Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

El Cóndor de los Andes

Todavía existen algunos cóndores, pero ya no están presentes en la cultura, no están en la imaginación ni planean en nuestros sueños. Son impresionantes y por eso ocupan un significativo espacio en antiguos objetos culturales: en algunas mitología (para los Incas, eran inmortales) y en los escudos de armas de Chile, Bolivia, Ecuador, Mérida (Venezuela) y Colombia. Afortunadamente, un pequeño pero apasionado grupo de conservacionistas lucha por ellos.

Los cóndores son casi eternos: pueden vivir 50 años y hasta más. Es asombroso pues tamaño y longevidad van de la mano.  “La tasa metabólica de un organismo es inversamente proporcional a su tamaño. La economía de la escala es así: si aumentas el tamaño de un organismo al doble, no necesitas el doble de energía para mantenerlo vivo. Entre más grande sea, más tiempo vive, más despacio crece, menos energía por unidad de volumen consume, y todo esto se puede medir, y además, se puede pronosticar” .

Los cóndores son imponentes: con sus alas desplegadas pueden alcanzar tres metros de envergadura. Los cóndores son monógamos: se quedan emparejados hasta que la muerte los separa. Los cóndores son mudos: para que gritar si nadie puede oír a esa altura ni a esa distancia. Es una de las aves que más alto vuela, alcanza los 7000 metros sobre el nivel del mar. Los cóndores son feos de cara, pero elegantes de ropas. Se parecen a los médicos de La lección de anatomía, de Rembrandt: con sus vestidos negros, sus gorgueras y puños blancos, y atentos al cadáver.

 

A los esfuerzos de un biólogo colombiano debemos que 71 aves hayan sido traídas de USA y liberadas en nuestros páramos. Fausto Sáenz, biólogo de la Universidad Javeriana y director de la ONG Neotropical,  es líder en este programa idealista e importante que se desarrolla en conjunto  con el zoológico de San Diego. Téngase en cuenta que la población de cóndores de California también está disminuyendo velozmente.

Rastrear las aves es fundamental para conocer la efectividad del proyecto; para saber cuántas de estas han sobrevivido y cuántas se están reproduciendo. Se había usado telemetría de radio, pero las pilas de los dispositivos duran un año y la señal se pierde muy rápidamente. Quizás con los nuevos implantes de chips de GPS, tecnología de teléfono celular, sea más fácil seguirlos.

En julio de este año, el biólogo Sáenz reportó la presencia de 8 ejemplares distribuidos en el Páramo de Almorzadero. El mismo proyecto se ha encargado de dar educación a los campesinos que envenenan o disparan a estas aves, por motivos equivocados, pues no amenazan al ganado ni a las aves de corral; los cóndores solo comen carroña. En el zoológico de Cali se logró la reproducción en cautiverio de un ejemplar de estas aves.

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Fotografía Fausto Sáenz

Es esperanzador que este tipo de proyectos existan. No solo para las aves como el cóndor de los Andes, sino también para otras especies. Es importante conocer la existencia de estos proyectos y apoyarlos.

 

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