Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

George Steiner en Sobre la belleza y el consuelo. Parte II

La conversación que tienen Wim Kayzer y Steiner sobre una pintura de Jean Siméon Chardin es fascinante. Steiner le muestra a la cámara la imagen de un hombre leyendo; simultáneamente explica lo que es el misterio y la dicha de leer. El hombre retratado se encuentra muy bien vestido. Steiner dice que se ha vestido elegantemente para leer, como hacemos cuando nos vamos a encontrar con un gran amigo al que no vemos hace tiempo. El hombre lee con seriedad. Los lectores serios, dice Steiner, llevan un lápiz, leen con él en la mano. De esa manera se crea un diálogo con el libro: al apuntar, subrayar, resaltar, criticar o escribir en los márgenes. Así se crea una relación apasionada con el texto. En los márgenes del libro hay monedas pegadas. Estas daban peso a las páginas, así los folios no se deformaban con la humedad. En la imagen hay instrumentos de alquimia, y alquimia es eso que ocurre cuando leemos. La magia en la que colaboramos necesita tanto del escritor como del lector, es la magia de la comunicación. Una parte curiosa y graciosa de su charla se debe a que Steiner no se había dado cuenta de que la gente encontraba un gran parecido entre el hombre de la pintura y él. Dice que a lo mejor algo inconsciente lo llevó a este cuadro: un acto inconsciente de autobiografía. Más adelante señala el silencio como un aspecto curioso en esta pintura. Es hermoso descubrir que se puede pintar algo intangible como el silencio. Y es cierto, una vez nos lo dice lo notamos, se vuelve tangible, y ya no podemos dejar de percibirlo. El cuadro original está en París, en el Louvre.

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Y nos habla también del amor, del shock que produce cuando lo reconocemos, cuando nos lo encontramos de repente. Muchas veces, al ver a alguien la primera vez lo sentimos, lo descubrimos. La pasión no dura para siempre, pero cuando madura, se convierte en amistad. Ya los griegos lo habían dicho desde hace tiempos. Steiner ha tenido mucha suerte en el amor y da importancia a una idea innegable: el amor guarda una relación estrecha con el tiempo conjugado en futuro. Uno reconoce profundamente que las cosas con el amado tendrán un luego, tendrán un significado mañana. Y no hay nada místico en su idea; no, es algo muy concreto, nos lo advierte. Para algunos filósofos y escritores, la soledad es necesaria, una cierta soledad, pero no para él. “No me imagino a mí mismo en esos zapatos”, dice, “no puedo imaginar esa vida. Envidio a los que no sienten miedo de la soledad”. “Cuando estoy solo, espero oír a alguien tocando a la puerta”, confiesa. El amor te hace vulnerable, sí, extremadamente, dice, pero él prefiere dejar esa herida abierta. Para Steiner es una lástima ser inmune a las crisis, prefiere la enfermedad de necesitar a otro, de sentirse incompleto hasta que por fin se está con el otro. La vida sería horrible sin esa parte irracional. En Yeats ha encontrado una manera de entender la rabia de la vida sin amor, el miedo a una vejez sin derecho al amor. Si el amor ya no nos importa, es porque el final está llegando, nos dice.

Para Steiner, examinar la propia vida es un ejercicio necesario, que vale la pena practicar. Hay gente que no se presenta a ese examen, viven felices. Cuando uno hace el examen, el margen para sentirse decepcionado es grande. Entre más examinas tu vida, más errores encuentras. Hay muchos momentos que nos dan vergüenza, como cuando traicionas o mientes o no hiciste algo que deberías haber hecho. El tribunal somos nosotros mismos, nos asegura, y el único consuelo que existe según él es el olvido. En toda vida hay momentos horribles que sería bueno olvidar. Hay cosas de nosotros mismos que apenas somos capaces de enfrentar. Conocerse es meterse en la oscuridad de los cuadros de Piranesi, bajar hondo por esas escaleras, ir como marionetas, pero reconociendo que nadie nos puede ayudar, ni grupos de ayuda ni terapistas, solo nosotros mismos. Es sentarse solo en una silla incomoda y sin ayuda y sentir que solo uno es el responsable de todo lo que funciona mal. Educación, en últimas, es forzarse a sí mismo a bajar por esas escaleras de Piranesi y sentirse y saberse responsable de lo que nos ha tocado en la vida. No se puede encontrar un refugio en maldecir a otros o a la sociedad, o maldecir la vida como si se tratada de un defecto genético, biológico. Y agrega: uno es el único que se puede enfrentar al virus de la propia estupidez.

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Para finalizar, Wim Kayzer y George Steiner oyen el Quinteto póstumo de Schubert. No oír música sería para Steiner una tragedia sin nombre; en sus palabras “la oscuridad de las oscuridades”. Steiner nos muestra el poder que tiene la música de cargar toda la tristeza del mundo. Schubert escribió el Quinteto póstumo sabiendo que se moría. Un animal nunca podría producir esto, dice al respecto. Muchos humanos que aman la música también fueron capaces de construir los campos de concentración. Lo bello y el horror compartían la misma calle. Toda su vida se ha preguntado el por qué algo tan espantoso puede darse, y mucho de lo que ha escrito tiene implícita una explicación a esta pregunta.

Steiner ha encontrado la belleza y el consuelo, pareja de un mismo baile, en la música y en la literatura. Él, sin duda, está lleno por dentro de muebles hermosos. Nos asegura que carga mucho equipaje dentro de sí mismo, memorias que dan sentido y felicidad a su vida, y que ningún déspota le podría quitar.

En mi opinión, Steiner ha tenido la dicha de experimentar una sustancial variedad de formas artísticas; por tanto, sabe que el arte es un recurso para vivir dos veces, pues otorga las herramientas que permiten hacer valiosas y complejas analogías entre las experiencias vividas por uno y las vividas por muchos otros. Creo que el arte es una manera no solo de ver el mundo desde distintos ángulos simultáneamente, sino de sentir como real la fantasía, lo que no está realmente en la propia vida; es una manera de encontrar belleza en el horror y en el sin sentido y oportunidad en la tragedia; es una manera de hacer que la vida propia tenga otras dimensiones, sea parte de un conjunto más grande y más interesante de experiencias y reflexiones; una manera de vivir aquí y en otros mundos de manera multiplicada. Tener el arte a la mano es ser el tercero en el baile entre la belleza y el consuelo.

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