hombres. Cuando se le pregunta si no será más bien bisexual, dice que no. Que los hombres son una partida de hijueputas y solo sirven para “tirar”. En cambio con las mujeres sí se puede pensar en “una relación en serio”. Vive en una de las unidades de IDIPRON en Bogotá y la Navidad no le gusta. Le pidió “al Niño Dios” un labial. “Pero no me va a traer nada”, dice. “Ese malparido no existe.”

NAVIDAD4

Mercedes

Comenzaba febrero cuando resbaló y cayó. En urgencias tuvo que esperar 10 horas hasta que la atendieron. Salió del hospital con un diagnóstico alentador: estaba intacta. Durante el siguiente mes no pudo dormir del dolor, su hija tampoco. Hubo que acudir a un especialista privado para que se descubriera, en un laboratorio particular, que sí, que tenía cuatro fracturas en la pelvis. Todo el año tuvo que vivir las secuelas del error inicial, que luego se convirtió en una afección a los riñones y erisipela en las piernas. Tiene 86 años y diciembre la alcanzó todavía postrada. Para Navidad, pide salud.

NAVIDAD5

Ramón

Para mirar televisión tenía que esconderse y espiar por las rendijas de las puertas. En su casa ni siquiera había camas, mucho menos un televisor. De adulto, se definió como un “resentido”. Sus atormentados re-sentimientos se convirtieron en una extraordinaria cruzada por la pacificación entre las bandas de criminales de la Comuna Nororiental de Medellín. Nadie tiene claro por qué lo mataron. No se sabe quién lo hizo. Es difícil explicarse cómo fue que ocurrió, siendo “Moncho”, como le decían a Ramón Urrego, el gran ser humano que fue. Los que lo vieron vivir, y luego morir, todas las navidades no dejan de pedir respuestas. También piden paz.

NAVIDAD 6

Darío

Su papá lo trae dos veces por mes a un hospital de Bogotá para que le hagan las radioterapias. En La Palma, donde viven, no le pueden hacer el tratamiento. Darío tiene nueve años y el cáncer en los huesos ya se le llevó una pierna. Es hábil con las muletas: no solo corre, sino que ya aprendió a saltar. Con muletas y todo. Lo malo es que este año empeoró y va a tener que pasar la Navidad en el hospital. Solo. Su papá no puede dejar el trabajo y su mamá le tiene miedo a la ciudad. Además está el bebé, que la necesita. Darío le pide a la Navidad, al mundo, a la vida, que ya. Que se acaben esos dolores innombrables en los que ha empeñado casi la mitad de su vida.

Imágenes: Diane Phalen

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