Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

La maldad de las mujeres contra las mujeres

Sigamos protestando contra la violencia familiar o de género (como se dijo en el blog pasado: físicamente somos menos fuertes que los hombres, por eso casi siempre somos las aporreadas). Hagamos evidente la diferencia de salarios entre mujeres y hombres que ocupan un cargo similar. Recalquemos y molestémonos porque los puestos de poder están casi por completo en manos del sexo masculino. Pero seamos coherentes, no lo somos: a la hora de apoyar a las mujeres, no lo hacemos, nos volteamos. Los estudios muestran que las mujeres somos las primeras en quitar valor, prestigio, credibilidad y poder a las otras mujeres. Este es el triste dato que arrojan las estadísticas de los estudios hechos sobre apoyo a grupos minoritarios en la empresa, en las instituciones, así como en las distintas profesiones.

Por otro lado, cuando se discuten las leyes que apoyan cualquier tipo de autonomía sobre asuntos propiamente femeninos, como las decisiones alrededor del aborto; muchas no las respaldan (asunto que debería estar en manos de las mujeres, pues cómo serían las leyes de distintas si fueran los hombres quienes quedaran en embarazo). Afortunadamente, unas pocas mujeres valientes han logrado ganar terreno para beneficio de todas, incluyendo quienes creen que no se benefician de ello. La libertad sexual es a menudo vista por algunas mujeres como inmoral. Somos las primeras en saltar en contra de cualquier atisbo de autonomía o libertad frente al propio cuerpo. Pero quizá la actitud más dañina es la falta de apoyo y reconocimiento: no dar nuestro voto de confianza a colegas y profesionales mujeres en sus lugares de trabajo.

De 500 empresas importantes en el mundo (de las cuales se habla en la revista Fortune) solo 21 son dirigidas por mujeres. El 75% de las grandes compañías del mundo son manejadas por hombres blancos. Los datos muestran que aun en las organizaciones mayoritariamente compuestas por mujeres o grupos pertenecientes a minorías, las mujeres no ayudan a escalar a sus congéneres; no solo eso: se encargan de entorpecer su progreso en la escala jerárquica de la empresa. Los estudios muestran que no nos unimos para apoyar el ascenso de una colega a la gerencia, ni la promocionamos para que ascienda en el escalafón empresarial. Tanto hombres como mujeres mostramos preferencia por ser dirigidos por un hombre, en vez de una mujer. En una gran encuesta hecha a personas en Norteamérica, el 33 % de los encuestados prefirió tener un jefe masculino; , solo un 20 % prefirió jefa, y un 46% aseguró que le daba igual.

No es fácil entender las razones para que esto sea así. Los sicólogos dicen que la gente tiende a justificar el sistema: “si ha sido así debe ser porque es mejor”. Otros creen que se debe a la inercia de la cultura; modificar lo establecido exige un gran esfuerzo y cambio de paradigmas. El que vive una injusticia la justifica perpetuándola (para no sentirse un idiota, la justifica). Las mujeres tememos, como grupo minoritario en la empresa, que el apoyar a otra mujer pueda ser tomado como una acción deshonesta en la que no estamos siendo justas, en la cual solo queremos favorecer a alguien porque tiene nuestro mismo estatus, no porque tenga los méritos. Muchas veces las mujeres no favorecemos a otras mujeres por no perder credibilidad, y otras veces para estar en el mismo curso de la corriente mayor. En otras palabras, por miedo a la penalización. Cuando un hombre blanco favorece a otro hombre blanco no levanta ninguna sospecha; cuando una mujer favorece otra mujer sí la levanta.

En las sociedades Occidentales actuales, las mujeres no tenemos el mismo estatus que los hombres, eso ya lo requetesabemos. Pero no solo con los hombres, no lo tenemos ni con las mujeres, y ese es el gran problema. Pregúntese lectora si usted prefiere un cirujano o una cirujana para su próxima cirugía, si lee a los columnistas hombres o lee a las columnistas mujeres de este mismo diario, atrévase a contar y a comparar el número de unos y otras. Piense si le entregaría su caso a un abogado o a una abogada. En fin, cuesta incluso ser honestas con nosotras mismas, para descubrir a quiénes apoyamos y a quiénes beneficiamos. Hacer conciencia es el primer paso.

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Una buena noticia:

“Arabia Saudita anunció el martes pasado que en junio de 2018 levantará su prohibición a las mujeres conductoras, según el New York Times. La medida es una victoria para los grupos de derechos de la mujer; hace mucho tiempo hacen campaña para que la prohibición sea revocada. Se marca el final de lo que se ha considerado en el mundo entero como el símbolo de la opresión de la mujer en Arabia Saudita. La policía también tendrá que ser entrenada para interactuar con las mujeres, algo que los hombres y mujeres en esa  sociedad saudita rara vez hacen”.

Una buena noiticia: https://www.axios.com/saudi-arabia-will-allow-women-to-drive-for-the-first-time-2489879643.html

Los datos de la revista Fortune: http://fortune.com/2017/06/09/white-men-senior-executives-fortune-500-companies-diversity-data/d

Miedo a la penalización: http://amj.aom.org/content/60/2/771.abstract?etoc

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