Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

La historia de la cara humana

Un video sobre el tema

En la historia evolutiva del rostro humano, desde el rostro de los australopitecos hasta el del Homo sapiens, se aprecian significativos cambios. Los científicos se han puesto a estudiar los rasgos más característicos de la calavera humana en su morfología, desarrollo y funcionalidad, comparándolos con los de nuestros antecesores, y han llegado a la conclusión de que el resultado es una combinación de influencias fisiológicas, biomecánicas y sociales.

Las caras de nuestros primos: chimpancés, bonobos y gorilas, difieren de la nuestra en un aspecto fundamental: poseen unos arcos fuertes a los lados de los cuales se sujetan los músculos masticatorios. Además, sus caras poseen un hocico inclinado, profundo verticalmente y largo. La fila de los dientes incisivos es expansiva y se encuentra muy por delante de los grandes colmillos. Existe una brecha o diastema entre los incisivos laterales y los colmillos. En los homínidos más antiguos y en los humanos modernos, el maxilar es verticalmente más corto, la proyección de la mitad de la cara es reducida y la estructura supraorbital está integrada con el cráneo; los caninos e incisivos son más pequeños. La medida de la cara de los primeros homínidos también es más corta que la de nuestros primos cercanos y con un perfil menos inclinado, más vertical, visto de lado.

Cara pequeña y cabeza grande es nuestra principal característica diferenciadora. El acortamiento de la cara humana se explica por tres grandes cambios: flexión aumentada de la base craneal, una relativamente más larga base anterocraneal y una parte superior acortada de la cara. Mecanismos genéticos y hormonales se encargan de producir los cambios durante el crecimiento.

La cara moderna es grácil, se diferencia de la de los ancestros en que es más pequeña y no es proyectada; muestra una depresión en la fosa canina y carece de la pronunciada estructura supraorbital exhibida por los prehomínidos. No todos los cambios resultan de adaptaciones, también se deben a los constreñimientos creados por la estructura misma de lo existente. El proceso evolutivo que dio pie al alargamiento de la cavidad nasal se ha explicado por un crecimiento en la demanda energética respiratoria y por la adaptación al clima; son innegables las adaptaciones mecánicas debidas al cambio en la dieta y al incremento en el tamaño del cuerpo. Un aumento de carne en la dieta fue uno de los grandes motores, y además, de carne ablandada antes de ser consumida, pues al hacerlo (comer carne y además ablandada) los homínidos necesitaron consumir menos tubérculos y bulbos, que exigen muchas horas de masticación.

La cara grácil humana muestra que la necesidad de pasar mucho tiempo masticando se redujo, al tiempo que aumentó la fuerza en la masticación. El aumento en la fuerza puede deberse a un efecto derivado del empequeñecimiento del tamaño de la cara. La cara más pequeña también responde a la necesidad de una mayor tolerancia social y a la reducción de actividad andrógena.

La cara es una de las partes de la cabeza que más rápidamente ha evolucionado. Para la  comunicación no verbal, poseer un gran repertorio de gestos faciales es supremamente importante. Sin duda, la gestualidad humana es muchísimo más rica, variada y precisa que la de nuestros primos cercanos: chimpancés y gorilas. El hacer gestos faciales jugó un papel importante en la evolución y diseño de esta. La frente del Homo sapiens es lisa, con cejas delgadas, muy visibles y velludas, capaces de hacer movimientos, y con ello, de trasmitir muchas emociones e intenciones. Catorce huesos individuales hacen una cara y con estos hacemos más de veinte expresiones ligadas a las emociones, por medio de contracciones musculares.

Al comparar la evolución del rostro de los homínidos hasta hoy se aprecia que la evolución ha sido  modular. En los neandertales la evolución de la cara fue anterior a la evolución del cerebro, lo cual muestra que se trata de módulos que evolucionan independientemente, y que no todo en la evolución cambia al mismo ritmo. El nicho social en el que evolucionaron los neandertales y en el que evolucionamos nosotros exige un amplio abanico de habilidades sociales.

Artículo en Nature

 

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