Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

La caricatura, la máscara que desenmascara

La caricatura es relativamente nueva en la historia. Hasta el siglo 16 no hubo caricaturas en el sentido de dibujos hechos con la intención de burlarse o de hacer reír. Leonardo da Vinci hizo dibujos de rostros de viejos en los que exageraba algunos rasgos de la cara pero sin la intención de hacer caricaturas. En la caricatura, el personaje representado es una especie de víctima del artista.

El caricaturista agudo, en sus observaciones, detecta los rasgos físicos que se salen de la norma, aquellos que hacen a cada persona única, diferente del resto. Los rostros son objetos parecidos entre sí: todos tenemos una boca, una nariz, dos ojos, todo metido en un círculo. Así que lo que hace distinguible una cara de otra son los tañamos y las distancias entre sus partes. La ubicación y la dirección de la cara es fundamental en su correcta lectura, cuando el rostro se voltea hacia abajo se hace más difícil el reconocimiento e imposible percibir las anormalidades (http://faculty.washington.edu/chudler/java/faces.html).

Usar estilos extravagantes en el peinado o accesorios corporales que se salen de los dictámenes de la moda son formas de conquistar la unicidad. Ciertos estilos y accesorios se convierten en elementos suficientes de reconocimiento; son casos donde la máscara remplaza el rostro, como el sobrero hongo a Chaplin. Los artistas de la música pop buscan estos elementos distintivos que llamen la atención del público y los conviertan en personajes fácilmente recordables; pensemos en Amy Winehouse, con su peinado alto y su maquillaje tipo egipcio, o en Elton John y sus gafas enormes y coloridas, o en Michael Jackson y su vestido oscuro, sus pantalones estrechos y altos que dejan asomar las medias blancas, sus zapatos negros de señor, la chaqueta, el chaleco y su famoso sombrero de gánster. En la caricatura no es necesario simplificar pero sí exagerar; sin embargo, la caricatura hecha con unos pocos trazos nos fascina, posee el encanto de los aforismos: el decir lo máximo con lo mínimo.

Las caras y algunos objetos están codificados en la mente como desviaciones a la norma, desviaciones del promedio. Existen programas de computador para hacer caricaturas, de muchos estilos. Al programa se le entrega una imagen del sujeto; esta se digitaliza y el programa ubica unas marcas, unos puntos en el extremo de la nariz, en el comienzo de las cejas y su en punto más alto, en el borde de la cara, en el nacimiento del pelo, en los límites de la boca, en la distancia entre la boca y la nariz en la parte superior, hasta hacer un dibujo de los contornos de ojos, boca, nariz y forma de la cara; con 169 puntos basta. Después el programa compara las distancias entre estos puntos con el promedio almacenado en su memoria, ya sea de una cara masculina o femenina según el caso, y encuentra las diferencias respecto a este. El programa exagera esos puntos de diferencia en un 50% y obtiene la caricatura; también puede hacer lo mismo, pero en la dirección contraria, coger esas diferencias y minimizarlas. El efecto al promediar nuestro rostro es el embellecimiento; esa sería la anticaricatura. El cerebro humano también evalúa el rostro basado en los promedios que ha sacado de los rostros que ha visto. Este actúa como marco de referencia.

La caricatura hace con los rasgos de una cara lo que el cómic hace con las ideas: humor y crítica. El cómic condensa información, crea comparaciones, relaciones metafóricas muchas veces y alegorías. El cómic utiliza juntas la palabra escrita y la imagen. Se convierte así en un arma poderosa. Es capaz de agrupar información de dos ámbitos diferentes, como juntar conceptualmente a un rey tonto con una pera.

Una de las caricaturas más famosas de todos los tiempos es la del rey de Francia, Louis-Philippe, the Roi Bourgeois (1830-48) convertido en pera. El francés Charles Phillipon, director de la revista La caricature, fue acusado de difamación, y en su defensa produjo cuatro dibujos que mostraban la transformación gradual y progresiva del rey. A su cara gorda se le van abstrayendo detalles hasta que se convierte en una pera con ojos y boca. Pera, “Poiré”en francés significa estúpido, incompetente.

Imagen original, la superior es versión de Daumier:

https://blogs.elespectador.com/wp-content/uploads/2013/03/FilePhilipon_Metamorphose_Louis-Philippe_en_poire.jpg

La caricatura codifica en un diagrama sencillo los rasgos invariantes y conspicuos de una persona; fascina por su capacidad de provocar reacciones inmediatas. Cuando es buena modifica la forma como apreciamos al caricaturizado, hasta llegar a definir una nueva manera de verlo. Es un arte que revela la personalidad de alguien a través de sus diferencias, de sus fealdades.

Por qué no apareció hasta el siglo 16 la caricatura. La razón no sé sabe; sin embargo, se puede pensar que el arte pictórico había cumplido funciones serias: representar, ilustrar situaciones, registrar la historia, y no había ganado la suficiente libertad para hacer por el mero placer de hacer, de experimentar por fuera de las reglas. El arte no existe sin la sociedad que le da soporte, y esa sociedad es terreno abonado si ya tiene un espacio creado para el humor, el sarcasmo y la burla. Además, en el siglo 16 el artista deja de ser el técnico que conoce a la perfección la manera de pintar y pasa al estatuto de creador, inventor de mundos. Artistas del Barroco, la generación que siguió a los hermanos Carracci, empiezan a hacer los ritratti carrichi o caricatures, la forma se riega por Europa como un virus y alcanza toda su fuerza en el siglo 18 en Inglaterra. Hoy el comic y la caricatura tienen su espacio en la cultura popular y no han perdido nada de su poder.

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