Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Siluetas

Hasta mediados del siglo 19, cuando se inventaron el daguerrotipo y la fotografía, muy pocos contaron con el privilegio de dejar para la posteridad una imagen de su apariencia física. Si sabemos cómo fue envejeciendo Rembrandt, y sospechamos que Alberto Durero se consideraba digno de retratarse semejando a Jesús de Nazaret, es gracias a que ambos gastaron horas de paciente observación pintando al óleo sus autorretratos. Recordemos que el retrato pictórico, desde el siglo 16 hasta el 18, no solamente debía representar el parecido físico del modelo, sino también su valor social y su carácter. Por eso, en el majestuoso retrato de Inocencio X, Velázquez nos deja percibir autoridad y severidad en el rostro del pontífice, y no solo su apariencia física. Tan realista es el cuadro, dicen, que al verlo, el mismo papa exclamó:¡troppo vero! (muy verdadero).

Inocencio X
Inocencio X

En el siglo 18, en Francia, se popularizó una manera de retrato: la sombra capturada o silueta. Esta fue una solución económica de retratar, en la que se realizaba un tipo de dibujo de contorno del rostro o del cuerpo entero, sin detalles internos. Para hacer una silueta se colocaba al modelo de perfil contra una superficie blanca. Se le iluminaba por el lado opuesto al papel, con luz directa, y se dibujaba la sombra proyectada. Después, se recortaba el dibujo en una cartulina negra que se pegaba sobre otra de un fondo de color claro o con motivos, para obtener finalmente un “retrato” de la persona. No era una solución a la altura de la aristocracia; esta seguía acudiendo a los costosos artistas pintores para inmortalizar a los miembros de la familia.
El origen de la palabra silueta tiene su historia. En la Francia de Luis XV, un hombre llamado Etienne de la Silhuette ejercía como ministro de finanzas. Con el objetivo de restaurar las muy decaídas finanzas del reino, Silhuette creó un impuesto sobre aquellos bienes que demostraran riqueza, como número de sirvientes, ventanas y puertas de la vivienda que se ocupaba, pinturas, objetos de plata y oro, entre otros. Impuestos que recaían principalmente sobre los miembros de la aristocracia. Como burla, cuando las personas compraban baratijas, utilizaban el término “á la Silhuette”, y esa forma de retrato muy económica terminó llamándose silueta.

Silueta de Schiller y Goethe
Silueta de Schiller y Goethe

En el siglo 50 antes de Cristo, en Java, se hacía arte y representación con las sombras chinescas: una variación del mismo recurso, pero con movimiento, en que se utilizan las manos para generar distintas figuras de animales, y contar historias con ellos. Las sombras chinescas no son originarias de China, como su nombre erróneamente lo sugiere. En el siglo 3 antes de Cristo, en Oriente, se desarrolló el Teatro de sombras, llevado luego a Francia en 1770 y popularizado allí; una forma de cine primitivo. En el teatro de sombras se utiliza una cortina; detrás, marionetas y objetos se van acomodando, desplazando y moviendo contra la luz, mientras músicos y narradores cuentan una historia. El espectador ve la acción en las sombras (me atrevería a decir que la ve con la imaginación); el espectáculo puede llegar a ser bastante poético. La mente debe completar o imaginar los detalles a los que nunca tendrá acceso. En el actual siglo, los artistas británicos Tim Noble y Sue Webster sacan provecho de la misma idea, pero lo hacen utilizando montones de chatarra, basuras, luz, sombra y calculado ingenio. Estas son otras formas de arte realizadas con siluetas.

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