Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Protocolos extraños


“Si le doy toda la confianza es porque sé que no va a tomársela.”

 María Isabel Vélez

Los protocolos sociales se inventaron para mejorar y hacer más respetuosas las relaciones entre las personas. Cada grupo social posee sus normas, su conjunto de actos que se aprecian como de buenos modales, y sus etiquetas. Aunque no actuamos pensando en ello, cada cual ha aprendido a portarse siguiendo el ejemplo de sus amigos y familiares, y así se perpetúan esas formas que se consideran las apropiadas. Hay diferencias entre las culturas, no gigantescas, pero importantes, pues en estos asuntos son los detalles los que cuentan.

Colombia e Irán comparten una extraña etiqueta llamada el Ta’rof.  La idea del Ta’rof es que cuando llega un huésped, un cliente o un amigo a tu casa, almacén,o territorio, le ofreces lo que crees que el otro puede estar necesitando. Simultáneamente,  ese otro, que conoce el Ta’rof, debe negarse a aceptar lo ofrecido. Por ejemplo, se le  ofrece un café y el otro contesta que no, que muchas gracias. La etiqueta del Ta’rof obliga a uno de los dos repetir varias veces el ofrecimiento; y al otro, a negarse varias veces a aceptarlo. Esto hace que ambos queden bien:  si el que ofrece no es sincero en su oferta, deja de insistir un poco antes de que el otro la acepte.

En Colombia, en los pueblos de Antioquia,  la gente se resiste a recibir el café, el vaso de agua, el picado de fruta, ante lo cual es necesario repetir la oferta. Cuantas veces no se ha estado en la situación en la que hay tres porciones de carne para los de la casa pero llegan a la hora del almuerzo dos comensales, con quienes no se contaba; el anfitrión invita a almorzar, pero espera una negativa por respuesta, aunque alegue jocosamente que “basta echarle más agua a la sopa”,  expresión muy común en nuestras tierras.  Para un americano, ese comportamiento no tiene ningún sentido. Si se hace la oferta y esta es rechazada se considera incorrecto insistir, pues se entiende que es una manera de presionar al otro y coartar su libertad. Si se hace la oferta, se hace de manera completamente sincera y directa, y se pretende que el otro la considere seriamente, pues nadie repite el ofrecimiento. La forma más común de Ta’rof, en casi todo el mundo, es la que ocurre cuando llega la cuenta del restaurante y todos se ofrecen a pagarla. Es curioso que en Colombia la expresión “pagar al estilo americano” signifique que la cuenta se va a dividir entre todos por igual; mientras que en USA, la expresión dice “pagar al estilo holandés” o “Duch treat” (la definición se encuentra en el Thesaurus).  En todas las culturas las malas maneras pertenecen a los foráneos, y es lo normal, pues siempre habrá alguno que se saldrá, de alguna manera, del código de conducta local.

En algunos sentidos, el Ta’rof nos parece exagerado a los colombianos. En los casos extremos, que se dan en Irán, no en Colombia, cuando una mujer pregunta el precio de una joya, el joyero le contesta: “Ghabeleh soma re nadareh” (“Esa pieza no es digna de usted”). Como queriendo decir, usted merece mucho más, esto es poca cosa para una princesa. O cuando se le pregunta al vendedor de mangos cuánto vale uno, él podría contestar: “no más tome uno”. Claro, nadie coge uno y se va sin pagarlo; el mensaje se sobreentiende. En Irán,  incluso, es común que el dueño del almacén o el taxista se rehúsen en el primer momento a recibir el billete, cuando usted alarga la mano, ante lo cual usted debe decir: “muchas gracias, insisto”,  y entonces, el vendedor o taxista lo reciben.

En cambio, más común en todo el mundo (pero en Irán, los que han estado dicen que ocurre de manera exagerada), cuando se va a atravesar el umbral de una puerta la aplicación del Ta’rof implica quedarse atrás y decir: “por favor,  primero usted”, — como señal de respeto; a lo cual, el otro, si es de menos jerarquía o pretende serlo y quiere negarlo, mostrando un gran respeto, responde: “No, primero usted”, o “yo voy después de usted”, lo cual puede alargarse en un eterno diálogo sobre quien va primero.

Son esas pequeñas sutilezas las que nos hacen quedar bien o mal cuando cambiamos de cultura. No es nada fácil entenderlas, pues son hasta cierto punto caprichosas. Ser directo y sincero facilita en un sentido las relaciones, pero al mismo tiempo es una manera más ruda, menos suave de relacionarnos. Los demasiados “eufemismos del comportamiento”, se podrían llamar así, pueden llegar a ser pesados y confusos, hasta el punto de que uno realmente no puede leer en la mente del otro y saber si sí quiere invitarnos a su casa o no. En buena medida, con todo esto se trata de alargar un proceso social y así dar más tiempo para leer acertadamente la mente del otro.

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