Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Los robots

Hace 40 años se creía que el mundo de la robótica llegaría a avanzar tanto que trasformaría nuestras vidas (todavía se cree). En el imaginario popular, el robot era como una especie de astronauta muy tieso y muy majo, que se desplazaba por la casa torpemente, hablaba en un tono muy bajo, con voz androide, sin entonación, y nos reconocía y atendía órdenes, como abrir la puerta o limpiar la casa. Nos remplazaba en las tareas domésticas y hasta en aspectos afectivos (R2D2 o Arturito). El robot era una mezcla de inteligencia artificial, colocada internamente dentro de un armazón humanoide, capaz de desempeñar movimientos y acciones robóticas.

Estamos rodeados de especies de robots. Es un hecho que los aparatos electrónicos nos mejoran la calidad de vida; así como también los mecánicos. Díganme la vida sin lavadora. El inmenso trabajo que es lavar a mano la ropa de casa, las toallas, sábanas, manteles, camisas, pantalones, medias y calzoncillos. Cada vez que uno la carga, libera horas de trabajo y esfuerzo; y la estufa: no tener que ir por leña y después prenderla. El avión, el automóvil, para ir lejos; y para no ir más lejos, dejemos en el silencio a los que verdaderamente están cambiando la vida en la Tierra. Y no vivimos asombrados, porque la sicología humana está diseñada para dejar de maravillarse de lo que tiene, si cuenta con ello constantemente.

De esos robots “domésticos”, además de los aviones, carritos, perros y la aspiradora robot roomba, los juguetes dejan mucho que desear. El problema de la inteligencia artificial es un gran problema al que la ciencia se acerca todavía muy tímidamente. Basta mirar las siete charlas que ofrece TED, con lo último en robots, para ver que en cuanto a movimientos los robots están muy adelantados, hacen proezas, pero en cuanto a interacción (inteligencia artificial), muy atrasados.

Dice en Internet que se vendieron casi 40 millones de Furbys. No sé si el lector tuvo la oportunidad de “interactuar” con alguno. Yo la tuve, y el animalillo, entre búho y bebé, no aprendía ni entendía nada. Por más instrucciones que uno buscara en el manual o en internet, las respuestas a las instrucciones para interactuar eran decepcionantes. Ante el llanto de la niña, que no lograba “interactuar” con el furby, decidimos devolvérselo a su mamá (tirarlo a la basura).

Quizás la utilidad mayor de los robots ha sido la de obligarnos a hacernos preguntas para entender cómo funcionamos; que no se nos hubieran ocurrido sin habernos puesto en la tarea de simular las acciones y comportamientos humanos. Los robots nos han mostrado lo complicados y complejos que son los mecanismos que han evolucionado en la naturaleza.

De las siete conferencias sobre robots que ofrece TED, recomiendo la siguiente, por variada y entretenida: Cómo vivir con robots.

 

 

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