Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

La creatividad también es colectiva

Aunque estamos acostumbrados a la idea de genio, una idea muy romántica por cierto, y con base en la realidad, el genio creativo surge donde el terreno está abonado, donde hay cerebros capaces de juzgar y valorar ese nivel de creatividad.

Si las aves del paraíso son hermosas y espléndidas para las hembras, lo son porque estas, sin adornos elaborados, están en la capacidad de evaluar y comparar entre los machos su sofisticada belleza. El genio necesita una cultura que le otorgue ese nombre y que valide su obra; lo mismo ocurre con el artista, el técnico, el científico: se materializan dentro de un grupo social que los valora como tales.

Los sicólogos Henri Tajfel y John Turner han acuñado el término identidad social, para referirse al hecho de que además de identificarnos como lo que somos, sentimos que pertenecemos a un cierto grupo social. Pablo Picasso se sabía “Picasso”, pero además, se consideraba a sí mismo un cubista del movimiento. Tajfel y Turner creen que la particular identidad social a la que se pertenece es muy importante sicológicamente, pues determina lo que la persona siente que es respecto al grupo, y esa identidad ejerce una influencia en su comportamiento. Evaluar las acciones depende en gran medida de lo que los otros hagan, del nivel exigido por los que nos rodean; por eso decimos que en el país de ciegos el tuerto es rey (este es un ejemplo negativo, pero debe haber uno positivo).

Si se pertenece a una sociedad que aprecia el surrealismo, se buscarán nuevos motivos surrealistas para aportar al movimiento, y se apreciarán con mayor cuidado que si nos desempeñamos en  una sociedad donde el expresionismo manda la parada. La creatividad se juzga como desviación a la norma, y la norma es el promedio que consigue el grupo.

En variados experimentos, los sicólogos han observado que la identidad social influencia el juicio que hacemos sobre la creatividad: cuando el producto es de nuestro grupo nos parece más creativo que si es de un grupo foráneo . En 2006, Thomas Morton  y sus colegas de la universidad de Exeter en Inglaterra reportaron que los científicos hombres valoraban como más creativas las teorías de los hombres sobre el porqué estos son más inteligentes que las mujeres, que las escritas por mujeres sobre el porqué estas son más inteligentes que los hombres. La identidad sexual influencia también la percepción sobre la creatividad. Y ambos grupos pensaban que sus investigaciones merecían más apoyo económico.

El individuo creativo necesita el aval del  dinero, la promoción, la ayuda, la mirada  y el aplauso del grupo. La creatividad brota en los terrenos abonados y muere en los desérticos.

Como decimos los autores en el libro Creatividad e inventiva: Retos del siglo 21:

“Hay sitios y momentos históricos que han facilitado la aparición de grandes creadores en áreas muy bien determinadas, nichos privilegiados o terrenos abonados para la generación de ideas. La exposición a puntos de vista discrepantes estimula el proceso del pensamiento creativo: se expande el rango de originalidad de las ideas y se libera la mente.

Si una persona genial descubre un método original que abre nuevas vías a la investigación, pronto numerosos científicos, seducidos por la esperanza de obtener descubrimientos relativamente fáciles, se esfuerzan por utilizar la nueva herramienta en las direcciones más variadas. De estos esfuerzos divergentes se desprenden rápidamente numerosos resultados, los cuales, aunque surgidos con cierto desorden, proporcionan los elementos para nuevas síntesis. De tal modo se forman escuelas de pensamiento alrededor de algunos grandes creadores, lo que ha mostrado ser muy fecundo. Es decir, en creatividad, el que a buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija. Por ejemplo, seis estudiantes de Enrico Fermi fueron laureados con el Nobel de Física, diecisiete se formaron alrededor de Joseph. J Thomson y Ernest Rutherford, cuatro trabajaron con Ernest Lawrens, y otros cuatro con Niels Bohr. Varios de los discípulos de Arnold Schönberg, el padre de la escuela dodecafónica, en que la escala musical clásica se dividió en doce tonos, fueron también ilustres compositores, como Alban Berg y Anton von Webern.  […]

La Grecia clásica es un buen ejemplo de nicho abonado, que entró en un periodo de efervescente creatividad después de ganar las guerras Médicas, lo que a su vez le permitió comenzar una serie de intercambios comerciales con sus vecinos del Mediterráneo. De manera semejante, cuando una sociedad ha permanecido cerrada por un tiempo largo y se abre a las influencias externas, es probable que le llegue su edad dorada de creatividad.

Los ambientes enriquecidos aumentan las posibilidades de realizar grandes logros. Esa fue la situación para la filosofía en la Atenas de Platón y Aristóteles; para las artes plásticas, en el París de la primera mitad de siglo 20y en el Nueva York en la segunda mitad; para la música, Alemania y Austria en la época de Bach, Mozart, Beethoven, Schubert y muchos gigantes más; para el ajedrez, la Rusia del siglo 20; para la tecnología, los Laboratorios Bell (transistor, láser, radar y 25.000 inventos más); para la informática, el Silicon Valley; y para la física teórica y las matemáticas, el Centro de Estudios Avanzados de Princeton.”

No hay duda, el genio necesita el nicho apropiado para surgir, y la sociedad debe preocuparse por ofrecérselo.

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