Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

La historia de un iluminado

En realidad, nadie conoce profundamente la historia de este ser humano excepcional, ciertamente un iluminado, un hombre que llegaba a la verdad a través de epifanías, se podría decir que durante el sueño, pero que trabajaba durísimo en la vida diurna para explicar y sustentar las verdades soñadas. Según Srinivasa Ramanujan, la diosa «Namagiri » se las dictaba. Son verdades que otros han tardado años en descifrar, entender y explicar, usando lenguajes modernos.

 

El iluminado, Ramanujan, nació en 1887, en Erode, un pequeño pueblo de la India, en una familia pobre y muy religiosa, donde fue precariamente educado. Desde niño sintió una afición enorme por las matemáticas y un desdén contraproducente por las otras materias escolares. Parece que no le iba nada bien en la escuela y tampoco en la universidad, debido a un total desinterés por lo que no estuviera en el foco de su atención principal.

Si sabemos de este hombre genio de las matemáticas se debe a otro matemático bastante peculiar que trabajó durante la primera mitad del siglo 20 en Cambridge: Godfrey Harold Hardy. Dice Hardy que un día recibió una carta con un trabajo matemático incomprensible a primera vista. Pensó que tales teoremas tenía que provenir de un loco, o de un experto que quizá formulaba sus ideas con su propia notación y métodos, pues después de estudiarlo mejor, según sus palabras: «deben ser verdad, porque, si no fueran ciertos, nadie tendría la imaginación necesaria para inventárselos». Se puso a revisar con mayor cuidado lo anotado allí y se dio cuenta de que efectivamente se trataba de ideas avanzadas. Un iluminado descubriendo, en sus propios términos, teoremas ya descubiertos y proponiendo ideas nuevas, nunca antes vistas.

Hardy, matemático inglés, y ateo, invitó a Cambridge al joven y humilde Ramanujan, matemático, profundamente religioso, para quien una ecuación no tenía ningún sentido a menos que representara un pensamiento de Dios; así lo expresó. Ramanujan se trasladó a Cambridge por mar, y trabajó con Hardy durante cinco años. Fueron cinco años aniquiladores, pues se encontraba lejos de su jovencísima esposa, su madre adorada y sobrellevando carencias importantes en la dieta. Ramanujan, piadoso brahmán, seguía una dieta estrictamente vegetariana. No aceptaba la alimentación que le ofrecía la Universidad; así que él mismo, sin tiempo ni interés y sin los ingredientes a los que estaba habituado, se preparaba sus comidas. Ramanujan se desnutrió severamente en esos años. Regresó a India y murió un año después, a la edad de 32 años. Su vida fue muy corta y su trabajo, descomunalmente importante en el campo de las matemáticas.

Cuenta Hardy la siguiente anécdota, ya muy famosa y al alcance de la comprensión de muchos:

“Recuerdo una vez que fui a verle cuando estaba enfermo en Putney. Había viajado en el taxi número 1729 y le aseguré que me parecía un número sin nada destacado; esperaba de él que no hiciera sino un gesto desdeñoso. ‘No’, me respondió, ‘es un número muy interesante; es el número más pequeño expresable como la suma de dos cubos de dos maneras diferentes”. Así:

De allí que al número 1729 se le conozca hoy en el mundo matemático como el número de Hardy-Ramanujan.

A Ramanujan lo guiaba la intuición y el sentido estético. Muchos matemáticos han sentido lo mismo y lo han dicho: la armonía, la unidad y la belleza son faros que señalan la solución de un problema matemático. El sentido estético es una guía importante en la elaboración de teorías. Para muchos, la realidad que está al frente de los ojos es más interesante y lógica cuando se explica a través de estos modelos poderosos y altamente predictivos. Con ellos, podemos ver lo realmente invisible; con ellos, la mente se acerca a lo “divino” de la única forma como este acercamiento es posible. Por eso, usualmente en las biografías de matemáticos famosos se encuentra el factor común sicológico de un marcado desinterés por otros aspectos de la realidad. El interés y el placer que suscita la belleza de las matemáticas superan el amor propio, el ego y el culto a la personalidad. Cuando hay cosas tan grandes e importantes al frente de la inteligencia, los embelecos de la vanidad se quedan sin espacio y no tienen ningún papel más que el de ser ignorados.

Para el historiador de las matemáticas James Newman, Ramanujan sin más ayuda que sus facultades, logró reproducir un fructífero medio siglo de matemáticas europeas. Sin duda, así lo dijo: “Nunca había sucedido un hecho tan prodigioso en la historia del pensamiento».

Pronto se presentará una película llamada The Man Who Knew Infinity (El hombre que conoció el infinito), actuada por Jeremy Irons, en el papel de Hardy, y el actor de Slumdog Millionaire, Dey Patel (hijo de inmigrantes hindúes), en el papel estelar de Ramanujan. Esperemos que la película no caiga en los clichés de Hollywood y que haga un aporte inspirador, capaz de abrir la puerta a este universo fascinante, bello e infinito de las matemáticas, que nos atemoriza a tantos, cuando debería atraernos.

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