Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Visibles invisibles

La naturaleza busca el camino más corto, el ahorro de energía. El cerebro también ahorra energía y tiempo, no presta atención a lo redundante, al ruido, a lo inservible; no consume glucosa para atender lo que permanece inmutable, lo que no cambia. El cerebro reacciona ante la novedad, ante la información, haciendo un juicio rápido de su importancia.

El ruidoso mundo en que vivimos, la maraña de información incesante, nos obligan a ser capaces de definir rápidamente y de manera inconsciente a qué prestar nuestros sentidos y nuestra atención. La habituación nos ahorra energía, pero a veces, nos puede impedir ver información importante. Por habituación dejamos de gozar con los cuadros y las fotografías que cuelgan de las paredes de nuestra casa, si nada ha cambiado en ellos. La mejor forma de lograr la invisibilidad con un hombre es casarse con él, habituarlo a uno o mimetizarnos: te acuestas entre las piedras del jardín, te cubres con ellas y desapareces.

body art

Estar concentrados también puede causar cierto tipo de ceguera momentánea. La ceguera por concentración o por expectativa fue probada por dos sicólogos de Harvard en un famoso experimento con una persona disfrazada de gorila. En el 2004 el experimento ganó el premio Ig Nobel, que se entrega a “aquellos logros que primero hacen reír y luego pensar”. Para el experimento, se les mostró a los probandos un video de un partido de básquetbol, se les pidió que contaran la cantidad de pases que hacían los jugadores vestidos de blanco, pero que ignoraran los de los de negro. Luego, los probandos debían dar el número de pases contados. En cierto momento del juego de básquetbol una persona disfrazada de gorila recorría la cancha. También se les preguntó al final de este video, que dura menos de un minuto, si notaron algo raro. La mitad de los probandos no vio el gorila.

La quietud también dificulta la visibilidad; el camuflaje debe ir acompañado de quietud, pues una vez hay movimiento, se da un cambio de contornos entre la superficie camuflada y la superficie del fondo, y lo invisible se torna visible. Los movimientos del gato que va a cazar son lentos, pero además es capaz de permanecer perfectamente inmóvil, observando, para ver sin ser visto.

Anfibios, reptiles y artrópodos descansan alertas entre las piedras, entre las plantas, entre los pliegues del paisaje, superponiendo sus superficies casi idénticas al fondo. El asunto es pasar inadvertidos. El camuflaje es posible por medio del color, la textura, la forma y el movimiento.

Con el color, las proezas de mimesis las tiene el pez lenguado y el camaleón. El lenguado se mimetiza con las piedras del fondo del mar, la arena e incluso, en el laboratorio, con el tablero de ajedrez. El camaleón cambia por completo sus colores en una gama sorprendente; el gran buho gris, que vive en bosque de coníferas, no se ve cuando está posado en un árbol, pues sus plumas simulan a la perfección la corteza de los árboles; la lagartija cola de musgo, no solo imita los líquenes entre los que vive, en el color y en la textura, sino que su cola tiene forma de hoja seca. Las arañas lobo, de Libia, son un peligro, pues no se distinguen de la tierra en la que habitan, y son ponzoñosas.

Es asombroso el mimetismo que logran algunas mariposas y grillos: en su forma, color y textura semejan hojas secas y hojas vivas. Un tipo de mantis simula hojas muertas en el color y en la forma, y por eso su nombre: matis hoja muerta. Los felinos que tienen manchas se camuflan con las hojas y entre los matorrales; para mamíferos que ven en blanco y negro, el moteado es un tipo de camuflaje.

Con el movimiento se camufla el sapo guijarro, que no solo es del color de un guijarro, sino que ante la amenaza se dobla sobre sí y rueda como tal. El dragón de mar mueve sus adornos en forma de hojas marinas con la misma lentitud y sinuosidad de las plantas marinas.

El Pulpo Thaumoctopus mimicus es un polifacético actor: unas veces nada como los peces aplanados, otras, cambia de coloración y de patrones para camuflarse con el ambiente, simula al pez cebra, que es tóxico, y hasta se hacer pasar por serpiente.

 

La transparencia es una forma de invisibilidad. Las aguamalas, algunas mariposas, peces y ranas son trasparentes. Los animales que viven en la oscuridad, no ven ni son vistos, no necesitan los ojos y por tanto no gastan recursos biológicos en tener color ni textura. Pintar, dar color, requiere gran inversión de recursos, consumo de energía.

Para no ser visto es útil saber esconderse. Los magos usan cortinas de humo al momento de cambiar algo fundamental en el escenario y los calamares expelen una cortina de tinta para enturbiar la visión. Prácticamente todos los cefalópodos coloideos tienen la capacidad de expulsar tinta, si bien algunos la han perdido. Cuando deciden recurrir a la tinta, lo primero que hacen es vaciar parte de la bolsa en el intestino, cerca del ano. Éste posee unas pequeñas aletas que servirán de guía para su expulsión. Por un mecanismo nervioso, la salida de tinta se coordina con una brusca contracción del manto, lanzando un chorro de agua que ayuda a dispersar la gran nube negruzca, aumentando la pantalla visual, y de esta forma su eficacia.

Uno de los componentes de la tinta, la tirosinasa, puede irritar los ojos y provocar el bloqueo del olfato y el gusto en depredadores como las morenas. Se ha observado que los peces afectados agitan la cabeza bruscamente, como queriendo librarse de la desagradable secreción. Se cree que sus efectos no sólo actúan sobre el atacante sino que hace las veces de alarma olfativa poniendo sobre aviso a sus congéneres. Sin embargo, aunque existen ciertas evidencias bioquímicas de esta capacidad irritante, todavía no ha sido verificada con rigor.

El color de la tinta también es variable, sobre todo en correspondencia con el hábitat en que vive el animal. Cuanto más negra es, más melanina posee, y sintetizarla supone un notable coste energético. En las zonas costeras bien iluminadas es importante que la tinta sea muy oscura, lo que implica un aumento en la producción de melanina con el consiguiente gasto de energía. Esto no representa un problema al tratarse de ambientes en los que se dispone de alimento en abundancia para recuperar fuerzas. La situación cambia a peor al adentrarse en aguas profundas, donde la comida escasea cada vez más, complicando la necesaria reposición de energía. Al seguir descendiendo en las profundidades se llega a una cota en la que hay poca o ninguna luz. El color de la tinta deja de importar pues el depredador no la verá. Para ser visible y cegar debe ser luminiscente, y a esa la solución han llegado los calamares Heteroteuthis dispar.

La más elaborada forma de cortina es la que crea “pseudoformas”. Algunos calamares expulsan bolas de tinta con mucho mucus, compactas y de tamaño similar al animal. Al quedar suspendidas en el agua parecen un facsímil de sí mismos que confunde al atacante, entonces les da tiempo de huir.

Muchos animales se esconden en sus cuevas, en guaridas construidas por ellos mismos. Algunas serpientes del desierto se desplazan debajo de la arena, ciertos peces se meten debajo de la arena del fondo del mar y dejan un solo ojo por fuera; los felinos se agachan entre las altas hierbas; el caracol y la tortuga se protegen dentro de sus conchas; los humanos, detrás de un muro, un árbol, debajo de la cama.

El movimiento es una estrategia para volverse invisible. El mosquito de patas largas logra la hazaña de volverse invisible a voluntad. Cuando se sabe en peligro, su cuerpo vibra a una frecuencia de imposible registro para nuestros ojos; ni nosotros ni algunos de sus predadores podemos verlo mientras vibra. Algunas avispas especializadas en ver estos mosquitos fantasmas poseen una resolución temporal de 300 imágenes por segundo. Las alas del colibrí son otro ejemplo; no las vemos moverse cuando este se encuentra suspendido en el aire. Las moscas separan imágenes que pasan a una velocidad de 250 veces por segundo. Por eso, el escritor Julio César Londoño argumenta que las moscas se aburren en la sala de cine y mejor se vuelan para la cafetería.

Cuando no queda nada más, el movimiento es la última estrategia para defendernos del predador, echarnos a correr.

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