Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Los hombres son de Marte y las mujeres…

O en qué van las discusiones sobre las diferencias de género.

De Marc Chagall
De Marc Chagall

El tema no es simple, no es fácil saber qué tan distintos o parecidos somos las mujeres y los hombres. Las feministas, por obvias razones, tratan de disminuir las diferencias con el fin de que en los asuntos prácticos haya más equilibrio y se logre una ansiada justicia que no se ha logrado; además, muy deseable. Hasta ahora, no se ha podido definir el grado de injerencia que la biología y los factores ambientales ejercen proporcionalmente en el comportamiento de hombres, mujeres y personas transgénero en el mundo.

Que la percepción de los hombres sobre las mujeres ha cambiado, no hay duda; un ejemplo tonto lo dice todo: en 1895 se discutía si era dañino para la mujer montar en bicicleta (los médicos dijeron en ese entonces que sí, que era dañino, que la mujer no debería montar en bicicleta). El mundo ha cambiado, pero la idea de que la mujer es inferior al hombre persiste en el siglo 21, por lo menos en muchos lugares del planeta. Habrá que empezar a mirar campo por campo. Con el estudio del comportamiento animal se extrapolaron a los humanos muchas de las observaciones hechas en otros mamíferos; sin embargo, se ha visto que en el animal humano los factores ambientales juegan un papel definitivo en la forma como los imperativos biológicos se expresan. Los factores ambientales pueden reescribir, hasta cierto punto y solo en algunos aspectos, las tendencias biológicas.

No hay que discutir evidencias como el hecho de que la hembra humana invierte mucho en la gestación y en la crianza, mientras que el macho invierte muy poco en términos biológicos, o discutir que hay diferencias morfológicas y hormonales que, aunque no son enormes, sí son significativas, pues en promedio los hombres tiene músculos más grandes y largos, huesos más fuertes y largos, menos grasa corporal, reaccionan al alcohol y a las drogas de distinta manera, los inunda la testosterona y a nosotros los estrógenos y la progesterona. No es ilógico pensar que los cerebros deben responder a estas diferencias y a otros aspectos no visibles relacionados con la biología. En las enfermedades que nos aquejan se notan diferencias importantes. La depresión y la ansiedad son desórdenes mucho más comunes entre las mujeres que entre los hombres. El autismo y el déficit de atención son mucho más comunes entre los hombres. La osteoporosis y el cáncer de seno son enfermedades comunes entre las mujeres, y las infecciones por hongos y parasitarias son más comunes en los hombres. De diez personas con enfermedades autoinmunes, siete son mujeres, y se sospecha que el embarazo juega su rol en esto.

De Marc Chagall
De Marc Chagall

Es importante conocer las diferencias entre hombres y mujeres, y sin prejuicios, y sin pensar con el deseo, pues solo cuando se conocen se pueden tomar medidas que beneficien a unos y a otras. En occidente, la sociedad no llega a ser justa con las mujeres: claramente no hay justicia en los salarios ni en las oportunidades laborales, tampoco en las leyes que mejoran la vida de la mujer o que la protegen, es decir las leyes sobre el aborto o la violencia familiar se quedan cortas; por tanto, estos estudios deben tener un blanco y es el de cambiar, para bien, la situación de las mujeres en todo el mundo.

Los rasgos que se consideran femeninos y masculinos están en todos los cerebros en proporciones distintas. Hoy se propone mirar el cerebro más como un mosaico en el que se expresan rasgos estereotipados masculinos o femeninos en distintas proporciones. Al estudiar grupos humanos de distintas regiones del planeta se han encontrado diferencias de género entre moderadas y grandes en aspectos como la agresividad, la habilidad para el lenguaje, las habilidades mecánicas, visuales-espaciales, con el cuerpo, físicas, informáticas, y aspectos de la personalidad como capacidad de crear lazos fuertes, apertura a las experiencias, capacidad de correr riesgos, asertividad, ternura, paternidad y otros.

Tanto hombres como mujeres compiten por el control de los recursos y por tener influencia social, e invierten todo lo posible en ello, pero en compromiso directo con los hijos las mujeres invierten mucho más que los hombres, aunque algunos hombres inviertan mucho y otros nada. Esto se relaciona con una larga historia evolutiva, pues en 95% de las especies de mamíferos, los machos invierten poco a nada en sus descendientes.

Los estudios revelan algo inesperado: entre más igualitaria con hombres y mujeres sea una región, más diferencias visibles se aprecian en los roles entre unos y otras. Finlandia, según el Foro Económico Mundial (2015), es una de las naciones con mayor igualdad de género en el mundo. Allí las niñas adolescentes superan en logros escolares a sus pares masculinos, en campos como ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM), pero sobre todo en lectura. Aquí viene el asunto, una vez llegan a la universidad la representación femenina en los campos STEM baja al 25% . En Noruega, en Suecia y en general en países cuyos niveles de desarrollo económico e igualdad de género son altos, la participación femenina en STEM es muy baja también. Este fenómeno se explica precisamente porque en estas sociedades las mujeres se pueden dar el “lujo” de buscar espacios que satisfagan sus deseos, sueños e intereses, no solo sus fortalezas académicas.

Los hombres producen más adrenalina que las mujeres y son más competitivos, las mujeres más oxcitocina y creamos lazos más fuertes con las otras personas. Pero somos competitivas de otra forma y necesitamos otras reglas laborales que incluyan la realidad innegable de que cuidamos más a los hijos que los hombres. En las poblaciones muy desarrolladas, los hombres dedican un 25 % más de tiempo a sus carreras, el 25% de tiempo que las mujeres dedican a sus familias. Los hombres valoran más el éxito económico y las mujeres valoran más la flexibilidad de la carrera, de manera que podamos pasar más tiempo con familiares y amigos. Estas diferencias no son simplemente un reflejo de las normas culturales, son diferencias basadas en nuestra historia evolutiva.

Por otro lado, estos estudios han revelado algo muy interesante: la asignación de género ocurre desde muy temprano en la vida y es refractaria a la educación. Sin importar lo que digan amigos, padres, hermanos y maestros, una persona se siente mujer o se siente hombre, independientemente de sus genitales, aunque sea excepcional que no se dé la correlación con estos; pero además, hay personas que no se sienten ni mujeres ni hombres, se sienten ambos. Los transexuales reportan haber descubierto desde muy niños una incompatibilidad entre el rol que la sociedad les imponía debido a sus genitales y lo que ellos se sentían por dentro y lo que deseaban para sí mismos.

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